Directora General: CARMEN LIRA SAADE
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Domingo 13 de septiembre de 2009 Num: 758

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ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ÁNGELA BECERRA

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Juan Domingo Argüelles

Trivialidades poéticas

Me asomo a la Miscelánea original de Schott (El Aleph Editores, Barcelona, 2004), de Ben Schott, un libro que, como su título ya indica, mezcla lo vario y lo diferente y agrupa lo inconexo en lo que podríamos denominar el (a veces grato, pero siempre intrascendente) “conocimiento inútil”.

Schott se considera un “afanador de humildes menudencias” y en su Miscelánea se ha propuesto “reunir recortes de lo convencional”, pero también de las cosas más sorprendentemente triviales, desde la nomenclatura del golf y la longitud de los cordones de zapatos, hasta la lista de enfermedades de declaración obligatoria, las medidas del algodón, el menú de primera clase de la última cena del Titanic y la terminología sobre los bonsáis.

“Fabulosa recopilación de trivialidades esenciales” llama Stephen Fry a la Miscelánea emprendida por Schott quien, a su vez, se apoya en una frase de Oscar Wilde para justificar su proyecto: “Es muy triste que hoy día escasee tanto la información inútil.”


Polimnia

Si de humildes menudencias y trivialidades esenciales se trata el asunto, busco en las páginas de la Miscelánea qué es lo que hay sobre poesía y poetas. Lo que encuentro, primeramente, son algunas de las frases señeras de Samuel Johnson (1709-1784), entre las cuales transcribo la siguiente: “El fin de la escritura es instruir; el fin de la poesía es instruir deleitando”.

La segunda referencia que, de algún modo, se relaciona con la poesía, o más bien con los poetas, es la que tiene que ver con la lista de personas que aparecen en la famosa carátula de Peter Blake del disco Sgt. Pepper, de los Beatles. Entre ellas, los poetas Edgar Allan Poe y Oscar Wilde.

Lo que sigue es la lista de los Poetas Laureados del Reino Unido, con el siguiente comentario de Schott: “Es posible que el cargo de poeta laureado date del reinado de Carlos II, aunque antes de esa fecha, los poetas, Ben Jonson incluido, gozaban del mecenazgo real. Actualmente, el cargo no conlleva obligaciones formales, sin embargo la mayor parte de los laureados escriben sobre temas de preocupación e interés nacionales y festividades.” Los nombres son los siguientes y los años entre paréntesis corresponden al tiempo que estuvieron en dicho cargo: John Dryden (1668-1688), Thomas Shadwell (1689-1692), Nahum Tate (1692-1715), Nicholas Rowe (1715-1718), Laurence Exuden (1718-1730), Colley Cibber (1730-1757), William Whitehead (1757-1785), Thomas Warton (1785-1790), Henry James Pie (1790-1813), Robert Southey (1813-1843), William Wordsworth (1843-1850), lord Alfred Tennyson (1850-1892), Alfred Austin (1896-1913), Robert Bridges (1913-1930), John Masefield (1930-1967), Cecil Day Lewis (1968-1972), sir John Betjeman (1972-1984), Ted Hughes (1984-1998) y Andrew Motion (1998 a la fecha). Tres han rechazado este regio honor: Thomas Gray, en 1757; Walter Scott, en 1790, y Samuel Rogers, en 1850.

Entre los epónimos célebres de la Miscelánea de Schott, hay uno que tiene que ver con la poesía: “quevedos” (anteojos), por Francisco de Quevedo y Villegas. Y, por lo que respecta a las “últimas palabras famosas”, Schott consigna las de Dylan Thomas: “He tomado dieciocho whiskys solos; creo que es un récord”, y las de Oscar Wilde: “O se va ese papel pintado, o me voy yo.”

Consigna, asimismo, que a Homero se le conoce como el “Padre de la poesía épica”, y que de las nueve musas griegas al menos cuatro están asociadas a la poesía: Calíope (poesía épica), Terpsícore (danza y poesía lírica), Polimnia (mímica y poesía sacra) y Erato (poesía amorosa).

Entre las “paradojas de Wilde” hay dos especialmente memorables: “Sólo lo moderno se vuelve anticuado” y “El amigo de verdad te apuñala de frente.”

No deja de ser gracioso que entre las “cosas que conviene recordar”, Schott recomiende la siguiente: “No entierres tus aptitudes en el sepulcro de la ociosidad.” Suponemos que, al hacer su Miscelánea , el autor tuvo presente todo el tiempo dicha máxima, no olvidando ni por un momento que “Nadie obtiene menos alabanzas que aquellos que las persiguen con ahínco.”

Encomendado a Arthur Balfour, Ben Schott llegó a la conclusión de que “el arte de leer se habrá aprendido sólo a medias si no se le añade la habilidad, más refinada aún, de hojear a vuelapágina”. En todo caso, que le valga. No podríamos reclamarle su buena disposición para la trivialidad, si nosotros hemos sido capaces de leer su Miscelánea y describir algo de su desenfadada mixtura.