Política
Ver día anteriorDomingo 30 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la Mitad del Foro

Honorable comparsa de la confusión

U

na secretaria de una subsecretaría de Gobernación enmendó el texto constitucional, exuberantemente enmendado a partir de 1994, para invitar a diputados y senadores del Congreso de la Unión a escuchar un mensaje matutino en lugar de lo que alguna vez fuera el Informe del estado que guardan los asuntos de la nación. Acto del Poder Ejecutivo en los salones de Palacio Nacional, donde deberían llegar con anticipación a las 9 horas, para presentar su identificación a los ujieres en la puerta lateral, ubicada en la esquina vecina a Catedral. Dios mediante.

Muy modernos, los constituyentes impertinentes invitaron vía Internet y excluyeron a legisladores de varios estados de la República. El mensaje se programó ocho horas antes de que se reuniera el Congreso de la Unión para la apertura de sesiones a la que, según la más reciente enmienda formal, debe enviar el Presidente de la República, por escrito, el informe susodicho y una vez más puesto en entredicho. Hace un año, Juan Camilo Mouriño llevó el paquete a San Lázaro y los medios reprodujeron las sonrisas futuristas del secretario de los comisionados para recibir el mensaje en local aledaño al salón de plenos.

Dicen que el campechano negoció el modo y sitio de la entrega. En los corredores del poder panista las murmuraciones ensordecen: cuando Juan Camilo despachaba en Los Pinos, él era el conducto político del presidente Calderón con el Congreso, los partidos de la pluralidad, los gobernadores y, desde luego, con los patrones, los dueños del dinero, los propietarios de los poderosos medios electrónicos y los purpurados de la Iglesia católica apostólica y romana. Era secretario de Gobernación en la sombra. En Bucareli despachaba Francisco Ramírez Acuña, quien presidirá la mesa directiva de la Cámara de Diputados el primer año de la 61 Legislatura.

En la casona de Covián despacha ahora Fernando Gómez Mont, afamado abogado a quien nadie le ha dicho que ante el Congreso de la Unión debe comparecer su jefe, así sea por interpósita persona, portadora del informe por escrito. Las intrigas cortesanas atribuyen la imperdonable majadería a nervios tensos por rumores de cambio: se va de Gobernación el abogado y ocuparía su cargo Luis Felipe Bravo Mena, poder detrás de la silla que hace las veces de trono en la transición empantanada. Personaje a modo para la intriga florentina; algo habrá añadido a sus dotes provincianas a su paso por los salones del Vaticano, adonde llegó como embajador de México ante el Estado nacido con los acuerdos de San Juan de Letrán.

La debilidad de Gómez Mont se reflejaba en las bravatas y retos al crimen organizado. Pero el desajuste, la visión de inminente relevo, está en lo político; en apenas simular el enlace político directo del Ejecutivo, en la falta de control en el rejuego de compañeros de gabinete que declaran a diestra y siniestra, anuncian desastres, pronostican tragedias, se atribuyen logros y eluden responsabilidades. El abogado decidió no tenerse a sí mismo por cliente y puso a circular la versión de un relevo... en la Procuraduría General de la República: sale Eduardo Medina Mora, entra Felipe Gómez Mont. Con Felipe Bravo Mena en Gobernación volverían los métodos de ministerio del interior, con inquisidores legos, guardianes del templo del poder y de la naturaleza desconfiada de Felipe Calderón Hinojosa que le impide delegar facultad alguna.

Alguien, cualquiera de los jóvenes turcos, o del Yunque, debió impedir el despropósito de invitar a un Informe presidencial en palacio a las nueve de la mañana del primero de septiembre. Hubo elecciones y el partido en el poder perdió hasta el modo de andar. Tanto, que el propio Felipe Calderón diría en el extranjero que fue más grave, más grande la caída del PRD que la del PAN. Pero el PRI se quedó con la quinta y los mangos. Antes de llegar a San Lázaro hubo acto campirano en la CNC. Beatriz Paredes en casa; Yvonne Ortega y Enrique Peña avecindados en la parcela; presentes Armando Neira, del sector obrero, Sami David, del popular, y Cruz López Aguilar, del campesino. Ante la feroz crisis económica, el gobierno, diría Cruz López, está poniendo los bueyes detrás de la carreta.

El PRI tiene 237 diputados (184 de mayoría y 53 plurinominales). Francisco Rojas es el coordinador de esa fracción parlamentaria por decisión unánime, sin oposición abierta de sus compañeros de bancada. Héctor Pablo Ramírez, uno de los 11 diputados oaxaqueños que ganaron las elecciones de mayoría, dio voz al reajuste de fuerzas, pero no se opuso a la designación ni lanzó a César Augusto Santiago a contender a sabiendas de no contar con los votos necesarios. Los feligreses de las teorías de la conjura ven el retorno fantasmal del poder salinista. Algún experto que aseguró que tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, Carlos Salinas no pudo hacer candidato a Francisco Rojas porque el director de Pemex estaba entre los secretarios de despacho a los que la Constitución impedía serlo sin haber renunciado con el tiempo anticipado que señala la norma. Así es esto del viejo hábito de las etiquetas.

Francisco Rojas fue secretario de la Contraloría con Miguel de la Madrid. Iba a ser director de Pemex desde el primer día del sexenio, pero Mario Ramón Beteta le pidió el cargo a su amigo, Miguel de la Madrid. Los conflictos con el sindicato, con Joaquín Hernández Galicia, movieron las piezas del tablero: Mario Ramón Beteta fue convertido en gobernador del estado de México y Francisco Rojas llegó a la dirección de Pemex, donde se quedó ocho años y padeció la dictadura tecnocrática de los techos fiscales impuestos por la Secretaría de Hacienda. Ante la tragedia de Lomas Taurinas, Miguel de la Madrid habló con Carlos Salinas y al hacerlo le cerró las puertas a Francisco Rojas. Nada más eso faltaba, que se la debiera al antecesor. Carlos Salinas designó en sesión espiritista a Ernesto Zedillo; nombró a su verdugo, al liquidador del sistema.

El PRI dijo que no a la invitación; que el periodo de sesiones iniciaba a las cinco en punto de la tarde, en San Lázaro, en la sede del Congreso de la Unión. El PRD también rechazó la insultante muestra de ignorancia, de respeto a la separación de poderes; tiene también coordinador: Alejandro Encinas, cuyo sentido común debe permitir que los 71 diputados del PRD sean factor de poder y no meros partiquinos. Por lo pronto, Agustín Carstens, tan insensible como los empleados de Gobernación, exige austeridad al Congreso y demanda transparentar los gastos del Poder Legislativo. Supriman secretarías, replicó el PRI a Carstens y Carstens. Pero sin olvidar que es asunto delicado tomar decisiones sobre las instituciones, sobre todo sin tener nada con qué sustituir las funciones de las mismas.

Increíble la torpeza de la invitación al acto mayestático matutino. Menos mal que con brújula jesuítica y palaciega, César Nava, dirigente nacional del PAN, encontró salida al laberinto de insolencia burocrática: postergar el acto es un gesto del Presidente que demuestra sensibilidad y respeto a la investidura del Congreso y que nosotros apreciamos y agradecemos.

Murió el senador Ted Kennedy. Gran legislador, político de vocación, quien sirvió a las causas de la justicia social, dentro y fuera de su país. John F. Kennedy inspiró a América; Robert Kennedy la desafió; Ted Kennedy la cambió. Y cambió al mundo, dijeron en su eulogía.

Nosotros los de entonces ya no somos los mismos.