Opinión
Ver día anteriorDomingo 6 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
A la mitad del foro

A medio camino de Damasco

Foto
El presidente Felipe Calderón durante la ceremonia con motivo de su tercer Informe de gobierno realizada en Palacio NacionalFoto Marco Peláez
C

ambiar a fondo y cambiar ahora mismo. No hay otra alternativa. Pablo camino de Damasco; Robinson Crusoe: o una vez más el príncipe de Lampedusa seguro de que nada cambia las manchas del leopardo. Por lo pronto, hubo entrega del voluminoso ejemplar del Informe, que debió traducirse en rendición de cuentas, con puntual respuesta presidencial a las cordiales o agresivas preguntas. También por escrito, no faltaba más, de legisladores dispuestos a no parlamentar.

Y, sin embargo, la orgía mediática del presidencialismo y la angustia existencial de 100 millones de mexicanos a punto de naufragar –la mitad al borde de la hambruna– pusieron sobre el tablero la urgencia de mover las piezas o vernos ante el jaque mate, sin necesidad de que el adversario imaginario impida un enroque o corone un peón. Llegó la hora del cambio a fondo, dice el presidente Calderón desde el fondo de una apabullante derrota electoral, aferrado al dogma del sistema financiero inmarcesible, de cero déficit y cero generación de empleos. Adiós a lo posible, hagamos lo necesario, dijo en el acto personal el titular del Ejecutivo, al amparo de las reformas precipitadas que cancelaron el día del Presidente en el Congreso para instaurar el mayestático discurso en Palacio Nacional.

Ecos del agónico testamento de Germán Martínez. Transustanciación del porfiriano nos, que cada uno vale tanto como vos, al llamado amable a la rendición incondicional, a la dimisión al cargo de presidente de la República. Pero el naufragio no dejó timón para el golpe tantas veces anunciado. A la mitad del camino, a medias, pero Felipe Calderón reconoce lo evidente: no hay más cera que la que arde; hay que hacer política y reconocer el reacomodo de fuerzas que ya se dio. Cierto, el lugar común de la mejor reforma es la reforma posible se convirtió en justificación para la transición en presente continuo y, a final de cuentas, en la parálisis de la reforma del Estado, en el infantilismo democrático. Quizás por eso diría Felipe de Jesús Calderón que llegó la hora de pasar del sufragio efectivo a la democracia efectiva. ¿Participativa?

En todo caso, reconoció el riesgo inmediato de la inmovilidad a la mitad del camino. La convocatoria a la unidad nacional, el llamado a debatir sus propuestas, el impulso irresistible de presentar en el ágora electrónica un decálogo: mandamientos en los que hay, cuando menos, un orden numérico en el que el combate a la pobreza se antepone a la guerra contra el crimen organizado. Falta el cómo, el cuándo, el cuánto. Y, a pesar de las buenas intenciones de hacer lo necesario y no limitarse a lo posible, es terca la realidad: la política es el arte de lo real y lo posible. Aunque algunos destacados conservadores hayan evocado el espíritu del 68 en el mayo parisino que llamaba a exigir lo imposible.

Siete diputados fijaron las posiciones de sus respectivos partidos en San Lázaro. Al día siguiente fijó la suya el que envió a Fernando Gómez Mont con el paquete que guarda el estado de los asuntos de la nación. Convoca el mandatario a las fuerzas políticas, las organizaciones empresariales, los académicos; al conjunto del sistema en descomposición. Y se agitó el avispero. La Iglesia no necesita invitación. Los sindicatos vieron lo escrito en el muro y anticiparon reformas laborales que liquiden el vigor social de la norma constitucional. Los campesinos padecen la sequía, las cosechas perdidas en cientos de miles de hectáreas, la muerte del ganado; y la intolerable liviandad del secretario Alberto Cárdenas, quien asegura que no faltarán alimentos porque han sido muy buenas las cosechas de maíz en los Estados Unidos, allende el Bravo.

Aquí, en el Senado, Manlio Fabio Beltrones llama a hacer frente a la emergencia nacional porque los índices de pobreza pueden convertirse en hambruna. Sea por Galileo o por Darwin, evoluciona el mal mexicano. La nueva correlación de fuerzas se expresa en las reuniones de Francisco Rojas y Manlio Fabio Beltrones con Felipe Calderón. No son portadores de obsequios que justificarían la crónica desconfianza del michoacano. El líder de los diputados presentó en Los Pinos el proyecto económico de ambas bancadas del PRI, para contrastar con la iniciativa que enviará el Presidente pasado mañana.

Medidas concretas, dicen, con prioridades precisas. Fortalecer los ingresos: revisar los regímenes especiales (auténtica expresión de tendencias oligárquicas) que representan 500 mil millones de pesos anuales, casi 4 por ciento del producto interno bruto; fortalecer (revivir, diría yo) la banca de desarrollo, cuyos restos hacen hoy 25 por ciento de lo que hacían en 1994, así como regular la banca comercial que ha dejado de financiar al sector productivo mexicano... y un país que no tiene financiamiento, simplemente no tiene desarrollo. Rojas diría también que urge hacer una reingeniería del gasto público, que han crecido enormemente el gasto corriente y las estructuras gubernamentales. En el Instituto Belisario Domínguez, el senador Beltrones puntualizaría que en los nueve años de Fox y Calderón se crearon 70 subsecretarías y mil direcciones adjuntas, lo que demanda reducir la alta burocracia que hoy nos agobia.

Que hay tela de donde cortar, dice Francisco Rojas. Manlio Fabio Beltrones afirma que el viejo presidencialismo es infuncional para los acuerdos y hay que hacer las reformas que permitan al Congreso ratificar los nombramientos del gabinete presidencial, y rehacer la fallida modificación del protocolo del informe: “Nunca pensamos que esto se iba a circunscribir a ‘no hablo en el Congreso, pero hago un acto en lo particular, donde hablo y todos aplauden’. Ese no era el espíritu de las reformas, sino la rendición de cuentas.” En el blitzkrieg mediático de incontables entrevistas televisadas, Felipe Calderón aseguró que siempre estuvo dispuesto a asistir a la apertura de sesiones del Congreso y no sólo rendir su informe y escuchar las posiciones de los partidos, sino participar en el debate, exponer sus razones y responder a los señalamientos de los legisladores. Y la nave va.

Primero los pobres. No ha estallado la paz, pero en el decálogo presidencial, la guerra de Calderón se puso al final. Aunque nada dice sobre la urgencia de sujetar el accionar de las fuerzas armadas al orden constitucional. Hoy vivimos bajo el estado de sitio ficticio: el Presidente tiene que solicitar autorización al Congreso para declarar la suspensión de garantías en cualquier parte del territorio nacional.

Aunque los poderes extraordinarios de la Secretaría de Hacienda se ejerzan en favor del dogma y la ortodoxia neoconservadoras, último bastión del consenso de Washington, del fanatismo Reagan-Thatcher, del sistema financiero sin regulación alguna, la nave va. Y los navegantes de la transición vuelven a conjugar el verbo madrugar. Queremos regresar a Los Pinos, pero con un país en marcha, con bienestar en términos positivos, y no ver el derrumbe de nuestras instituciones, dijo Francisco Rojas.

A la mitad del camino, Felipe Calderón presentó su decálogo ante las fuerzas vivas de la nación. Falta precisar prioridades, el cómo, cuánto y cuándo. Hagan sus cuentas.

Peter Altenberg, Wechsung, personaje notable en la Viena de la Primera Guerra Mundial, dijo: “Hay sólo dos cosas que pueden destruir a un hombre sano: dificultades amorosas, ambición y una catástrofe financiera. Esas ya son tres cosas, y hay muchas más.