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Shannon llegó a Honduras con una lista de 6 acciones de EU en caso de no haber acuerdo

Dar vueltas a la restitución de Zelaya, apuesta de los golpistas

Estamos frente a otra maniobra para ganar tiempo, acusa Víctor Meza, representante zelayista

El apoyo internacional depende de un pacto político antes de la elección: enviado estadunidense

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Una simpatizante de Manuel Zelaya grita consignas contra Roberto Micheletti, presidente de facto hondureño, durante un mitin ayer frente a la sede del Congreso en TegucigalpaFoto Reuters
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Víctor Meza, representante de Manuel Zelaya en la mesa de diálogo para superar la crisis política hondureña, durante una rueda de prensa ayer en TegucigalpaFoto Reuters
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Partidarios de Manuel Zelaya, presidente constitucional de Honduras, acusaron a un joven (al centro) de ser informante de la policía y lo entregaron a las autoridades, luego de una protesta en TegucigalpaFoto Ap
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Periódico La Jornada
Martes 3 de noviembre de 2009, p. 20

Tegucigalpa, 2 de noviembre. Honduras ya vio esta película. En julio, el presidente de facto Roberto Micheletti se llenó la boca con la palabra diálogo, se sentó a hablar con el mediador Óscar Arias, presidente de la vecina Costa Rica, y regresó a esta capital para decir que, en aras del respeto a los poderes del Estado y bla bla bla, el acuerdo de San José debía ser consultado con la Suprema Corte, la fiscalía, el Congreso, la sociedad civil y Perico de los Palotes.

Ahora, tras haber firmado el acuerdo de Tegucigalpa/San José, con la pelota caliente de la restitución de José Manuel Zelaya en la presidencia en manos del Congreso, los múltiples voceros de Micheletti invocan de nuevo la división de poderes y hacen que los diputados hablen de consultar a la Suprema Corte, al Tribunal Superior de Cuentas, al Colegio de Abogados y a la Niña de los Peines. Estamos simplemente frente a otro modo de ganar tiempo de parte de los golpistas, dice Víctor Meza, jefe de la delegación que representó a Zelaya en el diálogo.

El acuerdo firmado cerca de la medianoche del jueves 29 de octubre pasado ata de pies y manos a Zelaya, pero aun así los golpistas le dan vueltas a la restitución del terrateniente de Olancho, refugiado desde el 21 de septiembre en la embajada de Brasil.

Punto espinoso

El punto que se acordó al final fue el más espinoso: la restitución del presidente.

Al final, la delegación de Zelaya aceptó que la decisión quedara en manos del Congreso, que dirá sí o no a la posibilidad de retrotraer la titularidad del Poder Ejecutivo a su estado previo al 28 de junio hasta la conclusión del actual periodo gubernamental, el 27 de enero de 2010.

La elasticidad de la fórmula se acompañó de un párrafo que ahora tiene locos a los golpistas y que fue aceptado por sus representantes en la mesa al cuarto para las doce. Dice así: La decisión que tome el Congreso Nacional deberá sentar las bases para alcanzar la paz social, la tranquilidad política y gobernabilidad democrática que la sociedad demanda y el país necesita.

En todos los tonos, los sectores involucrados en el golpe argumentan que Zelaya debe aceptar que el Congreso no lo restituya en el poder, así sea por un periodo muy corto o, en el mejor de los casos, juegan a prolongar la decisión para llegar a una fecha lo más cercana posible a los comicios del 29 de noviembre.

¿Por qué entonces los golpistas firmaron el acuerdo?

Porque no podían dejar de hacerlo, dice Meza, quien, en un extenso relato para La Jornada, cuenta que el 7 de octubre la delegación del gobierno golpista se sentó a dialogar con la plena seguridad de que el ejercicio iba a fracasar. La estrategia del gobierno de facto consistía en instalar la mesa para tranquilizar a la comunidad internacional, y ganar tiempo mientras acusaban al presidente Zelaya de no querer dialogar.

Atorados en el punto de la restitución, los negociadores decidieron avanzar en el resto de los temas. Al segundo día ya habían caminado en cuatro puntos, incluyendo la eliminación de la amnistía y la formación de un gobierno de unidad y reconciliación nacional. El avance en esos dos puntos tuvo respuesta inmediata la noche del 8 de octubre cuando, dice Meza, se recrudeció el hostigamiento contra Zelaya y sus acompañantes en su refugio en la embajada de Brasil.

Al tercer día, las comisiones anunciaron que llevaban un avance de 60 por ciento en los temas de la agenda.

Entonces sonaron las alarmas en la casa presidencial, asegura Meza. Políticos y empresarios golpistas opuestos a la negociación y los más aferrados al disfrute del presupuesto público llamaron a la delegación de Micheletti a una reunión para exigir cuentas.

El gobierno de facto dio marcha atrás. Micheletti envió a la vicecanciller Martha Lorena Alvarado al hotel donde se realizaban las pláticas. La ex diputada Alvarado es, además de la voz dura de los golpistas, militante del Opus Dei, amiga del embajador mexicano Tarcisio Navarrete –un panista de Jalisco, a quien Alvarado conoció en la iglesia– y cabeza visible de las fuerzas Provida de Honduras. En el Congreso, promovió con éxito la prohibición de la píldora del día siguiente, decreto vetado por Zelaya en mayo pasado y publicado por Micheletti esta semana.

Alvarado llegó al hotel con arrogancia burocrática, sólo para mostrar a la prensa que los negociadores recibían línea del sector duro del golpismo, dice Meza.

A partir de la visita de Alvarado, los negociadores del gobierno de facto comenzaron a poner en la mesa propuestas insultantes, de las que Meza elige dos: que los zelayistas declararan públicamente que no hubo golpe de Estado, y que Zelaya acudiera a la Suprema Corte a pedir su reinstalación, lo que equivale a que la víctima vaya a suplicar al victimario.

Los zelayistas leyeron esas propuestas como tácticas dilatorias y pusieron un plazo para llegar a un acuerdo. La negociación se estancó. Sólo la llegada de una comisión de alto nivel del estadunidense Departamento de Estado, encabezada por el subsecretario Thomas Shannon, lograría deshacer el nudo. Shannon, claro, trajo unas tijerotas para cortarlo.

Las tijeras de Shannon

¿Por qué aceptó Roberto Micheletti firmar el acuerdo? ¿Por qué ofreció un mensaje en cadena nacional la noche del jueves 29 de octubre, para anunciar el acuerdo una hora antes de que se firmara, cuando aún se afinaban los últimos detalles?

Una razón, explican fuentes diplomáticas que siguieron paso a paso la negociación, fue una llamada telefónica de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. El presidente de facto y Clinton hablaron durante media hora el lunes 26 de octubre. “Mientras Clinton insistía en hablar del futuro, Micheletti se empeñaba en referirse al pasado, en el tono de ‘usted no sabe lo que nos hizo Zelaya’”, se cuenta en la casa presidencial. La secretaria de Estado tuvo incluso que tragarse la historia del despilfarro de Zelaya en la alimentación de su caballo, de nombre Café, queja que ya Micheletti había dispensado a los cancilleres de los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Otra razón del viraje de Micheletti, quizá de mayor peso, fue el filo de las tijeras que trajo Shannon, quien además vino acompañado de Dan Restrepo, asesor del presidente Barack Obama para América Latina. Según las mismas fuentes, el funcionario puso en la mesa de Micheletti una lista de seis acciones que Estados Unidos podría emprender de no haber acuerdo: 1) Excluir a Honduras del Tratado de Libre Comercio Centroamérica-EU. 2) Quitar a Puerto Cortés, la principal terminal marítima de la región, ubicada en el norte del país, el certificado de puerto seguro. 3) Suspender la ayuda para el programa Merienda Escolar. 4) Cancelar los recursos del programa Educación para todos. 5) Retirar de manera definitiva al embajador Hugo Llorens (actualmente sólo Estados Unidos, Japón y Taiwán mantienen aquí a sus embajadores), y 6) Incluir a Honduras en la lista de países que cometen graves violaciones a los derechos humanos.

¿No pudo Estados Unidos amenazar desde julio con poner en práctica las seis medidas que finalmente parecen haber destrabado el conflicto?

Víctor Meza, quien de ser restituido Zelaya seguramente reasumirá como ministro de Gobernación, piensa que Estados Unidos volteó a ver seriamente el conflicto hondureño sólo cuando se convirtió en un problema doméstico.

El fracaso de los lobbystas

Entre los amigos de Micheletti en Washington se cuentan senadores republicanos que mantienen bloqueados importantes nombramientos del gobierno de Obama. De ahí que, tras la firma del acuerdo, el demócrata John Kerry, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del senado estadunidense, dijera: Con esta crisis resuelta, espero la confirmación veloz en el Senado de Thomas Shannon como nuestro embajador en Brasil y de Arturo Valenzuela como subsecretario para América Latina.

El frente de Washington, efectivamente, se ha instalado en esta ciudad. Este martes llega Hilda Solís, la hija de padre mexicano y madre nicaragüense que ocupa la cartera del Trabajo en el gabinete de Obama, y quien integrará la Comisión de Verificación del acuerdo, junto al ex presidente chileno Ricardo Lagos. Los otros dos miembros de dicha comisión son nacionales: el democristiano Arturo Corrales, por Micheletti, y Jorge Arturo Reina, embajador de Honduras ante la Organización de Naciones Unidas, por Zelaya.

Pero también han andado por aquí los cabilderos contratados por el gobierno golpista para, a cambio de cifras de cinco ceros, mejorar la imagen de la administración de Micheletti. Según Meza, los lobistas estadunidenses –de la firma Chlopak, Leonard, Schechter & Asociados, con lazos estrechos con Clinton y John Mc Cain, según The New York Times– se instalaron en el segundo piso del hotel durante el diálogo y buscaron que Micheletti rechazara la firma del acuerdo.

Querían que Shannon regresara con las manos vacías, porque el acuerdo es un espaldarazo a la política de Obama, asegura Meza.

Pero las tijeras de Shannon, quien llegó a Tegucigalpa el miércoles 28 de octubre, lograron la magia de que la delegación de Micheletti retomara las pláticas con la orden de no levantarse de la mesa hasta completar el acuerdo.

Apenas bajó del avión, Shannon convocó a las partes a un almuerzo en la embajada estadunidense. A los negociadores de ambas partes les dijo que había dos maneras de que Honduras llegara a las elecciones del 29 de noviembre: sola o acompañada por la comunidad internacional (lo que implica, dijo, ayuda técnica y financiera, observadores, reconocimiento).

El apoyo internacional a los comicios, siguió Shannon, depende de una sola cosa: de un acuerdo político antes de las elecciones.

Meza no dejó pasar la variación sensible en el lenguaje, porque Shannon ya no habló de restitución.

Entre el miércoles 28 y el jueves 29 de octubre, Shannon sostuvo reuniones con los negociadores, con los candidatos presidenciales y, por separado, con Zelaya y Micheletti.

En tanto, en la mesa se ajustaban los últimos detalles del acuerdo. La delegación de Micheletti insistía en que se incluyera que el Congreso decidirá sobre la restitución de Zelaya sobre un dictamen previo de la Suprema Corte de Justicia y en el retiro de la palabra retrotraer. Finalmente, quizá por la presión de Shannon, aceptaron el texto final, incluido el párrafo que establece que la decisión del Congreso deberá sentar las bases para alcanzar la paz social, la tranquilidad política y gobernabilidad democrática.

En el balance de la negociación que encabezó, Meza se ufana de una victoria: Ellos se concentraron en su obsesión de impedir la restitución, y se olvidaron de todos los demás puntos que ahora los tienen muy preocupados. Ellos se saltaron el punto conflictivo (la restitución), y nuestra estrategia fue ir cercando con los demás ese punto conflictivo.

En contraste, los zelayistas no derraman optimismo sobre lo que podría hacer el presidente constitucional en caso de ser restituido. El próximo jueves 5, según el cronograma del acuerdo, debe quedar constituido el gabinete de unidad y reconciliación nacional. Si ese día Zelaya fuese restituido, sólo le quedarían 24 días en el poder, pues sus mismos seguidores dan por hecho que el ganador de la elección presidencial será el hombre fuerte de Honduras a partir de ese día.

Un poder, además, muy limitado, pues no sólo no tendría control de las fuerzas armadas, sino que la mitad del gabinete habría sido puesta por Micheletti.

Hasta el momento, tanto Micheletti como Zelaya mantienen en reserva los nombres de los probables integrantes de ese efímero gobierno. Los zelayistas hablan solamente de que pelearán las carteras de Gobernación, Finanzas, Salud y el Banco Central, y dan por hecho de que no habrá cambios en Defensa ni en la Policía Nacional.

El gran dilema para ambas partes es quién se avienta a ser ministro por sólo tres meses.

Nos puede caer el cielo y la tierra encima

La junta directiva del Congreso ha sido convocada para este martes, día en que también se instala la Comisión de Verificación.

Aunque los políticos hondureños insisten en la solución catracha, y en que nadie puede imponerles la solución al conflicto, en el acuerdo firmado se expresa claramente que la comisión tiene más que un papel decorativo: El incumplimiento de cualquiera de los compromisos contenidos en este acuerdo, comprobado y declarado por la Comisión de Verificación, producirá la activación de medidas que establecerá la Comisión para el transgresor o los transgresores.

No lo ven así algunos de los diputados que decidieron destituir a Zelaya y ahora deben discutir si lo restituyen: Se puede caer el cielo y la tierra y lo que se nos quiera caer encima, pero la Democracia Cristiana está haciendo lo correcto, dice Lucas Aguilera, quien asegura que los diputados de su partido, al que pertenece Arturo Corrales (aunque aquí se dice que en realidad el partido le pertenece a él), jamás votarán por la restitución.

La apocalíptica visión del diputado Aguilera forma parte de la guerra verbal entre los dos bandos sobre las posibles interpretaciones del acuerdo. La delegación de Micheletti declara que el Congreso no tiene fecha y que Zelaya debe ir resignándose a perder la votación en el Congreso. Zelaya, por su lado, argumenta que el punto cinco del acuerdo recoge en forma precisa el espíritu del acuerdo y señala taxativamente el procedimiento para revertir el golpe de Estado. Cualquier interpretación fuera de este contexto constituiría una nueva afrenta al pueblo hondureño y a la comunidad internacional.