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Sin duda la comunidad mundial se arrepiente de las sanciones a Honduras, dice Micheletti

Más de 50 campesinos detenidos en desalojo del instituto agrario

Mujeres, menores y ancianos, entre los arrestados; presos, tres que sólo iban por un trámite

La resistencia ya no tiene manera de lanzar convocatorias ni de escuchar a Manuel Zelaya

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Campesinos sometidos luego del desalojo del Instituto Nacional AgrarioFoto Ap
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Un periodista de Radio Globo se manifiesta frente a la Casa PresidencialFoto Reuters
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El reportero brasileño Sergio Otsch discute con soldados que cercan la embajada de su paísFoto Ap
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Periódico La Jornada
Jueves 1º de octubre de 2009, p. 21

Tegucigalpa, 30 de septiembre. Gustavo Matamoros, Roberto Gómez y Roberto Reyes, tres campesinos originarios de Yoro, en el norte del país, llegaron el martes para realizar un trámite agrario. Se encontraron con que las oficinas del Instituto Nacional Agrario (INA) estaban tomadas por otros campesinos. Sin dinero, aceptaron la invitación a pasar la noche ahí. Quédense, compañeros, no hay problema, les dijeron. En las primeras horas de la mañana ya estaban en la cárcel.

Al amanecer, un centenar de soldados y policías antimotines desalojan las instalaciones del INA, tomadas desde el golpe de Estado. Se llevan a 55 personas, incluidos cuatro ancianos, dos menores de edad y seis mujeres.

Las fuerzas del orden cumplen así, al pie de la letra, el decreto mediante el cual el gobierno de facto impuso el estado de sitio.

Poco antes del mediodía, varios centenares de miembros de la resistencia se manifiestan frente a la emisora Radio Globo, que ahora transmite por Internet debido a que sus equipos fueron decomisados por el ejército.

Un numeroso contingente de policías y soldados los acompaña. Quizá son más que los zelayistas. Durante un rato, dejan pasar los vehículos por un carril del Boulevard Morazán, una de las más importantes avenidas de Tegucigalpa. Luego cierran todos los carriles de un sentido.

Los dirigentes tratan de negociar con la policía, y al final deciden marchar. Avanzan por la avenida y dan vuelta a la derecha en una calle. Los policías y soldados los siguen a paso veloz. Cuando casi los alcanzan, lanzan seis bombas lacrimógenas. Suficientes para dispersar la manifestación, de por sí desnutrida gracias al decreto que ha atemorizado a muchos de los asistentes de otros días.

Horas más tarde, el presidente de facto Roberto Micheletti celebra la calma que reina en el país gracias a un decreto que todos, incluidos los sectores que apoyan el golpe, le han pedido que derogue. Y para probar que su mano dura funciona no anuncia toque de queda nocturno por primera vez desde el retorno del presidente José Manuel Zelaya Rosales.

Parece feliz Roberto Micheletti, encantado con su juego. Primero recibió a los diputados que le pidieron dejar sin efecto el decreto, publicado el sábado anterior, que canceló de un plumazo, y con la firma de todos sus ministros, las libertades de expresión, de circulación, de reunión y el debido proceso. Fue condescendiente con el presidente del Congreso, Alfredo Saavedra, un empleado suyo que lo sucedió en el cargo.

Hoy, para ocupar su tiempo en algo, recibe a los integrantes del Tribunal Superior Electoral (TSE), quienes le piden lo mismo. Micheletti les agradece y vuelve a hablar de que se analiza la derogación en el momento oportuno. Organismos empresariales, el Comisionado Nacional de Derechos Humanos, el Colegio de Periodistas y un largo etcétera, todos partidarios del golpe de Estado, hacen coro contra el Estado de sitio.

Micheletti los escucha con una sonrisa, mientras sigue echando gases a los zelayistas y redobla el resguardo en los alrededores de la embajada brasileña.

No debe darse a los enemigos de la democracia el arma para destruir el proceso dice el magistrado electoral Enrique Ortez, hijo del efímero ministro de Relaciones Exteriores y de Gobernación de Micheletti del mismo nombre (sí, aquel que llamara a Barack Obama, negrito del batey).

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Policías antimotines persiguen a zelayistas que salieron a manifestar su apoyo al presidente constitucional, Manuel Zelaya, ayer en calles de TegucigalpaFoto Ap

El comisionado de los derechos humanos, Ramón Custodio, suma su voz a la de quienes piden el fin del estado de sitio con el argumento de que daña más la imagen de Honduras en el mundo. No sería nada difícil derogarlo o de repente regularlo un poco más si es que fuera necesario.

Este país no es de tontos

Completa la anterior frase Roberto Micheletti: Tenemos que ir develando lo que puede ser realidad y no los sueños de una persona. Así desmiente el presidente de facto que se esté cocinando un acuerdo que conduciría al establecimiento de una junta cívico-militar, tras la reinstalación momentánea de Zelaya en el poder. Micheletti habla de la propuesta de un grupo de empresarios, encabezados por Adolfo Facussé que abarca cosas que nosotros no podemos hacer, porque la misma Constitución no nos lo permite.

Según el plan Facussé, Manuel Zelaya regresaría a la presidencia por una hora o un día y luego entregaría el poder a un consejo de ministros, mientras Micheletti regresaría al Congreso en calidad de diputado vitalicio.

Tomaremos algunos de los puntos que él (Facussé) expresa en su declaración, en su sueño de poder hacerlo realidad para traer paz a los hondureños.

Ninguna de esas noticias pueden escuchar la mayoría de los oyentes de Radio Globo, cuyo personal, sumado al del Canal 36 de televisión, se congrega en las cercanías de la Casa Presidencial para exigir la devolución de los equipos decomisados por el ejército y la policía.

Las fuerzas del orden incluso llevaron técnicos para saber cuáles aparatos llevarse.

Aunque Radio Globo se escucha en internet y su señal se retransmite en algunos puntos del país por emisoras locales, la resistencia ya no tiene manera de lanzar convocatorias ni de escuchar a José Manuel Zelaya.

Ni de saber que en sus filas, y también en las del Partido Nacional, que se da por seguro ganador de las elecciones, se sospecha de un juego destinado a, llegado el momento, decir que no hay condiciones para la celebración de los comicios y entonces se anuncie la permanencia de Roberto Micheletti en el poder.

Él, por su parte, ha negado una y otra vez que exista esa posibilidad: No estaré ni un minuto más ni un minuto menos.

Eso, si hay elecciones. Porque las autoridades electorales están en problemas, debido a que para muchos tramos de su proceso electoral Honduras depende de la asesoría técnica e incluso del dinero del exterior.

Ahora andan los del TSE en Panamá, tratando de obtener la ayuda que nos quitó la Organización de Naciones Unidas, dice César Ham, candidato a la presidencia por el partido Unificación Democrática.

Pero Micheletti está feliz. Este día dice que ya siente que la comunidad internacional se está arrepintiendo de las sanciones que ha tomado contra Honduras.

En su encierro en la legación brasileña, el presidente constitucional continúa ofreciendo declaraciones y negocia con el mediador, el obispo Juan José Pineda, quien para hablar de su papel utiliza las mismas palabras de Adolfo Facussé.

Ahí, en ese encierro, Zelaya escucha por teléfono el llanto de su nieto recién nacido, de nombre Juan Manuel.