Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de noviembre de 2009 Num: 766

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Los testigos declararon
ORLANDO ORTÍZ

Tres poemas
SARANDOS PAVLEAS

Berlín, ciudad abierta
ESTHER ANDRADI

La calle era una fiesta
YURI GÁRATE

Ossis, Wessis y döner kebab
CUINI AMELIO ORTIZ

La ciudad que más cerca queda de Berlín
LUIS FAYAD

Todo pasaba tan rápido
LUIS PULIDO RITTER

Hombre mirando al este
MARIO VÁZQUEZ

9/XI/1989: Berlín se me hizo cuento
RICARDO BADA

Lo Increible había pasado
TELMA SAVIETTO

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Hugo Gutiérrez Vega

LAS EMPRESAS INFORMATIVAS Y LA ENAJENACIÓN (VI DE VII)

Algunas, muy pocas por cierto, empresas informativas de países del Tercer Mundo, han intentado huir de la dependencia sin romper del todo con los monopolios imperiales. Los resultados han sido muy poco halagüeños. Es muy difícil competir con los grandes monopolios sin invertir el signo y aceptando las reglas del juego impuestas por la información capitalista. No me parece de ninguna manera maximalista la tesis indicadora de que la única posibilidad de escapar de la dependencia informativa consiste en establecer las propias reglas del juego, evitando sentarse en la mesa con los tahúres que tienen todas las barajas marcadas. Este programa renovador, por más utópico que parezca, es el único capaz de romper con los estrechos lazos de la dependencia y de devolver a las noticias su verdadero carácter de servicio social.

Hemos encontrado en el mundo de la información una enorme cantidad de entes cuya pasividad contrasta con la actividad desplegada por el poder político y económico del imperialismo. Las agencias nacionales y los medios de comunicación de las naciones del Tercer Mundo se inscriben en el lado pasivo de esta moneda que, según vamos viendo, tiene el mismo signo en sus dos caras. Sin embargo, conviene insistir en la búsqueda de la más inerme de las víctimas de este juego siniestro; se trata, sin duda, de las masas consumidoras de las mercancías informativas. Éstas reciben los mensajes por medio de un lenguaje represivo y saben que su papel en el proceso de comunicación de noticias será siempre el de receptores pasivos. Este código de signos, arguye Mattelart en su obra ya citada, “coerce al receptor encerrándole en el producto hipnotizante. Es ese mismo efecto de hipnosis el que, paradojalmente, brinda al receptor la impresión de su liberación a través de su mayor avasallamiento”. La maquinaria noticiosa insiste en la necesidad de que el hombre que vive en la sociedad moderna se mantenga bien informado. Simultáneamente le proporciona dosis de noticias lo suficientemente grandes como para impedir que el consumidor recurra a su propio sistema de interpretación y análisis para poder asimilarlas. Al igual que la sociedad de consumo, de la que depende, la empresa de la información busca mantener sus clientes en un permanente estado de indigestión. No es casual el hecho de que los grandes monopolios posean fábricas de artículos alimenticios difíciles de digerir y empresas productoras de medicinas en contra de la indigestión.

Por otra parte, la maquinaria informativa no logra siempre (como no lo logran los aparatos de control político) impedir las manifestaciones de la respuesta disidente. La historia reciente nos habla de los grandes actos de protesta que algunos grupos sociales han dirigido en contra de los manipuladores de la información. En 1968, México contempló el paso de las multitudes que, a través del plebiscito de los gritos, calificaron los órganos informativos con el nombre de “prensa vendida”. Estos fenómenos sociales esporádicos tienen un efecto catártico que produce múltiples dolores musculares y un tremendo cansancio, agravado por la acción del aparato represivo del Estado. Sólo la permanencia y la organización de la crítica presentan auténticas posibilidades liberadoras.

(Continuará)

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