12 de septiembre de 2009     Número 24

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

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UN OSITO FRAUDULENTO

El siete de agosto de 2009, en Panamá, Bimbo recibió su segunda multa por engañar a los consumidores. Antes, en enero de este año, fue sancionado en Perú. En México fue denunciado por el mismo moti vo ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), pero las denuncias no prosperaron. La asociación El Poder del Consumidor (EPC), por medio del Correo de La Jornada, solicitó públicamente en dos ocasiones al fundador de la empresa, don Lorenzo Servitje, y a su hijo, actual presidente de la compañía, que dieran a conocer el porcentaje de harina integral en sus productos. Bimbo no ha respondido.

Cuando iniciaron estas denuncias los productos Bimbo comercializados como panes integrales no contenían harina integral ni en su lista de ingredientes. Ahora, tras las denuncias, ya aparece la harina integral como el primer ingrediente en la lista impresa en las eti quetas, por lo tanto, tendría que ser el principal, es decir, representar más de 50 por ciento de los ingredientes en peso. Sin embargo, no es creíble este cambio. EPC analizó la información en las nuevas eti quetas de Bimbo y el único pan que ofrece datos acerca de su contenido de harina integral es “Wonder 100 por ciento integral”, pues informa la proporción de grano entero que incluye. Suponemos que éste es el pan de Bimbo que mayor canti dad de harina integral conti ene, ya que lo publicita. El hecho es que representa el 13.3 por ciento del contenido del producto, es decir, la eti queta debería decir “Wonder 13.3 por ciento integral”.

¿Cuántos consumidores caímos en la trampa durante años buscando un pan más saludable que tuviera harina integral como ingrediente principal y compramos algunos de los que comercializa Bimbo como integrales? ¿Cuál es el costo de este fraude? ¿Quién responde por el engaño? ¿Qué le puede decir Bimbo a los cientos de miles de diabéti cos que compraron pan integral Bimbo porque sus médicos les recomendaban productos de harina integral? Lo que hemos logrado es avanzar en la norma. Bimbo ya no podrá seguir estafando a los consumidores, al menos no como lo hacía con la NOM 147 SSA1 1996, Cereales y sus productos que estuvo vigente hasta hace unos días y a la que llamamos la “norma Bimbo”. Parece ser que era la única norma en el mundo que hacía una defi nición de pan integral y que permití a usar únicamente harina refi nada de trigo y escribir en la eti queta “pan integral”. La nueva norma, recientemente aprobada, establece claramente lo que es un pan integral, veamos si no hay trampas en la norma, veamos cómo interpreta algunos artí culos la autoridad para saber si los consumidores mexicanos seguiremos recibiendo gato por liebre.

La destrucción
corporativa de la salud

Alejandro Calvillo Unna

Los acelerados cambios nutricionales que están ocurriendo en México captan la atención de expertos de todo el mundo, como si se tratara de un laboratorio. El primer dato que atrae es que México presenta el mayor crecimiento en el sobrepeso y la obesidad a escala mundial en los años recientes y que la diabetes se ha salido de control mostrando al sector salud sin capacidad para enfrentarla. Esta enfermedad se ha convertido en una epidemia que es ya la principal causa de muerte y de amputación de miembros y ceguera por enfermedad asociada. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2006 (Ensanut 2006) lanzó la alerta máxima. Sus datos, comparados con los de la Ensanut realizada en 1999, dieron la alarma: en solamente siete años el sobrepeso y la obesidad en niños de cinco a 11 años de edad aumentó casi 40 por ciento y la cintura promedio de las mujeres en edad fértil creció más de 10 centímetros, entre muchos otros indicadores que llamaron la atención nacional e internacional. Las mujeres y los niños mexicanos se ubicaron con los mayores índices de obesidad en el planeta. Y el proceso continúa: en un plazo de dos años, entre la Ensanut 2006 y la Encuesta de Salud en Escolares 2008, el sobrepeso y la obesidad aumentó entre dos y tres puntos porcentuales en los menores de edad.

El origen de la epidemia se da en un cambio profundo de los hábitos alimentarios y de la dieta tradicional. En un periodo de 14 años el consumo de refrescos aumentó 40 por ciento en la población en general y 60 entre los más pobres. En el mismo lapso cayó el consumo de frutas y verduras en 30 por ciento. La Unión de Productores de Frijol ha declarado que el consumo de esta leguminosa, complemento excelente y básico del maíz para desarrollar un equilibrio de aminoácidos y una proteína de alta calidad, ha caído en más de 50 por ciento. El consumo de harinas refinadas ha crecido brutalmente –los ingresos del monopolio Bimbo lo demuestran– y ha bajado el consumo de cereales integrales. En este proceso ha jugado un papel importante la sustitución de la avena por los cereales procesados de caja elaborados con harina refinada y altas cantidades de azúcar, especialmente los dirigidos a niños. Asimismo, el cambio de la harina integral de maíz para elaborar el atole y otros alimentos que tienen por base el maíz, por la Maizena, elaborada con harina refinada, significa la sustitución de un producto con beneficios a la salud a uno que puede significar un daño.

Fábrica de gordos. Existe el consenso mundial en señalar que el deterioro de los hábitos alimentarios se da por la creación de un ambiente obesigénico, es decir, de un entorno que fabrica obesos y México es especialista en el tema. El Instituto Nacional de Salud Pública considera que las escuelas en nuestro país tienen un ambiente obesigénico, es decir son fábricas de obesos. Un elemento central en la conformación de este ambiente lo constituye el tipo de alimentos y bebidas que se venden y sirven en los planteles, un negocio estimado en más de 20 mil millones de pesos anuales y del que todos sacan provecho, menos los niños, ellos sufren las consecuencias en salud.

Basta recordar los acuerdos de la ex secretaria de Educación y hoy coordinadora de la fracción del PAN en la Cámara de Diputados, Josefina Vázquez Mota, para llevar el programa “Vive saludable” de Pepsico y el de “Movimiento Bienestar” de Coca Cola a los planteles escolares. Mientras la Secretaría de Salud presentaba sus “Recomendaciones sobre el consumo de bebidas para una vida saludable”, que deberían de llevar, lógicamente, a la expulsión de los refrescos de las escuelas, Vázquez Mota declaraba públicamente que no sacaría la comida chatarra de las escuelas y fortalecía la presencia de refrescos dentro de ellas, incluso permitiendo que se maquillaran de saludables. Mientras en el propio Estados Unidos la Fundación Clinton y varios estados lograban la salida de los refrescos de las escuelas, en México la secretaría de Educación se aliaba a las empresas refresqueras.

Publicidad chatarra. En su especialidad como fábrica de obesos, México se ha convertido en el país con mayor publicidad de comida chatarra en los horarios infantiles de televisión con un promedio de 17 por hora. La Secretaría de Salud estimó que un niño en México se expone a un promedio de 20 mil anuncios de este tipo de publicidad al año. Publicidad elaborada con recursos multimillonarios que inducen a los niños a consumir productos que dañan su salud, utilizando los más sofisticados recursos psicológicos para manipularlos y engañarlos. La industria procesadora de alimentos y bebidas, tratando de evitar una regulación por parte del Estado, como la que se comienza a dar en algunos países y como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud, anunció la creación de un código de autoregulación para este tipo de publicidad. A seis meses de operación, ha demostrado ser una farsa bien diseñada desde el escritorio de Jaime Zabludovsky, quien al frente de Conméxico, organismo que agrupa a la industria procesadora de alimentos, se ha encargado de defender la parte sustancial del ambiente obesigénico que le corresponde a las empresas en nuestro país: su presencia en las escuelas, impedir la regulación de la publicidad y evitar cualquier otro tipo de regulaciones o campañas efectivas de educación nutricional.

La regulación y la normatividad son condiciones para un ambiente sano, especialmente para los niños. Sin embargo, a pesar del grado de deterioro de la salud provocado por los cambios en los hábitos alimentarios, los poderes Legislativo y Ejecutivo no han hecho nada de fondo: los niños regresan de vacaciones a las fábricas de obesos (las escuelas) y las empresas procesadoras de alimentos se burlan y violan los derechos de la sociedad en alianza con las agencias de publicidad, las televisoras, los partidos políticos y algunas dependencias. El Ejecutivo y el Legislativo han servido más a los intereses de las corporaciones que a la protección de la salud que tienen por mandato en la Constitución. Parecen no darse cuenta que, todos juntos, han ido demasiado lejos en este problema, como en muchos otros más.

Director de El Poder del Consumidor, AC www.elpoderdelconsumidor.org