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Todo cambió de la noche a la mañana; la lección fue aprender a ser flexible, dice una de ellas

A 20 años de la caída del muro, las mujeres de Alemania oriental son ejemplo de fortaleza

En la RDA 92% de la población femenina en edad de trabajar estaba integrada al mercado laboral

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Aspecto de la caída del dominó gigante en Berlín, como parte de los festejos por los 20 años del derribo del muroFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 10 de noviembre de 2009, p. 20

Berlín, 9 de noviembre. Las llamaron las perdedoras de la reunificación. Sin embargo, 20 años después de la caída del Muro de Berlín, las mujeres de Alemania oriental son exitosas y ocupan posiciones con las que sueñan sus hermanas occidentales.

Son mujeres fuertes y seguras de sí mismas, que se han convertido en ejemplo de muchas otras. No las vuelve locas la preocupación por su apariencia, ni tienen remordimientos por trabajar y tener hijos, como suele suceder a las alemanas de la parte occidental, donde todavía una mujer que deja el cuidado de sus hijos en manos ajenas es llamada Rabenmutter (madre cuervo), sinónimo de mala madre, que alude a la práctica de dichas aves, de expulsar muy rápido a sus críos del nido.

Tras la reunificación las orientales fueron las primeras en perder su empleo, pero no se quedaron con los brazos cruzados: ahora son las más flexibles en el mercado laboral. Se estima que durante los últimos veinte años 1.4 millones de mujeres emigraron de la parte oriental a la occidental.

No es casualidad que la primera mujer en llegar a canciller de Alemania, Angela Merkel, provenga del este del país. Las mujeres orientales no tienen miedo al poder y por eso llegan más fácilmente a posiciones de liderazgo. Eso se debe a la cultura laboral existente en la República Democrática Alemana (RDA), donde 92 por ciento de la población femenina en edad de trabajar estaba integrada al mercado laboral. En eso la Alemania comunista fue líder mundial gracias a una política de ocupación de igualdad de género, que se instauró junto con la creación de una red de instituciones y ayudas al hogar que evitaron que la carga del trabajo doméstico y de los hijos recayera exclusivamente sobre las mujeres.

Lo que más irritó a Jana Steinicke cuando llegó a Bonn, en la parte occidental de Alemania, en 1996, siete años después de la caída del Muro de Berlín, fueron las aspiraciones de las mujeres occidentales: un marido, un hijo y una casa.

Jana, educadora de profesión, nació en Turingia, en la parte oriental, y llegó de 18 años a la ciudad natal de Beethoven para hacer su servicio social voluntario. La ciudad la sedujo y decidió quedarse. Para ella lo más natural era ir adonde había trabajo. No estudié para acabar trabajando de cajera en un supermercado, dice, como ocurrió con sus compañeros que se quedaron en Apolda, localidad donde todavía viven sus padres y dos hermanas.

Tenía 11 años cuando cayó el Muro de Berlín y se considera una hija afortunada de la RDA, cuyos padres siguieron trabajando. Ninguno perdió su empleo, así que desde el punto de vista material la vida cambió positivamente, afirma. Sin embargo, recuerda que esos años estuvieron llenos de inseguridad. Yo no quería ese cambio, me hubiera gustado conservar el mundo conocido; con la llegada del capitalismo llegó el estrés, incluso en la escuela el sistema educativo se vino abajo junto con todo el sistema, todo se volvió más difícil, más impersonal, señala. Extraña la vida tranquila que se tenía en el este, así como la cultura de convivencia, de pertenecer a un colectivo.

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Jana Steinicke, educadora que nació en Alemania oriental y hoy es residente en BonnFoto Eva Usi

Pese a que todo cambió de la noche a la mañana, Jana cree que la lección fue aprender a ser flexible. Toda una ideología y el sistema en el que viví en mi niñez se desplomaron, pero eso no es motivo para darse por vencida. Más vale sacar lo mejor de la situación que de cualquier forma no puede evitarse; a final de cuentas, los cambios también encierran oportunidades, expresa.

No todos los alemanes orientales se expresan con tal optimismo. Según una encuesta realizada por el Instituto de Investigación de Mercado de Leipzig, uno de cada dos ciudadanos de esa región lamenta que haya caído el muro y considera que desde la reunificación hay más desigualdad e injusticia social. Un doce por ciento de la población en la parte occidental y un 13 por ciento en la oriental quisiera que se construyera el muro de nuevo.

Pese a que han pasado 20 años, la economía oriental sigue dependiendo de la ayuda occidental. Hasta ahora las transferencias del gobierno federal para ayudar a reconstruir la infraestructura de la región oriental ascienden, según un estudio, a 1.3 billones de euros (1.9 billones de dólares). Según el politólogo español Ignacio Sotelo, pese a que hay cambios positivos, uno de los mayores problemas resultantes de la reunificación es la catástrofe demográfica en los nuevos estados federados provocada por la falta de empleo. El experto estima que desde la reunificación, el territorio de la extinta RDA ha perdido 2 de los 16 millones de habitantes que tenía. A tal punto se han vaciado algunas ciudades, que se ha puesto en marcha un programa para demoler más de un millón de vivendas desocupadas. Pese a las flamantes autopistas y los edificios subsanados, no hay vida, la población es de viejos y jubilados, muchas ciudades se están quedando vacías, afirma.