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Recibirá un homenaje en la inauguración de la quinta Mesa Redonda de Monte Albán

Los arqueólogos nada podemos hacer contra el abandono: Roberto Gallegos

El investigador será reconocido por encabezar en 1962 los hallazgos de las tumbas I y II de Zaachila, Oaxaca

La circunstancia actual de Teotihuacán le resulta algo muy amargo

 
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de septiembre de 2009, p. 5

Pertenezco a una generación de arqueólogos que se enfrentó a la destrucción de edificios prehispánicos, a traficantes de piezas, a constructores de carreteras que sin miramientos trituraron material valioso; expusimos la vida, pero nunca nos hemos sentido defraudados de la profesión que elegimos, expresa Roberto Gallegos Ruiz (Tlaxcala, 1932), uno de los decanos de esa profesión en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El especialista recibirá esta tarde un homenaje en la inauguración de la quinta Mesa Redonda de Monte Albán, Oaxaca, que se realizará en el Centro Cultural Santo Domingo, en la capital oaxaqueña (los detalles los dio a conocer La Jornada el pasado 21 de agosto).

Entre otros aspectos, Gallegos será reconocido por haber encabezado en 1962 los hallazgos de las tumbas I y II de Zaachila, los cuales sirvieron para comprobar la conexión entre las culturas zapoteca y mixteca, esta última cuna de extraordinarios artistas lapidarios (talladores de piedras preciosas) que influyeron, sin duda, afirma el investigador, en quienes realizaron piezas como el cráneo de cuarzo que posee el Museo Británico o la vasija de obsidiana con forma de mono, una de las piezas más famosas del Museo Nacional de Antropología.

Cincuenta y tres años en el INAH

En charla con La Jornada, Roberto Gallegos, quien este 2009 celebra además 53 años de trabajo en el INAH, señala que el instituto requiere del apoyo sólido y firme de quienes toman las decisiones políticas, porque conocemos nuestras limitaciones.

Dice que los arquéologos mexicanos deben responder por un patrimonio, dejar testimonio de su trabajo, compartir los hallazgos, hacer visitables los sitios, darles un valor histórico, pero también es claro que están los intereses del Estado.

Quien fue director de la zona arqueológica de Teotihuacán de 1989 a 1992 comenta que le resulta muy amargo ver la situación que se vive en ese sitio, no sólo por todo lo que ha pasado debido al proyecto de luz y sonido, sino por la falta de control que existe del comercio ambulante, pues cuando yo dejé el cargo habíamos planteado soluciones al respecto, así como para enfrentar el cambio urbano.

Roberto Gallegos recuerda que fue su abuelo quien, en su natal Quiahuixtlán, sembró en él la semilla de la admiración por los antiguos, como llamaba a los fundadores de ese poblado tlaxcalteca.

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El investigador Roberto Gallegos Ruiz (Tlaxcala, 1932), ayer, durante la entrevista con La JornadaFoto Yazmín Ortega Cortés

Compromiso social

En los años 60, luego de tomar la decisión de dedicarse a la arqueología, en oposición a los deseos de su madre quien deseaba que fuera médico, Gallegos fue el responsable de las adquisiciones y colecciones arqueológicas que conformaron el Museo Nacional de Antropología.

Más de medio siglo después, sin dudar un momento del camino profesional que eligió, sigue en activo. En la actualidad trabaja en la investigación de la zona arqueológica de Mixcoac, mal conocida, dice, como San Pedro de los Pinos.

Al respecto, expresa que se trata de un asentamiento del que no se sabe cuál fue su extensión; ahora, si bien es modesto, contiene información importante, pues ahí se ubicaba una de las rutas de salida del valle de México hacia Toluca.

Pero estos vestigios apenas se aprecian; el Periférico pasa casi sobre ellos. Asimismo, el investigador explica que “en la ciudad de México hemos perdido pirámides al mismo ritmo en que ésta ha crecido. Los arqueólogos no podemos hacer nada contra el abandono, no somos quienes tomamos las decisiones.

“Aparte del Templo Mayor, Mixcoac y Cuicuilco son dos zonas sobrevivientes, pero hay otras que de plano se han perdido, como la pirámide que se encontraba por la presa Anzaldo, en la delegación Álvaro Obregón; sabemos quiénes son los responsables de su desaparición, pero, ¿qué se puede hacer ya?

También hay sitios que ni siquiera se han explorado. Por ejemplo, en la avenida San Fernando e Insurgentes, donde está el parque Loreto y Peña Pobre, existe un basamento de varios cuerpos; también hay otras estructuras en lo que hoy es la avenida Santa Teresa, ahí en el sur; en general en Tlalpan existen muchos edificios prehispánicos.

Por eso, si algo pudiera recomendar a la nueva generación de arqueólogos, concluye Gallegos, es que no se fijen sólo en el desarrollo de las tecnologías o en el refinamiento para clasificar los materiales recuperados: deben concientizarse y no olvidar que ser arqueólogo implica, más que nada, más que un reto personal, un gran compromiso social.