Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de agosto de 2009 Num: 756

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Bajarlía: el poeta que descendió del futuro
STELLA AVARADO

El amor cuando falla
EPAMINÓNDAS J. GONATÁS

De una acera a la de enfrente
GUILLERMO SAMPERIO

La cosa es la obra
O. HENRY

Confesiones de un humorista
O. HENRY

Tres poetas

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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La Jornada Virtual
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A Lápiz
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Artes Visuales
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Angélica Abelleyra

Marcela Armas: mirar a la ciudad para entendernos

Tiene más preguntas que respuestas. Y en su confección de universos, donde el sonido, el movimiento y la electrónica conviven y se confrontan, voltea a mirar su entorno urbano para cuestionar(se) qué clase de entes humanos queremos ser. Porque si alguna certeza tiene Marcela Armas (Durango, 1976), es que sólo las ciudades, los espacios y los objetos que nos rodean y son proyecciones de lo que somos, nos ayudarán a entendernos, tanto en lo inasible de la individualidad como en lo complejo de lo colectivo.

Quizás el único nexo familiar con sus intereses por los fenómenos mecánicos y eléctricos es que su padre dirige estaciones de radio. Pero su enfoque a estos contextos vendría años más tarde. Primero se inclinó por la arquitectura en su natal Durango y, posteriormente, dirigió su mirada hacia las artes plásticas en la Universidad de Guanajuato, donde transformó aquellos estudios alrededor de la escultura y la pintura convencionales en una experimentación en proyectos donde los medios electrónicos han tenido un papel primordial.

Formó parte del grupo Los Ejecutistas cuando radicaba en Guanajuato, y junto con los artistas Gilberto Esparza e Iván Puig continúa un camino de exploración de la electrónica aplicada a la creación artística. En proyectos individuales o conjuntos, convoca a talleres donde arquitectos, diseñadores, creadores de las artes escénicas y otros productores desarrollan prototipos o experimentos con recursos electrónicos. Ella y Gilberto Esparza (su pareja) han implementado equipos en Buenos Aires, Lima, Santiago de Chile y Ciudad de México en un proyecto financiado por la Fundación Telefónica (España).

Con cinco años de residencia en Ciudad de México, Marcela acepta que esta urbe la impactó desde el primer día. Su experiencia de vida en Durango, Guanajuato y Valencia (ciudad donde estudió un año) era muy distinta a la que desarrolló en la defeña Santa María la Ribera. Y su práctica artística se modificó en términos de lenguaje y soportes. La instalación, el arte sonoro, la intervención urbana y la acción han sido su manera de hacer “señalamientos“ sobre cuestiones relacionadas con el uso de la energía a través de algunas aristas: el ruido que inunda las calles y el uso desenfrenado de los hidrocarburos en este espacio urbano compartido entre la inconciencia, la confusión y el azar.

Lograr discursos poéticos e impactos estéticos es uno de sus fines. Y apela a la capacidad de los propios materiales para hablar de una circunstancia concreta. Como su pieza I Machinarius, que mediante treinta y un catarinas industriales mueve una cadena que dibuja el contorno de una República Mexicana (de cabeza) con un sistema de lubricación a base de petróleo. Un señalamiento sobre la política extractiva de los recursos y una representación de nuestro país como una maquinaria de trabajo pesado, desbordada y herida. Y si está invertida es porque ese derrame del recurso energético finalmente va hacia el norte.

Otro caso de sus señalamientos lo tenemos en una acción en donde su propio cuerpo es portador y emisor de sonido. Ocupación, un performance donde porta un kit de cláxones con un mando de control, a fin de ocupar el espacio vehicular mediante una caminata entre los autos. Esa acción, realizada en el df hace varios años, la desarrollará en octubre próximo en el contexto de la Bienal del Mercosur, en Porto Alegre, Brasil.

Más allá de sus anotaciones de la contaminación auditiva que nos abruma, con esta acción busca una ruptura de la cotidianidad; crear una pequeña fisura en un espacio hostil como la vialidad y el tránsito vehicular. Con los cláxones que toca desde su torso, logra una reconfiguración del paisaje sonoro en las avenidas por las que deambula. A ella le gusta definirlo como “un acontecimiento”, la transformación de un momento. Y cree fervientemente en ellos, pues son instantes que logran cambiar la vivencia cotidiana.

Como sucede en su propia persona, considera que en México han crecido el interés y la experimentación de l@s artistas en la experiencia sonora. Colegas como Gilberto Esparza, Arcángel Constantini, Iván Abreu y Mario de Vega le han reforzado su compromiso con la experimentación y la búsqueda de formas de elaborar discursos. Así también lo han hecho profesionales académicos, la ingeniería, la física, con quienes mantiene un diálogo sobre el uso de las nuevas tecnologías y las políticas de uso de recursos naturales en México y el mundo.

Así, mientras el petróleo, el ruido y la energía han conformado sus pivotes de creación, también lo es su reflexión sobre el entorno urbano. Tiene presente el dicho del geógrafo David Harvey, quien considera que al construir una ciudad nos construimos a nosotros mismos. Por ello, está segura que debiéramos preguntarnos cada día en qué clase de individuos nos estamos convirtiendo y hacia dónde queremos conducirnos. Quizás por eso Marcela, en medio del caos de Santa María la Ribera, construyó su vivero que da luces, sombras y vida desde una azotea convertida en su pequeña isla en la ciudad.