Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Grandes contradicciones internacionales
Y

a analizamos en este espacio las intenciones que llevaron a Estados Unidos a determinar la acción conjunta con el gobierno de China, que fijaría las bases para hacer frente a los problemas mundiales más importantes. Hablamos también de los acuerdos tomados en la cumbre de L’Aquila, Italia, así como de la revolución tecnológica que ha de permitir alcanzar las metas que el G-8 planteó ante los 18 países que participaron y que integran las economías más importantes. En dicha reunión Barack Obama se refirió a la gran amenaza que representa para la paz mundial la proliferación nuclear, y en este sentido fue fructífero el viaje del ex presidente Bill Clinton a Corea del Norte.

Casi simultáneamente nos enteramos de otros problemas en otras partes del mundo, como el de Honduras, donde el Congreso hondureño rechaza devolver el poder al presidente Manuel Zelaya, en tanto se prenden focos rojos que indican el peligro de que sobrevenga un conflicto armado para disputar la presidencia.

En otra parte del continente, el presidente venezolano Hugo Chávez anuncia en Caracas una alianza con Rusia, lo cual le permitirá enfrentar la situación que considera peligrosa para la paz del continente, derivada del convenio que hizo Álvaro Uribe con Estados Unidos para instalar nuevas bases militares en territorio colombiano.

La vecindad de Centroamérica y Sudamérica frecuentemente es invocada por los jefes de Estado de esas subregiones para mantener poderosos ejércitos, muchas veces desproporcionados al tamaño de los países. Los hechos que estamos presenciando entre Colombia y Venezuela, cuyos gobiernos están planteando un conflicto con visos internacionales, muy fácilmente podrían adquirir dimensiones mayores. Si el presidente Chávez logra materializar el convenio para comprar armas, misiles y aviones rusos, no queremos imaginarnos lo que puede pasar cuando estos aviones estén realizando maniobras ni la actitud de los gobiernos colombiano y estadunidense, que, entre otras cosas, invocarían la necesidad de hacer lo propio en las bases militares asentadas en Colombia –armadas, como es natural, por Estados Unidos. Sin duda hay un conflicto de intereses opuestos que puede aumentar de dimensiones cuando en un espacio aéreo común pudieran coincidir.

El presidente Uribe ha emprendido una serie de viajes para dar explicaciones a sus vecinos y también a los seis mandatarios latinoamericanos, sin hacer declaraciones a la prensa, con la idea de que esto bastará para aplacar a la gallera, que se agitó en la región por el acuerdo que permitirá a Estados Unidos el uso de siete bases militares, que supuestamente compensaría el cierre de la base ecuatoriana de Manta.

El viaje de Uribe incluye Perú, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, adelantándose de esta manera a la reunión realizada por la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur, que se celebró en Ecuador para pedirle explicaciones sobre las implicaciones del acuerdo). Venezuela y Ecuador, como era de esperarse, fueron los que más violentamente reaccionaron, anunciando que esto propiciaría un desembarco militar estadunidense.

Entre las suspicacias que se han levantado, y que hablan del interés de Estados Unidos en la Base de Palanquero, se afirma que un avión que despegara desde esa base podría cubrir casi la mitad del continente sin reabastecer combustible. El gobierno colombiano asegura a sus escandalizados vecinos –a nuestro parecer justificadamente preocupados– que no aumentará la presencia de efectivos estadunidenses a partir de la firma del acuerdo y que, en cambio, Colombia contará con más ayuda e información clave en la guerra contra el narcotráfico, las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) y el tráfico de armas.

Nosotros los mexicanos –por aquello de que el que se quemó con leche hasta al jocoque le sopla– también vemos con preocupación la instalación de nuevas base estadunidenses en Colombia, habida cuenta de que los propósitos que se persiguen, según Uribe, son muy parecidos a los problemas que no-sotros tenemos en nuestro país, excepción hecha de las guerrillas.

Aunque el presidente Hugo Chávez afirmó que no gastaría ni un centavo en armas, señaló que las circunstancias lo obligan, refiriéndose implícitamente a las siete bases militares estadunidenses en Colombia, y que son razón suficiente para signar un nuevo pacto de rearme con Rusia, el cual consiste en un conjunto de acuerdos sobre armamento para incrementar nuestra capacidad operativa, la de nuestros sistemas defensivos de nuestra fuerza aérea, informó Chávez durante una entrevista con la prensa extranjera el pasado primero de julio en el Palacio de Miraflores (El País, 7/8/09).

De modo que la paz es la preocupación fundamental, según expresaron las 18 naciones que asistieron a la reunión del G-8, así como también el desarme nuclear de Corea del Norte, según se expuso en el diálogo sostenido en Pyongyang por el ex presidente Bill Clinton durante su insólita visita y que aparentemente tiende a suavizar las relaciones tensas que se produjeron como consecuencia de la prueba nuclear efectuada por Corea del Norte en mayo.

El problema que se ha suscitado en Honduras, dada la situación sui géneris del presidente Zelaya, –quien actualmente anda de gira por toda América Latina, incluido México, donde el gobierno mexicano lo recibió con honores de jefe de Estado–, no parece tener un efecto pacificador. Todo esto, sumado a los problemas en Cisjordania y otras partes de este convulsionado planeta, nos obliga a advertir que las declaraciones tendientes a obtener la paz mundial están llenas de contradicciones cuando son cotejadas con la realidad.