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El pintor culmina la aproximación a Orozco con su reinterpretación de Los desmembrados

Roberto Cortázar externa en el Munal su diálogo con un clásico

Cuando vi el cuadro pensé que todos los planteamientos de los artistas del primer mundo estaban ahí, señaló el creador

La muestra incluye tres obras del muralista y otras 20 piezas

Foto
El cuadro de José Clemente Orozco cuestiona lo que entiendes, lo que no, lo que percibes; en ese momento te das cuenta de todo lo que tienes que trabajar, expresó el artista en entrevistaFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de noviembre de 2009, p. 2

Hay cuadros que lo eligen a uno. Al menos eso le pasó al pintor Roberto Cortázar con El desmembrado (1947), de José Clemente Orozco, de la serie Los teúles, perteneciente al acervo del Museo Nacional de Arte (Munal). Incluso, lo obligaron a estudiarlo al grado de desembocar en la exposición Los desmembrados según Orozco, por Roberto Cortázar, con tres pinturas (las otras son Cabeza flechada e Indias, también de 1947) del muralista y 20 piezas entre fotografía, dibujo digital, pintura e impresiones en inyección de tinta del artista, que se acaba inaugurar en el museo ubicado en Tacuba 8, Centro Histórico.

Para el pintor, el cuadro voltea a cuestionar lo que entiendes, lo que no, lo que percibes, y en ese momento te das cuenta de todo lo que tienes que trabajar. Cortázar se remonta a la exposición La carne y el color, exhibida en el Munal en 2008, para la que preparó una conferencia: “Colgaron El desmembrado. Nací en los años 60, y cuando vi que Orozco pintó el cuadro en 1947 me pareció que ya no tenía nada más que estudiar del arte europeo ni estadunidense, que conocía profundamente desde esos años, porque todo lo que me había interesado en términos personales, lo que se llamaba el neoexpresionismo o informalismo de la posguerra, estaba contenido en El desmembrado”.

–¿Es un cambio radical en su obra?

–También un cambio de cómo ver el propio siglo XX mexicano. Es decir, sí creo que los pintores de la posguerra, Pollock, Bacon, Giacometti y Dubuffet, son los más interesantes hasta la fecha porque llegaron a los sitios más profundos del lenguaje pictórico. Cuando vi El desmembrado, elaborado con piroxilina, curiosamente –si te acercas tiene chorreado–, la figura está deconstruida por el espacio pictórico, todos estos planteamientos que yo había analizado en los artistas mencionados, que son del primer mundo, estaban ya puestos por Orozco.

Este cuadro es uno de los últimos que pintó y en ello abandonó la ideología moralista del muralismo y se entregó únicamente, con su profundo talento, a su investigación sobre la pintura. Entonces, decidí investigar lo que había hecho formalmente y con ello reconstruir mi forma de componer un cuadro.

Cortázar presentó su investigación al Munal, donde fue recibida con entusiasmo a grado tal que contemplan iniciar un ciclo de exposiciones de pequeño formato, como en este caso, que implica una reinterpretación de artistas contemporáneos sobre obras de su colección permanente, dijo la curadora Sara Gabriela Baz.

Para la muestra, el artista realizó dibujos con lámpara led: “Es un dibujo a ciegas. Esta fue mi primera aproximación, porque la idea fue copiar El desmembrado en su lugar natural, el museo. Lo hice con una lámpara, ejercicio bastante particular porque no ves nada, sino la cámara que queda abierta en bulbo. Esta investigación fue hecha primero por Picasso con un célebre fotógrafo en los años 50. Esa técnica me interesó por ser una forma de acercarnos mucho al pensamiento del dibujo y al dibujo en cuerpo”.

De acuerdo con el entrevistado, el cuadro Cabeza flechada no refiere a ningún tipo de tormento físico como aparenta, ni tampoco síquico, sino a una condición de mártir: “De alguna forma es lo que –pienso– Orozco llamaría el retrato de artista. Para él es un mártir que carga la historia sobre sus hombros. Una de las cosas que me inquietó es que los elementos que vemos aquí como una flecha, en realidad son líneas horizontales que modifican la expresividad de la representación de una cabeza. Quise cambiar ese ritmo de horizontales a verticales”.

Orozco, continúa Cortázar, “tiene relaciones muy visibles con Picasso en estos cuadros, sobre todo en Indias, donde hace uso del cubismo para poder decir algunas cosas que necesitaba. O sea, tomó todas las sintaxis pictóricas que quiso e hizo un resumen”. Para el artista, los tres cuadros de Orozco son autocríticas, cuya virtud es fundamental como pauta de la evolución de una cultura. Y, aquí Orozco era libremente autocrítico.