Política
Ver día anteriorLunes 17 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el Otro Lado

Corrupción en la frontera

A

l presidente Obama le debe ser difícil explicar por qué, en ocasiones, la forma de actuar de algunos miembros de su gabinete difiere de su intención manifiesta, por ejemplo, la contradicción entre su propósito de resolver el problema migratorio, empezando por dar un trato humano a los trabajadores migratorios, y la persistente política de asedio en contra de ellos que, por cierto, fue diseñada en el gobierno del presidente Bush.

Se entiende que ante los graves problemas que heredó el actual gobierno, en primer lugar el desastre económico, la prioridad sea devolver al país su estabilidad en ese renglón. El mismo Obama recordó en la más reciente reunión con sus homólogos de Canadá y México que el proyecto de reforma migratoria debe esperar al próximo año, una vez que se estabilice la economía y se apruebe la ambiciosa reforma al sistema de salud. Es saludable escuchar que su idea de una reforma migratoria sigua en pie.

El problema estriba en que, al parecer, no hay una sincronía entre sus propósitos y la hiperactividad de las autoridades migratorias, que si bien cumplen con su obligación de aplicar la normatividad en la materia, el celo con el que lo hacen marca una considerable distancia de las intenciones del presidente en materia de derechos humanos y la salvaguarda de la integridad de las familias de los trabajadores, documentados o no.

Algunos miembros del Congreso han insistido en que deben protegerse las fronteras como condición previa para una reforma migratoria. Nadie puede negar el derecho de un país a salvaguardar sus fronteras, particularmente cuando son asediadas por bandas de delincuentes, pero la realidad es que son estas bandas quienes extorsionan a quienes arriesgan la libertad y la vida en su intento por cruzar la frontera en busca de trabajo. La agencia de noticias Ap dio a conocer la semana pasada una investigación en la que se revela el alto grado de corrupción que existe en las zonas fronterizas. Traficantes de personas y de drogas reciben protección de agentes federales estadunidenses mediante un pago.

Esta revelación es sólo una evidencia de que la complicada situación en la frontera no se soluciona con dividir a las familias, deportando a quienes realizan un trabajo honesto, sino estableciendo los lineamientos adecuados para su internación y permanencia en el país, evitando de esta forma que sean presa de contrabandistas y autoridades inescrupulosas. Tal vez sería conveniente que así lo entendieran quienes quieren ayudar a Obama a resolver éste que es uno de sus múltiples problemas.