18 de agosto de 2009     Número 23

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Lorena Paz Paredes

Crisis de precios
y dependencia alimentaria

Hugo Alonso García Rañó

Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dio a conocer sus perspectivas sobre la situación alimentaria en el mundo y consideró que la tendencia de los precios de los alimentos, particularmente de los granos, es hacia la baja, como resultado de dos años de buenas cosechas. Pero aun cuando en el escenario global exista una mayor cantidad de alimentos; en los países en desarrollo los precios se mantendrán altos. La explicación, aparentemente simple por parte de la FAO , es la falta de canales de comercialización que garanticen un eficiente suministro de alimentos en los países que dependen de las importaciones. Las implicaciones que ello tiene rebasan por mucho la estrecha visión de la FAO y de otros organismos internacionales. Esto se puede observar en el caso de México.

Entre 1999 y 2009 la producción de maíz creció gradualmente, en 30 por ciento, y alcanzó 22 millones de toneladas (de acuerdo con publicaciones de la Secretaría de Agricultura). No obstante, las importaciones se elevaron en 80 por ciento, a nueve millones de toneladas. Aunque aumentó la cantidad de grano disponible, continuamos pagando precios altos por la comercialización y venta final de maíz. Usted se preguntará ¿cómo puede ser esto? ¿Acaso no fue el argumento oficial durante la crisis del maíz en 2007 que el precio de la tortilla tenía que subir en respuesta al precio internacional del grano? Ahora que el precio internacional ha bajado 37 por ciento ¿por qué el gobierno federal mantuvo el acuerdo de incrementar el precio de comercialización de maíz? (La Jornada, 02/05/2008), cuando esto perjudicaba al consumidor final, al productor y algunos de los vendedores de tortilla.


ILUSTRACIÓN: Señor Codo

Se permitió que el precio de comercialización de maíz se incrementara 37 por ciento en los 12 meses recientes, por encima de los tres mil 900 pesos por tonelada –lo cual garantizó los márgenes de ganancia de comercializadores–, mientras que el precio pagado al productor se determinó con la referencia de la cotización internacional, y el precio de la tortilla se ha fijado sólo en las zonas donde la Procuraduría Federal de Protección al Consumidor (Profeco) mantiene control.

Tenemos más grano disponible, los precios internacionales están bajando, pero seguimos pagando precios altos para garantizar el suministro de alimentos. ¿Es en verdad la falta de canales de comercialización lo que explica esto? Considérelo usted.

Durante el 2008 las importaciones de maíz sumaron 9.1 millones de toneladas, de los cuales 8.5 millones fueron de maíz amarillo. Estas compras tienen como objetivo cubrir la falta de producción nacional que, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, es menor a un millón de toneladas; mientras que si nos referimos a los resultados del reciente censo agrícola del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, Inegi (dado a conocer en abril de 2009), las importaciones serían complementarias de la producción nacional de maíz amarillo, que asciende a poco más de cuatro millones de toneladas. La discrepancia no es poca. Y la realidad es todavía más distante: importamos 30 por ciento de la oferta total de maíz que es de 31 millones de toneladas (producción más importaciones); de esta oferta total se comercializa el 60 por ciento, esto es entre 18 y 20 millones de toneladas; esto significa que las importaciones representan casi 50 por ciento del grano comercializado (en comparación con 25 por ciento una década atrás). Se ha dado preferencia a la importación del grano como un instrumento que permite agilizar la comercialización, en beneficio de un grupo de comercializadores e industriales, en lugar de impulsar el aprovechamiento de 10 millones de toneladas que no entran en el circuito comercial y que son producidos, principalmente, por pequeños productores.

Tras la crisis del maíz hemos optado por la dependencia de las importaciones como un mecanismo para garantizar el abasto de grano aceptando el costo que esto implica en términos económicos y sociales. La aparente estabilidad en la demanda de maíz amarillo para agrocombustible no significa que podamos prevenir un escenario como el de 2006, de desbalance en la oferta del grano, ni sus consecuencias sobre los precios y los volúmenes comercializados de maíz ( La Jornada del Campo, 12/06/2008). ¿Es posible continuar pensando en el futuro sin reflexionar sobre las lecciones del pasado?, ¿usted qué cree?

Investigador del Programa sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo de El Colegio de México
[email protected]



FOTO: Pedro Terrades

Chiapas

Maíz criollo orgánico

Emanuel Gómez

Cada año Chiapas ocupa el tercer o cuarto lugar como productor de maíz de México, el primero o segundo en riqueza biológica, hídrica y patrimonio cultural. Tierra rica y pueblo pobre: las condiciones de explotación, los programas de ganaderización y desmonte del trópico húmedo, la urbanización cada vez más acelerada y la explotación desmedida de sus recursos han llevado a la tierra de los antiguos pueblos del maíz a ocupar cada año, desde hace décadas, el primero o segundo lugar en pobreza extrema, desastres ambientales, conflictos políticos y, recientemente, expulsión de población migrante.

Doscientas mil familias integradas por cinco a diez hijos por mujer en edad fértil dependen del maíz de autoconsumo, de la madera de monte para cocinar, de los ríos –regados por plaguicidas y drenaje– para abastecerse de agua, todos los días. La tierra resulta ser insuficiente: una hectárea por familia en promedio, donde se siembra maíz, frijol, calabaza con el sistema tradicional milpa, que desde hace siglos, y pese a las políticas de liberación comercial, sigue siendo base de la economía campesina y fuente de diversidad biológica local.

La milpa en riesgo. Ante la reducción de bosques y selvas, se calcula que en menos de 30 años (una generación) los únicos ecosistemas que sobrevivan serán las unidades de producción campesina: las milpas, los cafetales y potreros, pero el uso indiscriminado de fertilizantes, plaguicidas, herbicidas, semillas híbridas y ahora transgénicas hace evidente que estos agroecosistemas también están en un deterioro acelerado. El sistema milpa, subsidiado por programas como Maíz Solidario y Alianza para el Campo con paquetes tecnológicos de fertilizantes, herbicidas y semillas híbridas, requiere su transformación a la producción orgánica de semillas criollas. Las semillas híbridas hacen dependiente al campesino de las empresas y de los programas que les surten este insumo. Incluso con el Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA), se promueve la distribución de semillas híbridas de Quality Production Maize (QPM), que los campesinos aceptan sin saber que si estos granos reemplazan las semillas criollas o nativas, aumentan los costos de producción y la dependencia de empresas o programas de gobierno que les regalen las semillas. Es tan absurdo como pensar en sustituir agua por refrescos, y regalar el popote.


ILUSTRACIÓN: Señor Codo

Estrategia orgánica. Ante este escenario, los productores de regiones indígenas como Los Altos, Fronteriza, Selva y Sierra Madre de Chiapas han promovido desde 2003 la transición del autoconsumo a la agricultura orgánica. La base es el reconocimiento del trabajo campesino de selección de semillas, conocido técnicamente como fitomejoramiento y sistematizado como metodología por técnicos del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas de Cuba (INCA) con el nombre de fitomejoramiento participativo. La Red Maíz Criollo, integrada por organizaciones de productores de todo el estado, ha impulsado desde 2007 que el programa Maíz Solidario se transforme de ser un esquema de distribución de agroquímicos a ser parte del proceso de transición a la agricultura orgánica y se articule con otros programas en una estrategia integral sintetizada en el documento “Iniciativa popular maíz criollo Chiapas”, entregada a las dependencias de gobierno en marzo de 2008 y respaldada por más de 20 organizaciones y seis mil 500 campesinos.

La propuesta técnica de la Red Maíz Criollo, aprobada por la Secretaría del Campo (Secam) desde 2008 como opción orgánica de Maíz Solidario, se basa en la sustitución de fertilizantes químicos por abonos orgánicos comerciales derivados de algas marinas, humus de lombriz, bacterias como a zospyrillum y micorrizas como rizodium. Así como la aplicación de abonos producidos por los campesinos con base en excrementos de todo tipo de animales (cerdos, gallinas, borregos, caballos, vacas, murciélagos, hormigas), compostas de residuos vegetales, cal y cenizas, abonos verdes (frijol, nescafé o terciopelo, leguminosas, hierbas del terreno, alfalfa y chaya).

Presupuestos pendientes. Este proceso ha sido avalado por investigadores de Ecosur, CIESAS, INIFAP, Chapingo, UAM, UNACH y por funcionarios de Secam, Sepi, Banchiapas, Semarnat, CONANP, SNICS-Sagarpa, CDI, así como por comisiones legislativas, pequeños empresarios de abonos orgánicos y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y se conoce en las comunidades indígenas como “el proyecto de maíz criollo orgánico”, sin que se traduzca en una política pública con recursos etiquetados desde el Congreso, por lo que sigue siendo un proceso piloto.


FOTO: Martín García

La producción de semillas resulta ser la primera revolución tecnológica, tan antigua como el descubrimiento de la rueda, y sin embargo, sigue sin ser valorada: año con año los campesinos seleccionan el maíz por color, tamaño, textura y lo vuelven a sembrar, garantizando así la agrobiodiversidad, sin que esto sea reconocido por su trabajo. Hay serias dificultades institucionales, particularmente entre técnicos y funcionarios de la vieja escuela de la Revolución Verde , para reconocer el valor de las semillas criollas y la producción orgánica de abonos. Pero no queda otra salida: las crisis ambiental, alimentaria, energética y financiera actual tienen un factor común en la aplicación de agroquímicos: contaminan suelos, bosques y aguas, liberan gases de efecto invernadero, dependen de la petroquímica para su producción y son cada vez más costosos pues con la privatización de Fertimex, el Estado perdió su soberanía en la producción de insumos y ahora requiere importarlos de Ucrania, cuando entre los campesinos hay infinidad de experiencias en aprovechamiento de recursos y una demanda creciente por generación de empleos.

La pobreza es otro factor estructural que dificulta este proceso: se requiere capacitación, organización, transporte a lomo de mecapal por caminos intransitables, inversión en obras para construcción de aboneras, centros de acopio regionales, mochilas nuevas para aplicar los abonos líquidos, programas de control de la erosión, diversificación de la milpa tradicional, ferias de semillas criollas, cambios institucionales, alianza con pequeños empresarios honestos, organizaciones de la sociedad civil de nueva generación y visión de largo plazo. Y sin embargo, se mueve.

Investigador independiente. Página web de la Red Maíz Criollo Chiapas: http:/groups.google.com/group/sinmaiznohaypaischiapas


FOTO: Lorena Paz Paredes

Tlaxcala

Ferias del maíz

Lorena Paz Paredes

Hace 12 años, en 1996, en la comunidad tlaxcalteca Vicente Guerrero nacen las ferias del maíz a iniciativa del grupo del mismo nombre, una explosión de alegría y de saberes sobre el grano nativo de Tlaxcala, donde campesinos de distintas regiones comparten una rica variedad de semillas y hacen gala de su gastronomía milpera. En este espacio se valora la milenaria cultura del maíz y se alerta a la población contra la pérdida de nuestra soberanía alimentaria, de los riesgos de la contaminación con granos transgénicos, y se muestra cómo recuperar la identidad maicera de Tlaxcala.

La primera feria reunió apenas a 18 productores en la escuelita primaria de Vicente Guerrero, en la segunda se juntaron 30, después 60 y ya en este año fueron 67 expositores y 400 visitantes. Con las ferias el grupo de la Vicente empezó a promover fondos de semillas para que los campesinos se aseguraran frente a las contingencias climáticas. Esto ayudó a que los malos temporales de 1997 y 1998 no sorprendieran a quienes tenían sus guardaditos de semilla, la mejor garantía contra los caprichos del clima. El grupo difundió un manual sobre conservación y mejoramiento de semillas recogiendo tradiciones y costumbres regionales, y es que algunos guardan maíz en trojes, en tambos, en cuexcomates, y le ponen cal revuelta con vena de chile y ceniza, práctica común en la zona oriente del estado. Además se hicieron estudios de las variedades de maíz en las 30 comunidades de la organización repartidas en cinco municipios, y se identificaron las más resistentes a las heladas, a la sequía, a los inclementes temporales o los recios vientos, maíces de ciclo corto, maíces perezosos, tardados pero rendidores, y los lugares y productores que las guardan tanto en Vicente Guerrero, como en Nanacamila, Ixtenco, Tepetitla, Ixtacuixtla o Españita.

Otras organizaciones cercanas y amigas del grupo Vicente Guerrero, como Campesino, AC o Ceduam, colaboraron en esta tarea en Calpulalpan o Benito Juárez y juntos han venido tejiendo una red apretada de intercambios y trueques campesinos de semillas que hoy atrae a rurales de Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Jalisco, y a investigadores y estudiosos de universidades y centros académicos como el Instituto Tecnológico del Altiplano de Tlaxcala.

En las ferias anuales se lleva un minucioso registro de semillas y productores, un valioso inventario del maíz nativo y sus lugares de origen. Así, se han encontrado variedades como el arrocillo azul, arrocillo blanco, bolita, cacahuacintle, chalqueño, cristalino norteño, tuxpeño, palomero, ancho, ancho pozolero, elote cónico, pepitilla, tabloncillo, olotillo, Nal tel y vandeño. Y año con año se les sigue la pista y se ven resultados: rendimientos, modo de responder a plagas, vientos, temporales, etcétera. Hoy se sabe bien cuál variedad conviene sembrar según vengan las lluvias. No se promueven en cambio semillas de alta productividad, pues interesa la calidad y no el volumen, interesan los maíces con alto contenido proteínico, antioxidantes, los más sanos y completos para la nutrición familiar. Como en Tlaxcala los hay de muchos colores y sabores: azules, blancos, pintos, morados, el grupo de la Vicente enseña los valores y propiedades de cada uno, para que no se discrimine ninguno, que todos se cultiven, que todos se cocinen y se saboreen en distintas formas y guisos, y así también se educa el gusto y el paladar de la gente. Asistir a estas ferias puede darnos idea de lo que se empobrecería la vida de las comunidades tlaxcaltecas y de México si llegaran a perderse los granos nativos y esta cultura agrícola y culinaria.

El grupo de la Vicente también promueve la diversificación de la milpa pues además de los tradicionales compañeros del maíz en la parcela: frijol, calabacita, quelites, hoy también esta sembrándose haba, maguey, nopal, frutales y otras verduras. Porque se trata –aseguran las socias– de fortalecer el autoconsumo con productos más sanos y variados, y a la vez tener excedentes para vender y sacar algún ingreso que mejore la economía familiar. Por eso muchos cultivan el tomate de milpa, que aparte de dinero, da mucho empleo y ayuda a que los jóvenes no migren.

Gracias al empeño del grupo en la agricultura sustentable, se ha mejorado la ecología y la biodiversidad de la zona, y puede afirmarse que las 160 familias y los 112 productores asociados a la organización han avanzado notablemente en la diversificación de cultivos y en la recuperación de la flora y fauna endémicas. Pero también han crecido sus procesos organizativos y de gestión comunitaria para la educación, la salud, el empleo y el mejoramiento de sus condiciones de vida, porque la experiencia de las ferias, los fondos de semilla en la Vicente Guerrero y la voluntad por recuperar los maíces nativos y mejorar la vida rural, ha sido ejemplar para muchas comunidades de Tlaxcala.