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La expansión del agronegocio para la exportación, causa del acaparamiento: estudio

Brutal concentración de la propiedad de la tierra en Brasil, los pasados 10 años

Urge dar prioridad a la producción de alimentos para el mercado interno, señala especialista

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Un campo cuyo pasto fue destruido a principios del mes pasado por las inundaciones del río Amazonas, se observa en un rancho de ganado en Careiro da Varzea, cerca de Manaos. Las recientes inundaciones y las sequías pueden tornar difícil el futuro de los agricultores brasileños, que temen que el cambio climático altere severamente la producción de alimentosFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Lunes 5 de octubre de 2009, p. 28

Río de Janeiro, 4 de octubre. El avance de agronegocios con monocultivos de soya –cuyo precio en el mercado internacional ha estado al alza– o de caña de azúcar –orientada al uso de biocombustibles– es responsable en Brasil de la expansión de grandes propiedades, cada día más concentradas en menos manos, según organizaciones campesinas, analistas del sector y fuentes oficiales.

Así lo revela, por ejemplo, el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) en su recientemente publicado Censo Agropecuario de 2006, que tomó como base de trabajo más de cinco millones de fincas rurales y manejó un índice que mide la concentración de la propiedad rural, el cual quedó muy cerca de su nivel máximo de acaparamiento de tierras.

El índice, que relaciona el área total de cultivos con la cantidad de dueños de las tierras, llegó en 2006 a .872, en un rango máximo de 1. Esto significó un avance en la concentración de .016, es decir, 1.9 por ciento, con relación al censo agropecuario anterior, cuando fue de .856.

El censo determinó que la concentración aumentó en todos los estados, mientras se acentuaba la pérdida de fuentes de trabajo.

Algunos de los datos más reveladores por estados corresponden a los de Sao Paulo, donde el avance de los cultivos de caña de azúcar impulsó un aumento de 6.1 por ciento en la concentración de la tierra en la década de referencia.

En el sudoccidental estado de Mato Grosso do Sul fue de 4.1 por ciento, y en el norteño de Tocantins de 9.1 por ciento.

En Mato Grosso do Sul, donde el índice de desigualdad en la tenencia de la tierra llegó a .865, se estimuló desde la década pasada la producción de soya y de ganado vacuno, mientras que en el nororiental estado de Alagoas, donde alcanzó .871, creció la explotación de caña de azúcar.

La socióloga Brancolina Ferreira, del también estatal Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), destacó que el acaparamiento de tierras aumentó incluso en zonas donde había gran número de familias asentadas por disposición gubernamental, como parte de la reforma agraria.

Joao Pedro Stedile, de la coordinación nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), no se sorprendió por los resultados.

Es el retrato que refleja lo que ya hemos denunciado en la práctica y es que en los últimos 10 años hubo una brutal concentración de la propiedad de la tierra, apuntó.

Según el estudio del IBGE, las propiedades mayores de mil hectáreas controlan nada menos que 46 por ciento del agro, mientras que las fincas con menos de 10 hectáreas ocupan 2.7 por ciento.

Yo creo que ahora debemos ser el país con mayor concentración de la propiedad en el mundo, lamentó.

Stedile atribuyó esa tendencia a la expansión de agronegocios de exportación, que necesita grandes extensiones e inversiones para producir a gran escala.

Eso confirma que la agricultura brasileña pasó a ser dominada por el gran capital internacional, que se unió a los hacendados para aplicar el modelo del agronegocio, agregó.

Lo que ahora muestran los números era evidente en la expansión de los monocultivos de caña, naranja, eucaliptos y de la ganadería extensiva, de acuerdo con el MST.

Según el Instituto de Colonización Agraria, durante la gestión gubernamental de Luiz Inacio Lula da Silva, de 2003 a 2008, se entregaron parcelas para cultivo a 519 mil familias, que equivale a 59 por ciento de la dotación total en la historia del país. En ese mismo periodo, se destinaron créditos por cuatro mil 352 millones de reales (mil 275 millones de dólares).

Esos avances son parte de una reforma agraria que es apenas de compensación social y que no ataca la gran propiedad de la tierra en Brasil, señaló Stedile.

Junto a otros movimientos sociales y campesinos, el MST dice que es hora de debatir con urgencia cuál es el modelo que el país quiere: si el del agronegocio aliado a empresas nacionales que controlan la producción y el comercio de granos y materias primas, o el de agricultura familiar y de reforma agraria.

El censo de 2006 reveló que la agricultura familiar emplea 74 por ciento de los trabajadores en el campo y produce 85 por ciento de todos los alimentos de Brasil, es decir, 87 por ciento de mandioca y 70 por ciento de frijol, entre otros.

El agronegocio está preocupado, en cambio, por producir dólares con la exportación, dijo Stedile.

Ferreira, del IPEA, considera que para combatir la desigualdad en el campo es necesario terminar la reforma agraria, revisar algunos dispositivos legales, invertir en la estructuración productiva de los asentados, darles una asistencia permanente de calidad, acabar con el analfabetismo y elevar los índices de escolaridad.

Stedile va más allá. Reivindica lo que llama una reforma agraria popular, basada en la desconcentración de la tierra, en la priorización de la producción de alimentos para el mercado interno y en el incentivo de pequeñas agroindustrias en forma de cooperativa.

Destaca otras necesidades, como adoptar técnicas de producción agrícola basadas en la agroecología.