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Un municipio de Tolimán, en Querétaro, fue el primer punto que tocaron en México

Dos jóvenes argentinas llevan cine a lugares recónditos de América Latina

La idea es proyectar documentales que ayuden a producir un cambio, una reflexión, comenta Viviana García, quien junto a Griselda Moreno recorre el área con un equipo móvil de proyección

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En una de las funciones que ofrecieron en una base naval de ColombiaFoto cortesía de las realizadoras
 
Periódico La Jornada
Martes 22 de septiembre de 2009, p. 9

Dos jóvenes argentinas que partieron de Córdoba en junio de 2008 recorren América Latina y proyectan películas en las localidades donde difícilmente llega el cine independiente, que hable sobre quiénes somos los latinoamericanos desde distintos ángulos. Han exhibido largos y cortos, ficción, documental y animaciones, sobre luchas sociales, pueblos originarios, derechos humanos y la preservación de los recursos naturales, y lo han hecho en escuelas, en comunidades indígenas y hasta en una base naval.

La idea es proyectar documentales que ayuden a producir un cambio, una reflexión, contó la fotógrafa y productora Viviana García, quien junto con la fotógrafa Griselda Moreno lleva a cabo el proyecto Cine a la Intemperie. Ahora están en México, donde García vivió hace años, con su madre, exiliada política. Visitarán Querétaro, Chihuahua, Guanajuato, Coahuila, Nuevo León y Tijuana.

En lengua otomí no existe palabra para nombrar al cine. La más cercana, mponxudi, denota la proyección de imagen, pero la pantalla grande no aparece en el universo de posibilidades, porque de hecho no existe. Sin embargo, la magia llegó este viernes a la comunidad Bomintzá, de unos 200 habitantes, en el municipio de Tolimán, sur semidesértico de Querétaro, donde Cine a la Intemperie realizó su primera parada del recorrido por México.

Pacas de forraje en lugar de butacas

En un salón en construcción, que el maestro Hilarión González Morales prestó y acondicionó con pacas de forraje para mayor comodidad, cerca de 30 niñas y niños de entre 4 y 10 años presenciaron la función. Sólo dos habían ido al cine.

Con asombro y silencio primero, y con risas después, el público disfrutó de una selección de cortos y animaciones independientes. El del borreguito, al cual le quitaban su lana pero de inmediato le volvía a crecer, fue el mayor éxito.

En una base naval en Colombia, dos mil 200 niños vieron cintas sobre derechos de la mujer, migración sin papeles, trata de personas y derechos humanos. Después, algunos comentaron que les había parecido muy buena la experiencia. Es que no todos tenemos las mismas oportunidades, dijo un pequeño.

En Managua, una mujer contó, luego de un filme sobre un grupo de mujeres que forman una cooperativa para levantar sus viviendas ellas mismas: Necesitamos organizarnos, a veces no sabemos cómo, pero el documental que acaban de mostrarnos abre posibilidades concretas.

En el Valle del Colca, en Perú, casi toda la población asistió. La gente llegó con sus llamas a ver una cinta en pantalla grande, magia que jamás había presenciado: los niños rasgaban las paredes en busca del sitio de donde venían esas imágenes, y saludaban a los personajes que aparecían en la pared.

En Cuenca, Ecuador, en plena época en que se discutía la nueva constitución, se proyectó Acecho a la ilusión, documental argentino sobre la minería a cielo abierto. Al final, el líder comunal intervino: una imagen vale más que mil palabras.

Antes de ir a un lugar entran en contacto con organizaciones o dirigentes comunitarios para preparar la visita. Eligen las cintas dependiendo del lugar y su problemática. Luego de las proyecciones procuran que haya debate y también ser flexibles a lo que pide la gente (en una ocasión, tres cintas y debate).

Grandes muestras de agradecimiento

En su recorrido (que se puede seguir en www.cinealaintemperie.com.ar) se han topado con grandes muestras de agradecimiento y, sobre todo, de solidaridad. Cine a la Intemperie es ya un trabajo colectivo: por donde pasan hay gente que se involucra y ofrece una cinta, un lugar donde exhibir, alimento, techo, apoyo cuando se descompone la camioneta...

A estas alturas, aún muchos se sorprenden de que dos mujeres anden solas por toda América Latina, no sólo metiéndose en tanto lugar, sino además manejando la camioneta en la que transportan el equipo, modesto pero suficiente: una unidad móvil de proyección y equipo para el registro audiovisual.

En una comunidad en Perú les ofrecieron de comer y sacaron tres platos. ¿Por qué tres?, preguntaron. Para ustedes y su chofer. Pero si somos sólo nosotras, contestaron, lo que provocó el asombro de todos.

En su trayecto, que abarca cerca de 20 países, han resultado un ejemplo para las mujeres y de lo que se puede hacer. Por mencionar un caso, un colombiano ya montó su propio cine móvil y recorre su país. Además, de lugar en lugar transmiten información y contactos de otros sitios.

El proyecto es apoyado por organizaciones no gubernamentales, instituciones culturales, empresas, fundaciones y alcaldías, además de individuos solidarios.

Ambas filman el proceso y harán un documental. Ahora se quedaron sin cámara y están en busca de una.

Uno como realizador se pregunta para qué estoy filmando (equis cinta), ¿con qué fin?, ¿para exhibirse en festivales?, ¿para cambiar la realidad?, dijo García. Como a los cineclubes y los circuitos de festivales va siempre la misma gente, se plantearon ir adonde está la gente que necesita de este cine pero no logra conocerlo.

Salieron de Argentina con 100 cintas y en cada país convocan a cineastas que quieran incorporar obra suya. Hoy tienen 200, entre las cuales, de México, están Cavallo entre rejas y Bajo el mismo sol, de Shula Erenberg. La mayoría de las películas han sido premiadas en festivales, pero luego no encuentran espacios de distribución. Se combinó la necesidad de poder difundir estos materiales independientes con poner sobre la mesa temáticas que no se tratan.

Y es que el cine es fundamental, como forma de transmitir, de poder aportar un granito al cambio, dijo García.