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El artista presenta a partir de mañana su exposición Ciudades ¿visibles?

Soy pintor, clama Emilio Payán en las 10 obras que muestra en Casa Lamm

Mis primeros cuadros eran toscos, infantiles; ahora, siguen siendo infantiles, pero más elaborados, dice

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El color de la ciudad, de noche, de día, me apasiona muchísimo, así que me invento urbes imaginarias y con eso juego, comenta a La Jornada el pintor Emilio PayánFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Martes 25 de agosto de 2009, p. 4

Soy pintor, es el grito latente en los 10 cuadros que Emilio Payán exhibe en Ciudades ¿visibles?, exposición que será inaugurada mañana miércoles 26 de agosto a las 19 horas en Casa Lamm Centro de Cultura, Álvaro Obregón 99, colonia Roma. Curada por Teresa del Conde y Germaine Gómez Haro, es la primera muestra de Payán en una galería formal, ya que sus individuales anteriores fueron en casas de cultura y en el Metro.

Fundador hace 20 años de Tiempo Extra Editores, taller de grabado de gran formato sobre metal, Payán no se conformó con ser impresor y editor de otros. De hecho, le resultó inevitable pintar, primero, por la necesidad de expresarse y, segundo, por la influencia de todos los pintores (Vicente Rojo, Juan Soriano y Manuel Felguérez, por mencionar sólo unos cuantos) que pasaban por el taller o que han vivido en casa de mis padres (Carlos y Cristina Payán), como Alberto Gironella y Arturo Rivera. Era mucha la carga de la relación con ellos, te dan ganas de pintar”.

Desde que Payán tomó su primer pincel en forma autodidacta su temática siempre ha sido la misma: la ciudad. No necesariamente la de México, donde nació, sino una idea de ciudad: urbes imaginarias que me invento y con eso juego. Su colorido, símbolos y conglomerados son lo que más le atrapan.

Explica: El color de la ciudad, de noche, de día, me apasiona muchísimo. Luego, sus formas, siempre trato de buscar algo que esté chueco, fuera de lugar, para que me guste. Por ejemplo, un poste donde está caído el letrero.

Para su exposición en Casa Lamm, Payán se dedicó a pintar 10 horas diarias, desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde. De allí que juzga su pintura más elaborada, más cuidadosa. Usé pinceles más chicos, entonces, pude pintar con más detalle. Los primeros cuadros que hice hace 15 años son mucho más toscos, infantiles. Estos siguen siendo infantiles, pero están más elaborados.

Sus pinturas más recientes también incluyen otras aproximaciones: “Ahora uso más el collage, porque me da mucha calma. He pegado un borrador, monedas, corchos y llaves. Donde quiero acentuar algunas cosas, igual pego el collage. El chiste es cómo pegar cositas, y eso me entretiene mucho”. También han crecido sus formatos para alcanzar 1.50 por dos metros.

–¿Qué significa sentirte pintor?

–Pintar. Tengo que pintar muchísimo para sentirme pintor. ¿Qué significa? Oler el óleo, el acrílico, ensuciarse, ser creativo. Luego, va acompañado con un estilo de vida que es inevitable. Que son los amigos, las discusiones, que es hablar, platicar, que es enamorarse, que es amar.

–Dices que eres autodidacta, pero, ¿quiénes te han hecho observaciones?

–Saúl Villa, mi maestro de grabado, es un buen crítico de mi pintura. Arturo Rodríguez Döring y Eloy Tarcisio, también. Gabriel Macotela, aunque no es mi maestro de pintura –de grabado sí, porque ha venido al taller a trabajar–, es un ejemplo claro de lo hay que seguir, por su libertad como artista para pintar una tela. Ellos, como amigos cercanos, me han ayudado para ver cómo va la pintura.

La mezcla de placer y obsesión de Payán por trabajar un solo tema le dio un estilo propio que identifica su obra. Ahora se ha vuelto más abstracto. Hay quienes comparan su pintura con la de Günther Wasser, obra que apenas conoció hace unos años: De repente lo conocí, me encanta el personaje. No me gustan las comparaciones, no soy nadie para compararme con él, pero sí hay una similitud que trato de evitar.

Payán se refiere a su estilo lúdico, de muchos colores, como cuadradismo, en lugar de impresionismo. Es una loquera, puros cuadritos, puros cuadritos. Primero eran ventanas, porque siempre he dicho que vivo en una de las miles de ventanas dentro de los miles de cuartos de una ciudad. Empecé a pintarlas también porque hay un poema de Fernando Pessoa que habla sobre ellas. Ahora es el cuadradismo total o la viruela que luego está por todos lados. Empiezo manchando y hago mis cuadritos. Estructuro mi ciudad poco a poco. Me divierto mucho.

La exposición Ciudades ¿visibles? también comprende una escultura, o más bien un objeto, realizado con símbolos urbanos en forma de láminas que el artista ha coleccionado. Este homenaje al peatón está hecho con materiales de deshecho que Payán halla tirados en la calle o ayuda a que se caigan del poste. Ahora, ha encontrado una herrería que le vende por kilo todos los desperdicios de la construcción del segundo piso. Son símbolos que intervengo con pintura y grabado también. Les pego papel japonés y otras cosas. Ya tienen un peso por sí mismos.