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Los principios olvidados
E

l PAN cumplió 70 años de vida en septiembre de este año (2009). Aparece en el escenario político nacional como una respuesta al gobierno del general Lázaro Cárdenas, que si bien había logrado avances importantes en lo tocante a democracia social, no había sido un gobierno que pudiera identificarse con la democracia política.

El gobierno cardenista se inició como el último de los gobiernos impuestos por el Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles, y culminó con la imposición, a su vez, de un candidato oficial, otro general, el último en esa etapa de la historia de México: Manuel Ávila Camacho.

En materia social, el gobierno de Cárdenas se distinguió por el impulso que dio al movimiento obrero, por el reparto agrario y el apoyo a la propiedad colectiva en el campo, pero principalmente, y en forma destacada, por la patriótica expropiación petrolera, que aseguró por muchos años la independencia económica del país.

El PAN se fundó durante las fiestas patrias de 1939; su bandera principal era la democratización de México a partir de la participación ciudadana en las elecciones y la educación cívica del pueblo.

Sus principios doctrinarios más conocidos y destacados, además de su fe democrática, fueron el respeto a la eminente dignidad de la persona humana y el bien común, pero no sólo poniéndolo como fin o meta de todo gobierno, sino destacando con énfasis que el bien común debe prevalecer sobre cualquier otro bien individual, sectorial, de grupo o de clase social.

En materia política el impulsor del partido, el fundador número uno del mismo, dio una definición de democracia insuperable, en mi opinión, por su brevedad y contundencia: democracia es la identificación del poder y el pueblo, dijo en recordada conferencia don Manuel Gómez Morin.

Otro dato esencial de los principios del PAN, éste en materia de política exterior, fue de algún modo heredado del pensamiento de Vasconcelos o, al menos, coincidente con él. Junto con el sostenimiento de la necesidad de la solidaridad y cooperación internacionales se apuntó desde un inicio el concepto de bien común internacional, al lado del reconocimiento de que somos un país hispanoamericano y que nuestro ámbito natural para estrechar lazos y fincar relaciones firmes es precisamente hacia el sur del continente con las naciones de las que somos afines por historia, lengua y cultura.

Estos principios han sido paulatinamente olvidados y abandonados en los últimos cuatro o cinco lustros de la historia del PAN, marcadamente por los gobiernos federales y estatales surgidos de candidaturas del partido. En la práctica del poder, en lugar de implantar los principios como criterio de su política y como una respuesta a los largos años de gobiernos de facción y proclividad a la corrupción, en vez de ser un contrapunto de los injustos y abusivos gobiernos priístas, que tanto combatió, Acción Nacional abandonó sus convicciones y gobernó en todo contrario a ellas.

¿Podemos decir hoy que en los gobiernos panistas, tanto el federal como los estatales, hay una identificación entre el poder y el pueblo? Desde luego que no; los gobiernos panistas se han caracterizado por la identificación del poder político con los grandes intereses económicos. Del gobierno de Fox se dijo, y él mismo lo aceptaba socarronamente, que su gobierno era de empresarios, por empresarios y para empresarios. El pueblo estaba entonces tan ausente del interés del PAN como lo está ahora.

Algo parecido podemos decir del respeto a la dignidad de la persona. El gobierno panista, autoritario y policiaco, con los soldados y las tanquetas en las calles y carreteras ha abierto las puertas a los atropellos cotidianos de la dignidad personal y al desconocimiento, en la práctica, de los derechos humanos.

En el campo de las relaciones internacionales, nuestra identidad con los intereses de Latinoamérica ha sido sustituida con la sujeción cada vez mayor a los intereses de Estados Unidos, de los que el Plan Mérida es un claro ejemplo y el Tratado de Libre Comercio la camisa de fuerza que nos impide nuestra independencia económica.

Pasamos de ser el hermano mayor de las naciones iberoamericanas a esquirol del arrogante gobierno estadunidense, que se ha negado a darnos un trato igualitario y respetuoso.

La democracia en México la ahogó el dinero en su propia cuna, para usar la atinada expresión de Emmanuel Mounier; los gobiernos panistas sustituyeron las competencias democráticas entre ideas y propuestas diferentes, por campañas de mercado en las que se venden candidatos y planillas como productos y en las que no hay escrúpulo alguno en mentir y prometer lo que saben de cierto que no podrán cumplir.

El PAN celebra 70 años muy lejos de su origen, dando la espalda a sus propios valores y gobernando no con el pueblo, sino en complicidad abierta con lo peor de su antiguo rival, quien le ha impuesto modos, estilos y mañas. Lastimosamente se echó por la borda el trabajo de tres generaciones de mexicanos bien intencionados, entusiastas del bien común, la democracia y la justicia social. Esos principios, sin embargo, no están perdidos y no han faltado quienes desde otras trincheras y con otras perspectivas toman la estafeta.