Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La discusión presupuestal
L

a propuesta de paquete económico para 2010 ha logrado generar un acuerdo casi absoluto en contra. Como pocas veces, desde distintas atalayas, grupos empresariales, productores agrarios, universidades públicas, diferentes entidades federativas, entre otros, han manifestado su desacuerdo con la propuesta del Ejecutivo. Este desacuerdo se ha concentrado en el rechazo al incremento de diferentes impuestos, dada la situación recesiva que se vive. La Cámara Americana de Comercio, por ejemplo, ha planteado la inconveniencia de aumentar al mismo tiempo los impuestos al consumo y a la renta.

Personajes de diverso tipo, como premios Nobel en Economía, ex secretarios de Hacienda y otros, han insistido en la impertinencia de aumentar impuestos en tiempos de crisis. El gobierno ha respondido a estas críticas señalando que nuestra realidad es compleja, lo que se deriva del bajo nivel de recaudación en el país. Esta declaración es asombrosa. Acción Nacional tiene nueve años gobernando el país y ahora declaran que nuestra recaudación es baja y que, además, la reducción de los ingresos petroleros será permanente.

Del mismo modo que este mes han argumentado abundantemente que Luz y Fuerza es ineficiente, cuando ellos han sido los administradores por nueve años y, en consecuencia, los responsables fundamentales de su situación productiva y financiera, en materia fiscal repentinamente se dan cuenta de la fragilidad de la finanzas públicas y proponen incrementar los ingresos tributarios del gobierno aumentando impuestos. No cabe duda que los ingresos tributarios deben aumentar, pero ello no necesariamente se logra incrementando impuestos. Otra forma es recaudando lo que debe recaudarse, es decir, eliminando la evasión y la elusión fiscales.

El Banco Mundial ha planteado que la evasión fiscal alcanza dos puntos porcentuales del PIB que, si se resolvieran, implicaría recursos adicionales por 240 mil millones de pesos. En los últimos años los impuestos al ingreso y los impuestos corporativos han reducido su participación en el total de los ingresos públicos, lo que contrasta con lo ocurrido en la mayoría de los países de la OCDE. Ello tiene que ver con los regímenes especiales y con la reducción de las tasas. En este renglón hay mucha tela de dónde cortar. La recaudación podría aumentar sin que nuevos impuestos aparezcan.

Otro factor que se ha explorado poco es la responsabilidad fiscal de gobiernos estatales y municipales. Es sabido que la pluralidad política legislativa se ha traducido en importantes recursos federales para la hacienda de las entidades federativas. También se sabe que la contribución recaudatoria de esas entidades a sus propias finanzas es insuficiente. La relación entre el gasto de las entidades como proporción del PIB es de 10 por ciento, en tanto que su recaudación como proporción del PIB es de sólo uno por ciento.

Por el lado de los ingresos hay cosas para hacer diferentes a lo propuesto por el Ejecutivo. Su planteo es, por esto, rechazable. Desde el ángulo del déficit fiscal y, en consecuencia, del endeudamiento, la propuesta incorpora argumentos rebatibles. Es obvio que el endeudamiento de hoy tendrá que ser pagado mañana y que si no se cuenta con los recursos para hacerlo habría dificultades. Pero también es obvio que actuando contra la recesión hoy se evitará la quiebra de muchas empresas, los despidos de cientos de trabajadores y que se mantendrán las fuentes de recaudación e incluso podrían crecer. De modo que ni siquiera para una administración tan ineficiente como la panista, el endeudamiento puede generar sus propias fuentes de pago.

Del lado del gasto es posible mostrar las insuficiencias de la propuesta. Pero lo que importa en este momento es actuar contra el ciclo y lo central no es reducir el gasto, sino reorientarlo. En resumen, el Legislativo no debiera corregir la propuesta del Ejecutivo modificando el cálculo del precio del petróleo y/o quitando el impuesto x y aumentando el z, sino rechazarla por su evidente impertinencia.