Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El desempleo en Estados Unidos
U

ltimos datos oficiales. En octubre la tasa de desempleo fue de 10.2 por ciento (9.8 en septiembre) porque 558 mil personas más se quedaron sin empleo, de los cuales 190 mil son asalariados urbanos. Ya suman un total de 15 millones 700 mil personas de 16 años o mayores sin trabajo en el vecino país. El mayor número absoluto de toda su historia.

En términos relativos –siempre respecto de la totalidad de la fuerza de trabajo civil– similares a los de abril de 1983, mes con 11 millones 268 mil desempleados. Sin embargo, la tasa de desempleo mayor de la que se tienen datos (1943 a la fecha) se registró en diciembre de 1982: 10.8 por ciento. Hoy se roza ese máximo. Hay analistas que aseguran que puede ser mayor, dada la retracción tan violenta de la inversión y la drástica modificación de las deterioradas condiciones laborales (Fred Moseley, del Mount Holyoke College, Massachussets, en conferencia muy reciente en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM www.cep.iiec.unam.mx).

¿En qué mes cercano se empezó a registrar un desempleo creciente? A partir de mayo del año pasado. Y en octubre se cumplen 18 meses prácticamente continuos de expulsión de empleados. Y es que exceptuando el mes de julio pasado –disminuyó en 267 mil personas el volumen total de desempleados– de mayo de 2008 a octubre de 2009 se han acumulado 8 millones 25 mil personas en esa lamentable condición (7 millones 300 mil de asalariados urbanos, la mayoría de la manufactura, la construcción y el comercio). Pero, ¿qué personas –de 16 años o más– son registradas por nuestros vecinos como desempleadas? Las que en la semana de la estimación (se hacen dos al mes, la de hogares y la de establecimientos) no laboraban, pero tenían disposición a hacerlo (sin incapacidad temporal para ello), y que, además, tenían al menos cuatro semanas en búsqueda.

También se incluyen los que no buscan trabajo porque esperan ser llamados de donde fueron despedidos. Otro dato nuevo, por cierto, es el del número de semanas que, en promedio, actualmente tardan estos desempleados en encontrar un empleo. ¿Cuántas? Nunca como ahora: prácticamente 27 semanas. Más del doble de aquella terrible ocasión de fines de 1982 e inicios de 1983 que he mencionado, en la que –pese a la profundidad del desempleo (10.8 por ciento)– los desempleados tardaron un máximo de 13 semanas en encontrar nuevo empleo. Menos de la mitad de lo que hoy tardan.

Entonces, por cierto, fue perdiendo profundidad el desempleo. Pero fue ganando duración. Conviene acotar que es propio del capitalismo, el desempleo permanente para muchos, característica que, en los hechos, es buena coartada para los programas oficiales de ayuda a los pobres, que disfrazan la incompetencia o la imposibilidad no reconocida de generar empleos para todos. Pero….Bueno, en julio de 1983, la duración media de búsqueda de empleo llegó a 20.2 semanas. Y, sin embargo, en ese mes su profundidad había descendido a 9.4 por ciento.

Estas dos dimensiones deben ser consideradas simultáneamente, so riesgo de emitir juicios superficiales sobre este delicado asunto. Recordemos, entonces, las dos características actuales del desempleo: profundidad de 10.4 por ciento (próxima al máximo histórico) y duración de 27 semanas (la mayor registrada hasta hoy). Acaso por eso –sin duda– la reciente decisión del presidente Obama de ampliar los beneficios del seguro de desempleo unas semanas más.

Pero –siempre un pero–recordemos que este beneficio sólo es disfrutado por 38 por ciento de los desempleados. Del total actual de 15.6 millones de desempleados, apenas poco menos de seis disfrutan de éste. Los demás no cuentan con él, básicamente porque no son elegibles. Y es que tiene cuatro componentes básicos que lo determinan, además de que varían según el estado: 1) un apoyo financiero semanal equivalente a un porcentaje (alto, por cierto) del promedio de ingresos percibidos por el desempleado en las últimas 52 semanas laboradas (hay compensaciones mínimas semanales de hasta cinco dólares en Hawaii y máximas de 942 dólares en Massachusetts); 2) puede disfrutarse de un mínimo de dos a tres semanas y hasta por un máximo de 26 semanas (casos realmente especiales); 3) se renueva semanal o quincenalmente, demostrando la continuidad de la elegibilidad, en función de la existencia de nuevos ingresos percibidos por el desempleado y de sus búsquedas insatisfactorias pero demostrables de ocupación; 4) se financian con impuestos estatales a los empleadores (varían mucho) y transferencias federales. Es indudable que se trata de un importante apoyo para los desempleados de ingresos medios, bajos y muy bajos. Aunque limitado. No obstante, es un mecanismo de atemperamiento de la recesión, en la medida que impide caídas más drásticas y violentas del consumo. Pero sólo en cierta medida. ¿Qué lo demuestra? Que éste, por cierto, acumula cinco trimestres de descenso real. Concluyo diciendo que efectivamente, en el tercer trimestre de este año la economía estadunidense creció 3.5 por ciento, por cierto según esa diferente manera de medir el crecimiento que tienen ellos (habría caído 2.3 por ciento, según nuestro método). Pero en cualquier caso el cierre anual será –según la mayoría de los pronosticadores– de menos 2.4 a menos 2.8 por ciento. Estos mismos aseguran que la mejoría de este indicador no se traducirá en mejoría inmediata del nivel de empleo y salario. Que eso exigiría –casi lo juran– no menos de cuatro a cinco años más. Ya lo veremos. Por todas estas condiciones, hay que ser muy responsables y cuidadosos con lo que se asegura de esa economía vecina. Sobre todo porque para bien y para mal –digámoslo una vez más– nunca estuvimos tan dependientes de ellos como hoy. Nunca.

NB. Un feliz regalo de nuestro 25 aniversario para el lector ha sido la edición de La Jornada de este sábado. Las notablemente coincidentes notas del respetadísimo Enrique Dussel y de los buenos amigos y especialistas Hugo Aboites, Arturo Alcalde y Miguel Concha –con cuatro problemáticas aparentemente distintas– no dejan lugar a dudas. Inteligencia, ética, sindéresis y buen gobierno, provienen de la misma matriz: buen corazón, buena cabeza, buena formación y buena mano. ¡Cuánto se extrañan!