Opinión
Ver día anteriorSábado 10 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Fonoteca Nacional
H

ace unos días pude realizar una primera visita exploratoria a la Fonoteca Nacional, albergada en la añeja Casa de Alvarado de la Calle Francisco Sosa en Coyoacán. En lo general, esta visita resultó una sorpresa en varios sentidos, sobre todo porque cambió radicalmente mi percepción de la esencia de una fonoteca. Confieso que llegué ahí pensando en encontrar numerosos anaqueles atiborrados de materiales musicales en diversos formatos, y nada más. La verdad, sin embargo, es muy distinta. La Fonoteca Nacional, dirigida actualmente por Álvaro Hegewisch, es mucho más que eso, entre otras cosas porque a sus labores sustantivas se han incorporado ya numerosos aspectos de las nuevas tecnologías que permiten, sobre todo, que los materiales del acervo estén siendo digitalizados sistemáticamente, y que en vez de habitar físicamente en los anaqueles, se conviertan en millones de bits encerrados en potentes discos duros.

Por el momento, el acervo de la Fonoteca Nacional consta de 250 mil soportes y tiene una capacidad instalada para llegar a un millón 250 mil en el mediano plazo. Y, ¿qué hay en ese acervo? Mi vista no fue tan extensa como para conocerlo a fondo, pero sé que, entre otras cosas, hay ahí una vasta colección de materiales de la XEW, del Palacio de Bellas Artes, de La Hora Nacional, de Voz Viva de México, con planes para incorporar acervos de Radio UNAM, Radio Educación, el Festival Internacional Cervantino y la Colección Thomas Stanford, entre muchos otros, incluyendo colecciones musicales particulares que la Fonoteca ha recibido en donación. A falta de espacio para describir y desglosar el contenido actual del acervo de la Fonoteca Nacional, menciono el hecho, ciertamente importante, de que se trata de una institución cuya esencia va mucho más allá de ser una simple bodega de sonidos.

En efecto, se trata de una Fonoteca que tiene como finalidad primordial el servicio al público, con una sólida vocación formativa, informativa y educativa que ha faltado en proyectos análogos en otras épocas y otras instancias. Entre lo fundamental en este ámbito está el hecho de que existe una muy bien instalada audioteca con un buen número de estaciones de escucha en las que el usuario puede localizar materiales directamente del catálogo y escucharlos de inmediato. Para muestra: el día de mi visita pude escuchar un discurso que Porfirio Díaz ofreció a Thomas Alva Edison, y un fragmento de un capítulo de aquella sensacional y delirante radionovela que era El Monje Loco. Como complemento de su servicio de audioteca, la Fonoteca Nacional ofrece toda una serie de instalaciones y actividades que tienen como finalidad la noble idea de fomentar una cultura de la audición, una conciencia cabal del mundo sonoro. Para ello, se cuenta con instalaciones sonoras, cursos y talleres, exposiciones temáticas, visitas guiadas, sesiones musicales, audiciones guiadas para promover la apreciación sonora en general y la apreciación musical en particular. Al interior de todo ello, hay algo que me parece de capital importancia, y uno de los aciertos principales de la Fonoteca Nacional: la promoción de la ecoacústica, es decir, la toma de conciencia sobre el papel del sonido (y sobre todo, del ruido) en la cultura moderna, con un enfoque particular sobre temas relacionados con la ecología sonora y la salud. Hay también un pequeño pero funcional estudio de grabación que forma parte de los planes de la Fonoteca Nacional para producir grabaciones de materiales importantes, una compacta pero bien surtida biblioteca, y además el público visitante puede deambular por la casa con una audioguía que contiene, literalmente, sonidos a la carta. Todo ello ha suscitado una buena respuesta del público usuario, y no es para menos porque se trata de un lugar que tiene mucho que ofrecer y que bien vale la pena visitar y aprovechar. Entre otras razones, también, porque en el contexto de tantas y tantas instalaciones culturales descuidadas, decrépitas, desatendidas y destruidas, la Fonoteca Nacional guarda un admirable estado de mantenimiento y conservación, lo que hace particularmente grato el uso de sus servicios.