Opinión
Ver día anteriorJueves 17 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Errores
H

ace un año Lehman Brothers, uno de los bancos de inversión más grandes del mundo, quebró. Con su caída se generó una situación de pánico, como las descritas en los textos clásicos sobre corridas financieras. La decisión de la Reserva Federal (Fed) de permitir que un banco de esa importancia quebrara ha sido muy discutida. Unas semanas antes la Fed había forzado la compra de Bear Stearns por parte de J.P. Morgan, en la que los accionistas prácticamente perdieron su inversión, pero evitaron que la caída de esta empresa afectara al sistema financiero. El riesgo moral se concretó, evitándose el sistémico.

Con Lehman la Fed permitió que se concretara tanto el riesgo moral como el sistémico, lo que provocó pérdidas al conjunto del sistema del orden de los 500 mil millones de dólares. Se ha planteado que esta decisión fue un verdadero desatino con el que se trató de disciplinar al mercado, lo que rápidamente se logró al concretar la venta de Merril Lynch. Sin embargo, los efectos sobre el sistema financiero y las economías del mundo fueron extraordinariamente profundos, agudizando las complicaciones hasta llevarlas a la frontera de la depresión.

Bernanke ha planteado que la quiebra de Lehman Brothers fue inevitable. Los intentos de encontrarle comprador fallaron, los activos del banco eran insuficientes para hacer frente a sus compromisos y la propia Fed carecía de elementos para otorgarle un crédito sin garantías. En cambio, la Fed pudo intervenir para sostener a AIG ya que sus activos permitían respaldar sus líneas de crédito (Bernanke, B. Reflections of a year of crisis, www.federalreserve.gov/newsevents/speech/bernanke20090821a.htm.)

La decisión, forzada o no, seguirá siendo debatida. Lo cierto es que, como señaló hace casi 30 años H. Minsky, lo que había permitido que las crisis financieras recurrentes no se convirtieran en depresiones: la estructura institucional y las intervenciones del banco central creadas en las reformas de los años 30 del siglo pasado, fueron eliminados con las reformas neoliberales y, en efecto, las reglas no obligaron a la Fed a impedir la quiebra de una empresa tan grande que no podía fallar.

Las respuestas de política por parte de la Fed para tratar de impedir la catástrofe fueron rápidas y variadas. Pero no sólo actuó la Fed. Se requirieron medidas fiscales enérgicas para tratar de contener la caída de la producción que, incluso, tuvieron una coordinación internacional. A un año de esos acontecimientos, parece que la recesión ha terminado. Sin embargo, se reconoce que la recuperación será muy lenta, lo que obliga a mantener funcionando los programas de apoyo fiscal. Hay un claro consenso de que no es el momento para detener esas intervenciones.

En contraste, las respuestas de política económica del gobierno mexicano deberán servir de ejemplo mundial de lo que no debe hacerse y de lo que no debe decirse. Mientras en Estados Unidos se reconoce que lo que les salvó de repetir la Gran Depresión de 1930 fueron las acciones del gobierno. Entre ellas destaca la decisión de haber expandido el déficit fiscal. Como ha dicho varias veces Krugman los défict han salvado al mundo. El gobierno de Calderón y su pésimo equipo económico sostienen lo contrario.

Piensan que es el momento de evitar que el déficit fiscal crezca y, para ello, proponen elevar los impuestos. No importa que la economía se haya contraído más de 10 por ciento el segundo trimestre, tampoco que se carezca de información dura que pruebe que la recesión tocó fondo, menos que las condiciones de vida de la mayoría de la población se hayan deteriorado. Lo que les importa es cubrir el boquete fiscal.

La recuperación de la economía estadunidense será muy lenta, lo que implica que nuestra economía no podrá recuperarse rápidamente. Por el contrario, nuestras dificultades aumentarán. Es el momento de redoblar los esfuerzos para tratar de revertir el alargamiento de la contracción de la demanda de exportaciones y sustituirla con demanda interna, financiada con gasto público. El gobierno propone exactamente lo contrario. Por eso, al equipo económico de Calderón hay que reconocerle que pasará a la historia como ejemplo de torpeza económica.