Opinión
Ver día anteriorMiércoles 14 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Política fiscal anticrisis: la gran mentira
E

l gobierno federal justifica su propuesta de política fiscal para 2010 diciendo que se trata de un paquete anticrisis. Es decir, la política de ingresos y gasto público estaría diseñada para mitigar los efectos de la crisis y para acelerar la recuperación económica. Pero un análisis detallado del paquete económico demuestra que esa retórica es falsa.

Desde hace 20 años la política fiscal ha estado dominada por el dogma neoliberal de un presupuesto equilibrado que en realidad sirve para generar recursos que permiten el manejo sustentable de la deuda externa. Eso quiere decir que durante dos décadas se ha buscado que la diferencia entre ingresos fiscales y gasto programable (que no incluye el servicio de la deuda) arroje lo que se ha llamado un superávit primario. Ese monto ha servido para cubrir el servicio de la deuda. Al final, el llamado balance público arroja un déficit. El superávit primario no ha sido otra cosa que la medida de la transferencia de recursos de los sectores reales de la economía hacia la esfera financiera por la intermediación de las finanzas públicas.

El estallido de la crisis trastoca este esquema. Sin embargo, mientras los países industrializados y otros, como Brasil, diseñan y aplican políticas fiscales para contrarrestar la crisis, en México la política fiscal sigue dominada por la necesidad de regresar cuanto antes al esquema del superávit primario.

El programa económico del gobierno para 2010 es todo menos un paquete anticrisis. Un análisis del presupuesto por el lado de los ingresos y por el lado del gasto permite comprobar que estamos lejos de contar con una política fiscal contra la crisis. La realidad es que el déficit en las finanzas públicas para 2010 es inevitable dada la fragilidad de las finanzas públicas y su excesiva dependencia en los ingresos petroleros. El desequilibrio para 2010 no proviene de una política que busque corregir el desplome en la demanda y acelerar la recuperación.

Vamos por partes. Por el lado de los ingresos fiscales, se propone un incremento de impuestos. Todo va por ese camino: desde el incremento de 28 a 30 por ciento en la tasa marginal superior del impuesto sobre la renta para personas físicas y empresas, hasta el infame IVA de 2 por ciento disfrazado de contribución para combatir a la pobreza. Tabaco labrado, cerveza y telefonía celular. Se nos viene un alud de impuestos, precisamente cuando se debería estar promoviendo la recuperación de la demanda para evitar lo peor de la deflación. En conclusión: por el lado de los ingresos fiscales estamos lejos de una política fiscal que permita actuar como un estímulo para la demanda agregada. Todo lo contrario.

La otra prueba de que el déficit para 2010 no es un instrumento para promover el crecimiento puede encontrarse en un análisis de la estructura del gasto. La conclusión es obvia: se necesita algo más que un déficit fiscal para poder vanagloriarse de que una postura fiscal es contraria a la crisis.

La estructura del gasto revela que no se trata de un déficit que busca promover el crecimiento, mitigando lo peor de la crisis. El gasto programable total va a descender 1.4 por ciento, lo que quiere decir sin dudas que el déficit no busca fomentar el crecimiento. Al interior de los rubros que estarán más castigados se encuentran comunicaciones y transportes, así como desarrollo agropecuario (menos 20 por ciento para cada uno). Agua potable y alcantarillado, componentes clave de una política de salud y bienestar, sufrirán una caída de 15 por ciento (ya sufrieron otro recorte de 4 por ciento en 2009). Estos recortes vienen a golpear todavía más a dos rubros que ya han estado muy castigados. Aquí es donde se necesitaba introducir un ambicioso programa de inversiones que podrían tener efectos multiplicadores en el empleo. Pero no son los únicos que se castigan: educación, ciencia y tecnología, así como medio ambiente, también sufren recortes. En cambio, para 2010 el costo financiero de la deuda pública, externa e interna, aumenta 6 por ciento. Esto es lo que sí se quiere mantener como espina dorsal de la política fiscal.

El gobierno espera colmar parte del agujero en sus entradas provocado por el desplome de los ingresos petroleros y de la recaudación debido a la recesión. Pero como se tendrá déficit de todos modos, el gobierno invoca una excepción en la Ley del presupuesto, diciendo que el desequilibrio de 2010 será temporal y manejable. Puede ser, pero no es un déficit para el crecimiento.

¿En dónde está el paquete anticrisis? La política fiscal sigue el dogma de los últimos 20 años, sólo que en 2010 no pudo concretar un equilibrio presupuestal, con lo que la SHCP se siente obligada a recurrir a la farsa de que está instrumentando un paquete de política macroeconómica deficitario para enfrentar la crisis. La estructura del paquete fiscal revela que todo eso es una gran mentira. La economía mexicana sigue sin una política macroeconómica para enfrentar la crisis.