Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de agosto de 2009 Num: 754

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Tres cuentos
JORGE DEGETAU

Envío
LYDIA STEFÁNOU

El secreto de los últimos musulmanes en España
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con LUCE LÓPEZ-BARALT

Casa Lamm: quince años de memoria plástica
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Medio siglo de El almuerzo desnudo de Burroughs
EDUARDO ESPINA

La espada de Rubén Darío
ALFREDO FRESSIA

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
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Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
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La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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Desde (y hacia) el corazón (I DE II)

Como son realmente pocos los largometrajes de ficción que Alberto Cortés ha dirigido a lo largo de su ya extensa trayectoria fílmica, y como Muchagente suele ver tal escasez como si se tratara de una suerte de ausencia o retiro que pueden tener de inexacto lo que Muchagente tiene de poco acucioso, conviene hacer un recuento tal vez no exhaustivo pero sí con pretensiones de serlo, de la filmografía de este defeño nacido hace cincuenta y siete años, mismo que, de 1973 a 1979, se especializó en dirección y edición en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, el fecundo CUEC.

Así pues, al primer largo no documental que realizó en 1985, titulado Amor a la vuelta de la esquina, que le hizo ganar entre otros premios un Ariel a la mejor ópera prima; a la célebre Ciudad de ciegos de 1991, a Violeta, de 1997, que tiene entre otras la particularidad de haber sido rodada en Cuba, y a Corazón del tiempo (2008), filme del cual quieren ocuparse estas líneas, debe añadirse por lo menos lo siguiente: Una película sobre Judith, cortometraje que hizo apenas entrando al CUEC y cuando contaba veintiún años de edad; dos años más tarde filmó su primer documental, La institución del silencio; en 1982 otro documental, La tierra de los tepehuas, que asimismo lo hizo acreedor al Ariel correspondiente; siete años después tiene registrado algo muy breve bajo el nombre de Imágenes, a lo que sigue un silencio más bien largo que concluye felizmente en 2003 con el documental El fuego la palabra, del que líneas abajo se dirá un par de cosas; al año siguiente presentó otro documental, México, ciudad hip-hop, y lo mismo en 2005 y 2006: De migrantes, barro, papel y otras historias en Oaxaca y Teatro Campesino, respectivamente; en 2007, aunque breves, hizo tres documentales más: Resistencia …somos gente del maíz, Territorio Zapatista …nuestro futuro que viene después, y Cerro el Huitepec …porque somos origen de acá.

Acerca de El fuego la palabra, obra de carácter colectivo, entrevistado por el colega Ángel Vargas en 2003, alguno de quienes participaron en su realización dijo que la película no trataba de ser ‘“ni la versión secreta ni la oficial” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)”, sino “el intento de contar una historia conocida desde una perspectiva diferente”, y añadía que con ella “se busca abordar, expresar o manifestar lo que es la épica de unos pueblos indígenas que se levantaron en armas y que han desarrollado un proceso de resistencia durante diez años”. Finalmente, remataba diciendo que “lo más importante de la película es que toca al zapatismo desde el punto de vista de los pueblos, desde adentro, desde las bases, aspecto que es imprescindible rescatar”.

Hombre de trayectorias tan largas como también parecen serlo sus afectos y afinidades, Cortés ya había trabajado previamente con el escritor y periodista Hermann Bellinghausen en la hechura de un guión, el de Cuidad de ciegos. Diecisiete años más tarde vuelven a ser coguionistas en Corazón del tiempo, que así se nutre lo mismo de la visión que, en virtud de los documentales realizados, ha adquirido Cortés del universo zapatista, que del amplísimo conocimiento que Bellinghausen necesariamente posee de dicho universo en virtud de ser corresponsal en Chiapas de este diario desde hace muchos años.

Además de coescribir el guión y dirigir, Cortés también coprodujo y editó esta cinta que tiene como intérpretes, entre muchos otros, a Rocío Barrios, Francisco Jiménez, Leonardo Rodríguez, Marisela Rodríguez y a doña Aurelia. Nada raro hay en que los nombres no le suenen al lector, pues no se trata de actores ya no se diga conocidos, ni siquiera profesionales, sino de miembros de las comunidades zapatistas. La integración de un elenco de esta naturaleza tiene obviamente que ver con una búsqueda de naturalidad y verosimilitud histriónicas que de otro modo no podría tener, como Unoqueotro afirma le sucede –por citar un ejemplo tan ineludible como reciente– a El violín, de Francisco Vargas. En todo caso, lo que Corazón del tiempo consigue, también por el hecho de haber sido filmada íntegramente en territorio zapatista, no es poco. Para decirlo en palabras del propio realizador, “ los mexicanos hemos visto de lo que son capaces los zapatistas en el terreno político y sus planteamientos sociales, pero aquí también podemos ver de lo que son capaces en el terreno cultural y artístico”.

(Continuará)