Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Obama
E

ncontradas reacciones en contra y en favor de un presidente que tiene nueve meses en gestación. Los asombros, en todos sentidos, por el otorgamiento del Nobel de la Paz al presidente estadunidense ocurren acaso porque se trata de la principal figura referente de la política internacional de nuestros días.

Alfred Nobel instituyó este premio diciendo: debe ser para aquellos que hayan contribuido más a la fraternidad internacional, el desarme y el fomento de la cooperación y el diálogo. En tal sentido, el presidente del Comité del Nobel, Thorbjörn Jagland, rechazó las primeras críticas a la concesión del Premio de 2009, y aseguró que ha hecho más que suficiente en sus primeros meses al frente de la Casa Blanca como para merecer el galardón.

Jagland recordó que el Comité del Nobel ha premiado antes a personas que han iniciado procesos políticos a escala mundial, y citó como ejemplos al ex canciller alemán Willy Brandt y al ex presidente soviético Gorbachov, galardonados respectivamente en 1971 y en 1990. Agregó que todo lo que ocurrió en el mundo desde la llegada de Obama a la presidencia y cómo cambió el clima internacional es más que suficiente para decir que ha cumplido con lo que figura en el testamento de Alfred Nobel.

El comentarista catalán Rafael Vilasanjuán ha hecho un juicio certero: “La conspiración y la conjura de quienes han empezado a criticarle es un buen síntoma, porque es el recurso de quienes sólo entienden el mundo pasado, convenientemente dividido en amigos y enemigos. Ése es el gran cambio respecto de los años recientes. Aunque moderemos las expectativas inmediatas, Obama ha abierto las puertas a un mundo nuevo, liderando con el diálogo y el respeto lo que otros intentaron por la fuerza.

Hoy el mundo mira a Obama no como un catálogo de buenas intenciones, sino como el referente global. Eso es lo que ha premiado el Nobel: aunque Obama no ha cambiado el mundo de momento, ya ha cambiado radicalmente el paisaje”.

Probablemente hay tres segmentos de la sociedad internacional interesada en el asunto, con opiniones diversas: quienes están rabiosamente furibundos por el premio concedido; quienes piensan que aún es temprano porque no ha hecho nada; quienes pensamos que esto último es impreciso, y que los argumentos del Comité del Nobel son correctos. Por supuesto que las referencias de Obama a la excepcionalidad de Estados Unidos le disgustan a todo mundo fuera de territorio estadunidense, y a muchos dentro de ese país, pero son perfectamente entendibles en términos de política interna, especialmente en un momento en que los peores halcones y las derechas más oscurantistas se han convertido en una densa parvada de buitres sobre un presidente excepcional.

Fortalecer a Obama en sus propósitos de intentar un mundo multipolar y no llegar a todas partes con el revólver en la mano, como hacía Bush e innumerables presidentes de Estados Unidos, sino con un discurso de conciliación y un propósito de alcanzar acuerdos civilizados entre partes en conflicto es altamente loable, porque se agrega fuerza a quien más fuerza tiene para intentar crear otro mundo.

Más que un reconocimiento, se le ha echado encima una mayor responsabilidad. No se le ha coronado con laureles: se le ha aumentado su obligación con el mundo; es así como el propio Obama ha entendido el Nobel de la Paz.

Pero, más allá de los propósitos, algunos medios han hecho algunos recuentos de hechos que pueden ser anotados en el haber de Obama. El País recuerda que ha iniciado el despeje de Guantánamo, donde aún había centenares de presos, no procesados ni juzgados ni condenados, y aunque admite que no podrá cumplir su promesa de cerrar el campo de la infamia en enero de 2010, por razones políticas (ambos partidos están divididos respecto de la Ley Helms-Burton), el principio del fin de esa ignominia parece una realidad; en diciembre expira el tratado START con Rusia para la limitación de armas nucleares; la sensible mejora de relaciones con Moscú es enteramente obra de Obama y permite algún optimismo; la retirada de Irak es un hecho: dejará el país sin tropas de combate, y quizá de ninguna clase, para finales de 2011; la negociación sobre el programa nuclear iraní comenzó el pasado primero de octubre y lo abrupto de la situación no le negará a Obama la posibilidad de combinar con éxito generosidad y firmeza.

En nueve meses ha hecho no poco y es de esperarse que en cuatro años haga mucho más. Nadie puede asegurar que resolverá la situación de Pakistán y Afganistán, o la de Palestina e Israel. Es claro que las cosas no dependen exclusivamente de su voluntad. Hay muchos actores en el escenario. El premio se otorga por lo que se alcanza, no por lo que no se alcanza. Si así no fuera, Koffi Annan no habría sido galardonado.

No dejemos de anotar el beneplácito de figuras tan diversas como Sarkozy, Rodríguez Zapatero, Lula, Fidel Castro, Angela Merkel, el Vaticano, y muchos más, congratulándose por el premio. De otra parte, repase usted los 10 anteriores premios Nobel, repare en los admirables méritos efectivos de quienes los recibieron, pero también sopese el alcance internacional –en algunos casos nulo– de tales méritos.