Opinión
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34 Festival de Toronto
El regreso del cine argentino popular
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Robert Duvall, Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee, durante la presentación del filme en el que participan, The Road, en el encuentro canadienseFoto Reuters
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oronto, 13 septiembre. Según se reporta, el cine argentino ha gozado en las semanas pasadas de renovada popularidad en su propio país, registrando una asistencia millonaria como no había ocurrido desde los años 70. La primera en la lista, con más de dos millones de espectadores, es El secreto de sus ojos, la más reciente realización de Juan José Campanella. (La segunda es Las viudas de los jueves, del también taquillero Marcelo Piñeyro, que no está en el festival de Toronto.)

El hecho de que ambos cineastas sean de una generación anterior a la que ahora ha adoptado la desdramatización y el minimalismo como cánones, tal vez signifique que el público argentino ya está deseoso de ver películas que narren historias más elaboradas, con una resolución formal que no recurra sólo al plano fijo, e interpretadas por actores profesionales. Dicho profesionalismo es lo que más llama la atención de El secreto de sus ojos. Sobre la novela homónima de Eduardo Sacheri, Campanella y el propio escritor han urdido una trama que comienza a mediados de los años 70 y se resuelve 25 años después.

El magistrado Esposito (el impecable Ricardo Darín) decide jubilarse y escribir una novela sobre su único caso importante: la violación y muerte de una joven casada, cuya resolución se convirtió en el objetivo en la vida. El texto le permite al hombre rencontrarse con su ex jefa Irene (Soledad Villamil), con quien sostuvo un romance platónico. Entre los dos tiempos narrativos, Campanella consigue combinar con acierto el thriller investigativo, la historia de amor e incluso la comedia (los intercambios entre Darín y el cómico Guillermo Francella, que interpreta a su asistente, son hilarantes). El que la acción se sitúe justo en las vísperas del régimen militar y la llamada guerra sucia es significativo; gran parte del peso dramático reside en la idea de crímenes que permanecen impunes y el deseo de venganza que eso genera.

Uno supone que [REC]2 se hizo sobre todo bajo el supuesto de que resultaría tan exitosa como la primera parte, cuyo mérito central fue unir dos recursos de moda en el cine de horror: el punto de vista en primera persona de una cámara y el ataque de infectados contagiosos en un lugar aislado. Para su forzada secuela, Jaume Balagueró y Paco Plaza (españoles y católicos, al fin y al cabo) han intentado estirar la premisa añadiendo otra línea genética, la de la posesión diabólica. Ahora resulta que el virus lo generó nada menos que el Chamuco, por lo que es un sacerdote/doctor –claramente evocador del padre Merrin– quien acude al edificio contaminado, en compañía de una unidad especial de histéricos armados, que gritan y mientan madres a lo largo de toda la cinta.

El dúo de realizadores ha cambiado hasta las reglas del juego: esta vez la infección es inmediata y las víctimas se muestran resistentes a las balas. Ahora también son varios los personajes quienes portan cámaras, lo que permite una multiplicidad de gimmicks visuales de cuadro-en-cuadro, eliminación de zombis como en juego de video y, sobre todo, una disolución de todo el suspenso o misterio que la primera había conseguido. Vamos a ver si el padre del subgénero, George A. Romero, sigue poniendo la pauta de cómo debe hacerse este tipo de cine en Survival of the Dead, también programada en la Locura de Medianoche.

Por lo pronto, anoche se llevó a cabo una alfombra roja para los espectadores que desearon ir a la función disfrazados de zombis.