Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de septiembre de 2009 Num: 760

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos cuentos
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

La hora nada
KRITON ATHANASOÚLIS

El cuarto jinete
LEANDRO ARELLANO

El liberalismo desquiciado
ANGÉLICA AGUADO HERNÁNDEZ y JOSÉ JAIME PAULÍN LARRACOECHEA entrevista con el doctor DANY-ROBERT DUFOUR

Variaciones de una indignación: cinco poetas de Kenia

Taibo I y Taibo II con semana negra
MARCO ANTONIO CAMPOS

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ilustración de Juan Gabriel Puga

Taibo I y Taibo II
con semana negra

Marco Antonio Campos

Conocí a Paco Ignacio Taibo II en San Ildefonso, en lo que se llamaba la preparatoria 1, en 1965. Recuerdo que desde entonces no hubo casi conversación por décadas en que no discutiéramos y no nos pusiéramos de acuerdo, pero eso, en vez de terminar en altercado o camorra, era un buen pretexto para seguir discutiendo la vez siguiente. Él suele recordar, de aquel 1965, con mucha gracia una anécdota de una reacción muy violenta mía mientras discutíamos alguna vez en la calle. Empezamos a tratarnos más cuando nos reuníamos en 1970 y 1971. Paco II, con otros amigos, había llegado al taller de Punto de Partida que dirigía Juan Bañuelos en el piso décimo de la rectoría de la unam . La idea, que nos ilusionaba, era hacer una antología de jóvenes poetas que saldría en Hawai (nunca supe si salió, ni si una revista de Hawai merecía que le diéramos tanta importancia) y otra para la revista Siempre! Las preparamos Paco y yo mientras él fumaba cigarrillo tras cigarrillo y tomaba una Coca-Cola tras otra en su departamento de la calle de Atlixco. Paco II escribía entonces poesía, la cual no sé por qué dejó, pero a sus veintiún años, por otro lado, escribía ya novelas maduras. Tenía –tiene– una enorme capacidad de lectura y escritura y es asombroso lo que conoce de narrativa y crónica. Ambos de izquierda, teníamos diferencias políticas, que fueron disminuyendo aritméticamente con los años, mientras crecía geométricamente el afecto. Como su padre, Taibo II no se ha cansado de dar la mano franca y noble a sus amigos, siendo un continuo beneficiario de su altruismo el que esto escribe.

A su padre, Paco Ignacio Taibo I, lo empecé a tratar en la década de los ochenta, cuando dirigía las páginas culturales de El Universal. Pese a la crisis económica, para mí esa década fue una de las más fecundas del siglo pasado en promoción literaria y artística del siglo, en revistas de calidad, en páginas y suplementos culturales. En los árboles de Taibo i sólo crecía el follaje verde de la generosidad y era de una vivacidad graciosísima. Tenía lo que llamaba Lorca el duende. Es uno de los hombres con más sentido de la gratitud que he conocido; igual que Edmundo Valadés, si les hacías algo que podía semejar lejanamente un servicio o un favor, lo agrandaban para agradecértelo, y si te lo hacían, llegaban aun a darte las gracias. En sus almas no cupieron ni el resentimiento ni la envidia. Taibo I murió el año pasado. Por eso cuando Paco hijo me invitó como único escritor mexicano a leer un breve y conmovedor texto de su padre en la Semana Negra que organiza en Gijón –en la mesa de homenaje a Taibo I estuvieron también Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Victor Manuel, Luis García Montero y Marina Taibo, la hija de Paco II–, para mí fue un honor y una emoción particular.

Nunca había asistido a la Semana Negra. Dentro de la delegación mexicana invitada por Taibo II este año iban excelentes compañeros de viaje, como Hernán Lara Zavala, Ignacio Padilla, Jorge Moch, Eduardo Monteverde, Jorge Belarmino, Francisco Haghenbeck y Fritz Glockner. La organización de la Semana Negra –dentro del marco de la feria gijonense– la han vuelto Taibo II y su eficaz equipo de colaboradores y colaboradoras un Porsche de carreras impecablemente afinado: fuera de los dos recintos donde se realizan las actividades, la informalidad en el trato es la regla; dentro, a la hora de las actividades, un rigor west-pointiniano. Sólo así se explica que, contando con una participación de más de cien escritores, haya habido ya veintidós encuentros. Dentro de la Semana Negra se da una serie de curiosidades que ya se han vuelto costumbre. Por ejemplo: la semana del encuentro dura no siete sino diez días; hay un tren especial –llamado negro, pero no por su color– que lleva de Madrid a Gijón a cosa de ciento cincuenta escritores, periodistas, editores, no excluyendo colados; la única lectura de poesía se efectúa a la una de la mañana y termina a las dos y media, y hay un público regular de 120 gentes que oyen sin congelarse a los poetas en la noche fría con un respeto sorprendente; se imprime un periódico del encuentro (A quemarropa), que sale rigurosamente a diario con información de las actividades del día anterior, no importa si las actividades terminan en la madrugada; se otorga una serie de premios de diversos géneros sin retribución alguna, uno de los cuales –el de primera novela– lo ganó este año el mexicano Rogelio Guedea. “¿Por qué el interés por ganarlo si no hay dinero?”, pregunté. “Porque hay la posibilidad de que editores de diversos países o los agentes que envían se interesen en traducirlas o, si es en español, llevarlas a sus editoriales. Son premios de escritores para escritores”, me respondió Taibo II.

A partir de las cinco de la tarde hay en los dos recintos conferencias, diálogos, mesas redondas, presentaciones de libros, pequeños conciertos, y después, cuando las actividades terminan en las dos carpas de la vasta feria, empieza la larga noche de escritores, periodistas y editores que se hunden a profundidad en la conversación y el alcohol. Y en el verano europeo de noches breves la luz del día se integra a la luz del día.