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Todos dimos por hecho que se suicidó; Cinco balas para Manuel Acuña sigue otra línea

César Güemes cuenta otra historia sobre la muerte del autor del poema Nocturno
 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de agosto de 2009, p. a14

El 6 de diciembre de 1873 nació el mito de Manuel Acuña: el poeta que se suicidó por desamor al ingerir cianuro. La culpable, Rosario de la Peña, protagonista de Nocturno. Pero, ¿y si no fue así?, ¿si fue asesinado? Una vez hechas esas preguntas la historia oficial deja de cuadrar.

A partir de ese descuadre el periodista César Güemes construye la trama de Cinco balas para Manuel Acuña, en el que narra los últimos dos años de la vida de quien también cursaba la carrera de medicina.

Cianuro. Extraña muerte la que elige un estudiante de medicina, a sabiendas de la larga agonía que le espera.

Al menos seis fueron las hipótesis que trabajó Güemes en la elaboración de la novela, publicada por Alfaguara, de las cuales descartó cinco, y que son precisamente las que se han contado desde su muerte, en la habitación número 13 del corredor, bajo el segundo patio de la Escuela de Medicina (hoy el Museo de San Ildefonso): falta de dinero, el desamor de Rosario de la Peña –en varias entrevistas ella misma negó que hubiera tenido alguna relación sentimental con el poeta–, que estaba solo, que había sido malquerido por las mujeres, y falta de reconocimiento. La sexta es la que el lector encontrará en el libro.

En esta novela todo está sustentado en un mundo que yo, como periodista, avalo como real. También es novela, y quedo muy satisfecho, porque entendí qué diablos pasó después de haber descartado varias líneas de investigación que fui trazando poco a poco.

Eligió la novela y no el reportaje o la biografía porque “con la ficción podía acomodar los elementos de tal suerte que contaran la historia de manera más clara; puede ser que más convincente que un reportaje o incluso que una biografía. Llegué a tener tantos datos que pensé: ‘bien podría hacer una biografía’, pero luego me dije: ‘no es lo mío, y hay quien sí lo sabe hacer’, así que preferí decantarme hacia la novela”.

Después de varios años de investigación y de escritura, de haber descartado las hipótesis más recurridas durante más de un siglo, el hallazgo más importante “es algo que absolutamente a todos, y me incluyo, se nos pasó: dimos por hecho que su muerte fue suicidio, y no hubo una investigación policial al respecto.

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El autor de la novela, publicada por AlfaguaraFoto Carlos Cisneros

“Amigos, admiradores, enemigos –tenía un montón de gente que no lo quería, porque había triunfado–, todos dieron por hecho el suicidio. Hoy, si una persona se encuentra en el mismo caso que él, se tiene que levantar una investigación de oficio. La gente no se mata nomás porque sí, y menos de manera tan cruenta; alguien tenía que preguntarse qué pasó.

“Aparece alguien apellidado Bencomo, quien fue el único que en su momento dudó que se hubiera suicidado, pero le hicieron poco caso –históricamente está documentado.”

Cinco balas para Manuel Acuña ofrece una versión diferente a la que teníamos, añade Güemes. “No sé si realmente sea una revaloración completa, pero es rescribir su muerte y los dos años previos, que no sólo están poco documentados, sino que la información que existe está dispersa, incluso alguna ha salido del país. Hay archivos que son completamente privados, hay documentos firmados por él, que cuando los vi –hace cuatro años, tal vez– ya estaban a punto de desintegrarse, jodidísimos por la humedad, muy maltratados.”

Es ver a Manuel Acuña desde otra ventana, porque lo único que recordamos es que se mató por una mujer; no está mal, porque después de todo eso contribuyó a su mitificación, porque junto con su poesía, el teatro y el periodismo, lo hizo pervivir todo ese tiempo.

–¿Es tal el logro de acercarse a la verdadera causa de su muerte?

–Creo que después de haber descartado de manera documentada todas las posibilidades que existían por las que se había matado o ingerido cianuro, solamente quedaba una línea por recorrer y yo me quedé con ésa, no por capricho, sino porque me satisfizo y porque me permitió escribir la novela.

“Creo que a Manuel Acuña le habría gustado que los dos últimos años de su vida se hubieran contado de esta forma; esto es, que se hubieran contado como lo que era: hombre lleno de vida, enamorado del periodismo, amante de las mujeres, amigo de sus amigos, escritor disciplinado, estudiante destacadísimo, todo lo que no se ve tan fácil, porque la loza de Nocturno es pesada. Levantarla para asomarse lleva tiempo, esfuerzo, dinero, pero vale la pena.”