Opinión
Ver día anteriorViernes 6 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El riesgo de la irrealidad
A

l inaugurar un foro sobre la crisis crediticia en México, el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, señaló ayer que la economía mexicana creció 2.7 por ciento en el tercer trimestre de este año (en relación con el segundo), lo cual –dijo– implica el fin de la recesión, de la contracción económica en el país.

La declaración colisiona con las cifras que presentó hace unos días, por medio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el propio gobierno calderonista, según las cuales la economía se desplomó 6.4 por ciento entre julio y septiembre –los mismos meses referidos ayer por Calderón– en relación con el mismo periodo de 2008. Asimismo, soslaya las proyecciones oficiales sobre la caída que experimentará la economía nacional al cabo del presente año –la cual será de entre 6 y 7 por ciento, según las estimaciones más optimistas de la propia SHCP y el Banco de México–, y desestima de manera poco responsable los pronósticos de distintos especialistas, según los cuales nuestro país experimentará los efectos de la crisis durante buena parte del año entrante, por lo menos, y que éstos se verán agravados a consecuencia de las alzas impositivas recientemente avaladas por el binomio partidista en el poder.

Más allá de las cifras y los pronósticos, los asertos presidenciales pasan por alto una realidad de penurias acentuadas y un sentir generalizado de zozobra e incertidumbre que, lejos de haberse disipado, se extiende día con día entre desempleados, asalariados, amas de casa, profesionistas, pequeños empresarios, estudiantes y campesinos, ante la profundización de los efectos devastadores de la recesión en la economía popular. A lo anterior debe añadirse que, desde al menos hace dos décadas, la mayor parte de la población vive en estado de crisis permanente debido a un modelo económico que concentra la riqueza en unas cuantas manos y profundiza rezagos sociales históricos.

En suma, no hay ni al corto ni al mediano plazos factores que justifiquen el optimismo mostrado ayer por Calderón. En tal circunstancia, las declaraciones referidas parecen consecuencia de una incapacidad para comprender la situación económica y social del país, más allá de la lectura e interpretación de indicadores macroeconómicos aislados.

En la situación actual, la propensión del calderonismo a gobernar desde una dimensión meramente formal, oficialista y ficticia puede ser muy costosa para la de por sí precaria estabilidad del país: si los encargados del manejo económico nacional insisten en sostener que la crisis actual ha sido superada, cuando la realidad evidente indica que no es así, se corre el riesgo de profundizar la desatención y el abandono que han padecido amplios sectores a lo largo de los meses que ha durado la recesión económica, y de abonar un terreno fértil para el surgimiento de estallidos sociales.

Ante la manifiesta falta de capacidad gubernamental para enfrentar la actual coyuntura con realismo y sensibilidad, es pertinente y necesario que las distintas instancias legislativas, académicas y de la sociedad organizada informen a la población de manera veraz y responsable, y ejerzan, en esa medida, un contrapeso realista a las visiones erróneas y erráticas de las autoridades federales, las cuales, a fin de cuentas, tendrían que tener en las manos el timón del país.