Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La necesidad de un nuevo modelo agropecuario
E

l todavía secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México, el ingeniero Alberto Cárdenas, aseguró que la Sagarpa apoya a los productores agrícolas y ganaderos a cambio de que cuiden la calidad de la tierra a fin de evitar su agotamiento y la erosión; de que ahorren agua en las labores de cultivo, eviten la quema, planten árboles y no sobrexploten los recursos naturales.

La dependencia citada incorporó en sus programas la variable ambiental, la sustentabilidad, tan de moda al anunciar programas y esparcir promesas. Al ingeniero se le olvidó exigir que en el campo no se usen agroquímicos para combatir las plagas, ya que esos compuestos causan severos daños a la salud de las personas que los aplican o viven cerca de los campos de cultivo; además afectan el medio ambiente.

De todas formas, y para sumarnos al triunfalismo de que hace gala el gobierno en tiempos de crisis, sea bienvenido el esfuerzo del todavía titular de Agricultura. Si tiene éxito, ayudará a disminuir el deterioro del territorio nacional.

En un documento oficial, próximo a publicarse, se asegura que las dos quintas partes del suelo mexicano presentan una situación ambiental que va de inestable a crítica. Esto se debe, entre otros factores, a la deforestación, el uso intensivo de los suelos por la agricultura de subsistencia, la carencia de agua y la pobreza rural. No en vano los estados que registran en su territorio mayor deterioro son precisamente los que destacan por su marginalidad económica y social. Otros informes gubernamentales y estudios de los centros especializados muestran que la desertización avanza en el país, pese a todas las promesas oficiales para revertirla.

No debe extrañar que el deterioro rural se refleje en la calidad de los medios de producción, como la tierra, si son los pobres del campo quienes menos reciben por vía de los programas gubernamentales. Para el caso de la población indígena, que es alrededor de 10 por ciento del total del país, la inversión pública no llega ni a 2 por ciento del presupuesto federal. Eso sí, cada año no faltan los funcionarios que el 9 de agosto celebran pomposamente el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, mientras analistas estiman que el parco apoyo que se da a los más desprotegidos se queda en la burocracia, se utiliza con fines electoreros o enriquece a funcionarios (Calderón dixit). En eso, los gobiernos del cambio no se diferencian en nada del partido que ocupó físicamente Los Pinos durante 70 años.

Dada las condiciones por las que atraviesa el país, urge otro modelo agropecuario que permita recuperar la autosuficiencia alimentaria perdida en aras de entrar al primer mundo y jugar en la liga de la globalización.

Hoy México depende en mucho del exterior para asegurar la demanda de alimentos, con el agravante de que el maíz, la soya y el trigo aumentaron su precio internacional. En buena parte porque los granos básicos se dedican a la producción de biocombustibles. Está probado que la forma idónea de salir de una crisis económica es con la creación de empleos (muy útiles ahora para rehabilitar áreas de cultivo afectadas por la sequía), aumentar la producción local y depender menos de la importaciones, que se pagan en divisas. Sin embargo, se olvida esta parte de la doctrina económica, quizá porque a ciertos funcionarios les importa más la otra: la que se predica en los templos y, a veces, también en los fervorines oficiales.

Y si perdimos la brújula en cuanto a lograr la soberanía alimentaria, en cambio está bien dirigida a entregar lo más preciado de las reservas naturales costeras a la iniciativa privada, vía el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), y el apoyo de la dependencia que debía cuidar los recursos naturales. Ahora la mira son casi 200 hectáreas del Parque Natural de Huatulco, en Oaxaca, donde los inversionistas piensan crear otro polo de desarrollo inmobiliario, con su respectivo campo de golf. Cacalutla se llama y, de hacerse realidad, afectará a 110 especies de aves, 80 familias botánicas y de mamíferos; 43 especies de mariposas y la riqueza marina y costera. Primero los negocios, los amigos y patrocinadores, no el medio ambiente.