Opinión
Ver día anteriorDomingo 16 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Compás de espera
L

a cumbre de Norteamérica, celebrada en Guadalajara la semana pasada, dejó un mal sabor de boca en cuanto a uno de los temas centrales de la relación triilateral: el migratorio. Para el presidente Barack Obama la reforma migratoria tendrá que esperar. No es el mejor momento para proponerla, hay asuntos mucho más importantes en su agenda; todavía está caliente la oposición republicana, e incluso la de algunos demócratas; el adalid de la propuesta, el senador Edward Kennedy, ya no podrá dirigir la comisión por problemas de salud, y su contraparte, el senador McCain, muy posiblemente no quiera saber nada de migrantes ya que fue uno de los temas que le causaron varios dolores de cabeza durante su campaña a la presidencia.

Por su parte, el presidente Felipe Calderón repitió la retórica oficial de que se defenderán los derechos humanos de los trabajadores migrantes y que éstos son claves para la economía de Estados Unidos. Por lo que se deduce que no son necesarios para impulsar nuestra economía. Pero llama la atención que no haya ninguna propuesta por parte del jefe del Ejecutivo. Su idea original de desmigratizar la relación bilateral parece seguir vigente. Ahora resulta que Obama tiene más interés en el asunto migratorio y retoma la añeja propuesta mexicana de una reforma integral.

Por lo pronto, el bando antinmigrante, apoyado por congresistas de derecha y los medios de comunicación, y el sector reformista, con una amplia base social, amarra navajas y se prepara para entrar en la arena. El gobierno panista observa cómodamente desde la barrera y sopesa las apuestas. Esa era la política del PRI hace 20 años, no hacer nada y lavarse las manos. Por lo menos se podría haber dicho algo sobre la penosa situación de muchos trabajadores temporales que viven en condiciones denigrantes y que trabajan sin la protección de las leyes laborales estadunidenses, ya no se diga de la supervisión o protección del gobierno mexicano.

En el caso de Canadá, el primer ministro Stephen Harper no hizo sino confirmar la decisión unilateral, tomada hace un mes, de suspender el libre tránsito e imponer la exigencia de visas para los mexicanos. Medida que ha sido todo un éxito desde su punto de vista, ya que de las 900 solicitudes mensuales de asilo que se recibían ahora el número se ha reducido a tres.

El presidente Calderón afirmó que trabajará a fondo para revertir las causas que generaron la masiva solicitud de asilo por parte de los mexicanos. Causas que los demandantes señalan como la impunidad y la violencia generalizada, familiar y homofóbica. Si de estas causas se trata, va para largo el asunto.

Ciertamente la violencia y la impunidad que imperan en México son causas suficientes para que muchas personas demanden refugio. Miles de mexicanos podrían aducir persecución oficial dadas las características del sistema judicial, que fabrica culpables a diestra y siniestra, y que no ha podido resolver de manera satisfactoria ningún crimen que haya llamado la atención de los medios: léase el del candidato Luis Donaldo Colosio, el político priísta Francisco Ruiz Massieu, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, la defensora de los derechos humanos Digna Ochoa o el periodista estadunidense Bradley Will. Ya no se diga los 49 niños carbonizados en Sonora, la masacre de Acteal o los sucesos de Atenco.

Pero más allá de estas verdades, también hay que reconocer que es la corrupción generalizada y en particular la de polleros, abogados y falsos demandadores de refugio, lo que ha provocado un desquiciamiento del sistema de asilo canadiense. Desequilibrio del que mexicanos y gitanos de origen checo –que alegan discriminación y demandan de manera masiva y recurrente asilo en Canadá– no son los únicos responsables. También ha intervenido el propio gobierno canadiense y una nueva postura política con respecto al asilo.

Según el primer ministro Harper, se requiere de reformas legislativas para poder frenar y controlar el flujo de solicitudes de asilo fraudulentas. Pero de acuerdo con varios analistas canadienses lo que se busca es cerrar la puerta y hacer cada vez más restrictiva la política de asilo. Otros opinan que se logró fabricar una crisis que fácilmente podía haberse solucionado. En primer lugar ha sido el ministro de Inmigración el que hizo declaraciones alarmistas y dio línea a sus funcionarios para que le echaran leña al fuego. Por otra parte, se reporta que hubo un recorte importante de personal, lo que ha retrasado notablemente los trámites y se han incrementado los costos.

Por lo pronto, los mexicanos tan integrados, complacientes y dependientes de América del Norte, seguimos siendo considerados como socios menores y tendremos que tocar la puerta para que nos dejen pasar. Esto de las visas es como los impuestos, una vez establecidos nadie los quita y las razones que la motivaron pasan al olvido, y se vuelven costumbre. Sólo una política exterior proactiva y propositiva puede revertir la situación.