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Todo está lleno de parches, afirma el jubilado Augusto Yáñez

Hace muchos años LFC abandonó áreas estratégicas
 
Periódico La Jornada
Domingo 18 de octubre de 2009, p. 4

El departamento de cables subterráneos de la Compañía de Luz y Fuerza vivió su época de oro a finales de los años 60, cuando la empresa electrificó el Centro Histórico con líneas que corren un metro y 20 centímetros por debajo de aceras y calles. “Fuimos pioneros, tuvimos la mejor tecnología, el mejor servicio y logramos el mayor ahorro por la reducción drástica de pérdidas de energía y porque bajo tierra no hay modo de robarse la electricidad con diablitos”, cuenta Augusto Yáñez Rodríguez, hijo de uno de los pioneros del Sindicato Mexicano de Electricistas de la planta de Tepuxtepec, Michoacán, quien entró como peón para la excavación de los ductos en 1957.

A lo largo de su trayectoria como electricista formó parte de las cuadrillas que llevaron luz a las nuevas urbanizaciones de la época, como la colonia Balbuena, Nonoalco, los edificios de Tlatelolco, Ciudad Deportiva y los fraccionamientos Herradura primera y segunda secciones. Y tuvo también una intensa vida como dirigente en varios niveles, inclusive ya en su etapa como jubilado.

Sus últimos años en la empresa los recuerda bajando a los llamados pozos de visita o subestaciones sumergibles, que son las bóvedas, varios metros bajo tierra, donde se instalan las conexiones de los cables.

México fue pionero en esa tecnología. El primer cableado subterráneo de 85 kilovatios que se instaló en América Latina fue en México. Y lo colocaron trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Él estuvo ahí.

Los cables que instalaron hace 50 años, que teóricamente tienen 30 años de vida útil, siguen ahí. La administración de LFC “hace muchos años perdió interés por atender las necesidades de ese departamento. La política de mantenimiento siempre ha sido correctiva, no preventiva. Por eso todo está lleno de parches. Nostros nos volvimos expertos en reciclar los desechos del escrab: nos la pasábamos buscando lo que ocupábamos: ménsulas, tuercas, mufas usadas, crucetas, aislantes. Qué diferencia cuando aquello empezaba, con la Mexican Light and Power: materiales suficientes y herramientas de buena calidad. Se trabajaba con buena técnica”.

El técnico que trabaja en esas áreas, hoy en total abandono, pasa en estos túneles varios metros bajo tierra de cuatro a cinco horas diarias. Son pozos insalubres, con líneas electrificadas que están inundadas e infestadas de ratas.

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Acompañados por sus familiares, electricistas se manifestaron ayer de nueva cuenta frente al edificio de Luz y Fuerza en la capital del país. Luego de fustigar la toma de instalaciones por la Policía Federal llamaron a no pagar los recibos de energía eléctricaFoto Sáshenka Gutiérrez/Cuartoscuro

Sobre todo en el Centro Histórico, las subestaciones subterráneas siempre están bajo el agua. Imagino que es por el terreno, porque esta ciudad se construyó sobre un lago y el líquido que hay debajo siempre se transmina. Claro, eso hace que aunque se use mucho aislante siempre haya riesgo de que las cajas de los transformadores se oxiden y el cableado se corroa y humedezca. Ya se imagina el peligro: agua y líneas de 85 kilovatios. Nosotros, por protección, al estar ahí poníamos hules o madera para caminar.

Augusto Yáñez es hijo de uno de los sindicalistas que forjaron el SME, que desde aquellas épocas empezó a perfilarse como una organización defensora de la clase obrera. Era originario de Necaxa, Puebla, donde se construyó la presa. Su padre participó en las luchas de trabajadores que lograron su primer aumento salarial a un peso. Y hubo represión y sindicalistas mártires no sólo en Río Blanco y Cananea. Me acuerdo que de niño, cada primero de mayo, nos llevaban a hacer una ceremonia a un monumento en memoria de los caídos del SME en Necaxa.

Cuando se levantó la presa de Tepuxtepec, a orillas de la laguna, donde desemboca el río Lerma, muchos electricistas pasaron a hacer vida de campesinos. Lázaro Cárdenas, entonces gobernador de Michoacán, los dotó de un ejido y ahí se quedaron.

Yáñez Rodríguez era un joven de 18 años cuando entró a la empresa –y al SME– como peón. En 1964 pasó a cables subterráneos. En 1966 participó en las negociaciones con la administración de Gustavo Díaz Ordaz para restructurar algunas plantas. Nuestro sector estaba en Obrero Mundial y Vértiz, pero ya no daba abasto. Se hizo el segundo sector en Indios Verdes.

El 68 los sorprendió en la subestación de Vértiz. Posiblemente por la combatividad del SME, el diazordacismo nos identificó como un foco comunista o algo así. Un día, poco antes del 2 de octubre, cuando estábamos por terminar nuestro turno, los granaderos nos rodearon. Empresa y sindicato lograron nuestra liberación hasta la madrugada del día siguiente.  Así eran esos tiempos.