Opinión
Ver día anteriorSábado 22 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Acteal, la realidad y la ficción
L

upita, Ernestina y Lucía eran unas niñas de 13, nueve y cuatro años cuando vieron morir a sus padres el 22 de diciembre de 1997 asesinados por las balas de los paramilitares. Su hermanito menor, el kox, como le llaman los tzotziles, murió en brazos de su madre. Otros cuatro de sus hermanos también murieron ese día y fueron sus cuerpos inertes los que a ellas les salvaron la vida al cubrirlas de las miradas de los asesinos. El 14 de agosto pasado se sentaron juntas en el pavimento frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) después de oír el fallo de los ministros que liberaba a los asesinos de su familia. Sus ojos estaban enrojecidos por un llanto apenas contenido. Lupita –la mayor– dijo, en voz entrecortada por el dolor, ¿ahora qué vamos a hacer? Unos días antes Lupita había visto con otros miembros de Las Abejas el video de los abogados del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) entrevistando a sus defendidos en la cárcel. De pronto el rostro de Lupita se ensombreció, mientras señalaba con el dedo ése mató a mi mamá. Se podía adivinar su estremecimiento interno. Ahora Lupita y sus hermanos tendrán que soportar un estremecimiento mayor cuando vean a ese hombre en carne y hueso mientras transita libremente por los caminos de Chenalhó.

Mariano también sobrevivió a la masacre, pero perdió a su esposa y a su hija. Al escuchar el fallo de la Corte exclamó: los paramilitares viven atrás de mi casa, sus caminos se cruzan con mis caminos, sus parcelas están junto a mi parcela, donde van a trabajar mis hijos; ya nunca podremos estar tranquilos. Por supuesto, Mariano nunca tuvo la menor dificultad para identificar a los asesinos de su familia, que eran sus vecinos e incluso parientes, pero ahora los jueces decidieron que su testimonio no es creíble y que la procuraduría inventó las pruebas.

Toño es un desplazado que ya no pudo retornar a su comunidad; se quedó a vivir permanentemente en lo que fue el campamento de desplazados de X’oyep (donde Pedro Valtierra tomó la famosa foto que ha dado la vuelta al mundo, la de las mujeres Abejas resistiendo a los militares). La razón es que Toño vivía en Los Chorros, el principal nido de paramilitares. Es, por tanto, un testigo privilegiado de la operación de éstos y de los preparativos para perpetrar la masacre de Acteal. A pesar de las amenazas declaró valientemente ante el Ministerio Público y el juzgado identificando a actores claves de la masacre. Declaró y no pudo retornar a su comunidad: su vida hubiera corrido mayor peligro que el que de por sí corre. Cuando conoció la lista de los liberados por la Suprema Corte, exclamó: “¿Cómo va a ser inocente Tomás Pérez Méndez? Si él es uno de los principales organizadores…” Pero los ministros no consideraron válido su testimonio. Habrá que ver si los paramilitares, menos formalistas que los abogados, también le restan importancia al testimonio que los hizo pagar 11 años en la cárcel.

Sebastián, el presidente de la mesa directiva de Las Abejas, mira un televisor después de haber escuchado afuera de la Corte la decisión de los ministros. El noticiario amplía la noticia. Aparece el ministro José Ramón Cossío diciendo como no podemos ponernos a ver quién es culpable y quién es inocente, pues que salgan todos. Se rasca atrás de la cabeza, como acostumbran los tzotziles. No entiendo, dice. No es que no entienda español, conoce muy bien el castilla, pero no le cabe en la cabeza que un juez pueda decir semejante atrocidad. Y no cualquier juez, sino alguien que se supone representa la más alta autoridad judicial del país.

Esto sucede en el mundo real con los sobrevivientes de la masacre de Acteal. Mientras tanto, en el mundo de papel donde viven la mayor parte de los intelectuales, los abogados del CIDE se autocongratulan por haber inaugurado una nueva era para la justicia en México; los ministros se sienten satisfechos porque han salvado el respeto de las garantías constitucionales y Héctor Aguilar Camín se revuelve entre papeles proponiendo soluciones a enigmas y acertijos que él mismo inventó.

En medio de todo esto, el gobernador de Chiapas decretó una medida que, por lo pronto, parecía estar en un registro diferente al de quienes celebran la liberación de los asesinos de Acteal como un gran logro de la justicia. El gobernador Juan Sabines decidió que sería mejor que los excarcelados no regresaran a sus comunidades para evitar los conflictos que eso podría acarrear; su gobierno les proporcionaría tierras en otro municipio para que ahí establecieran su morada. Confieso que al principio me pareció que por lo menos esa medida era reflejo de un sentido de la realidad y no como las del CIDE, la Corte y (a) Nexos, fruto de vivir en la fantasía de los papeles. Pero la reacción de Las Abejas hizo que yo fuera en esta ocasión el que tenía que volver a la realidad. Cito textualmente su comunicado:

Vemos que después de la liberación de los paramilitares se empiezan a revelar y se están aclarando muchas cosas, como la acción del gobierno de Juan Sabines que va a apoyar a los asesinos libres, para que puedan vivir en la gloria. Nosotros los sobrevivientes de Acteal con esta acción lo resumimos, ¿quieres regalos, bonos para viviendas, dinero y tierra?, mata a niños, a mujeres embarazadas y tendrás todo lo que quieres. ¡Hechos, no palabras! Así mismo, el presidente Calderón dice que su gobierno no permitirá otro Acteal, pero que acepta la decisión de los ministros de la SCJN. Entonces, ¿por qué está de acuerdo en la liberación de los asesinos de Acteal, que ellos y con la ayuda de sus compañeros que viven en las comunidades, podrían agredir a los testigos de la masacre de Acteal?

Esa es la voz de las verdaderas víctimas de Acteal que ahora un nuevo operativo de Estado pretende sustituir por las seudovíctimas de la justicia (los paramilitares presos) inventadas por sus cómplices expertos en intrigas de papel. Pero la verdad no está en los expedientes de los licenciados. Está en Acteal, para quien sepa verla.

*Rafael Landerreche trabaja en un proyecto educativo en Chenalhó al que asisten varios de los hijos de los mártires de Acteal.