Opinión
Ver día anteriorViernes 13 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿Fascismo en América?
E

l lunes pasado participé en un foro organizado por La Jornada y Casa Lamm con el tema Fascismo, ¿amenaza vigente en América Latina? Los otros panelistas fueron Manuel Bartlett, ex senador de la República, y José Steinsleger, también editorialista de nuestro periódico.

Durante mi intervención recorrí el significado histórico del término y concluí que escapa a una definición precisa, porque no se le identifica con alguna ideología en especial. Se ha convertido en un adjetivo peyorativo. Pero eso no es ninguna novedad, porque desde el ocaso del nacional socialismo alemán y del fascismo italiano, George Orwell, ensayista inglés que imaginó y describió en 1948 los regímenes totalitarios modernos en su novela de ciencia ficción, 1984, advirtió que el término se estaba convirtiendo en una palabra con muy poco significado.

Con enorme sentido del humor Orwell reconoció en 1944 (“What is fascism?”) que la palabra adquiría mayor importancia en conversaciones informales, donde se utilizaba indistintamente para describir “granjeros, dependientes de tiendas, funcionarios públicos, la cacería de la zorra, las corridas de toros (Orwell vivió como periodista la Guerra Civil Española), Kipling, Gandhi, Chiang Kai-Shek, la homosexualidad, los albergues juveniles, la astrología, las mujeres, los perros, y no sé cuántas cosas más…”

En el foro advertí que, estando en desacuerdo total con Orwell en el caso de las mujeres (aunque jamás fue su intención ofenderlas), yo no tendría problema para aplicarle el término a una famosa maestra a quien Luis Hernández Navarro describió en La Jornada con el feliz mote de Elba forever. Aunque la referencia obligada ha sido siempre el totalitarismo nacionalista de derechas, inspirado en Mussolini, Adolfo Hitler y la Falange española, algunos historiadores modernos afirman no encontrar diferencia alguna entre el régimen fascista-derechista de Alemania nazi y el gobierno comunista de José Stalin. Esa ambigüedad, reconocida por Orwell desde 1944, lo llevó a afirmar que, después de la gran guerra, comenzamos a llamar fascistas por igual, aunque por diversos motivos, a conservadores, socialistas, comunistas, trotskistas, católicos, pacifistas, nacionalistas, y a los amantes de la guerra.

En la reunión, José Steinsleger recordó que México había tenido su propia experiencia con el fascismo, representado por la Unión Nacional Sinarquista, que en una segunda etapa pretende mantener viva la flama en un portal de Internet (http://sinarquismo.tripod.com/). Orwell reconoció que quienes lanzan el término con gran carga emocional como insulto personal, quieren describir a alguien cruel, arrogante, oscurantista, antiliberal y en contra de la clase trabajadora. Esta última característica fue el motivo por el que algunos legisladores calificaron a Javier Lozano de fascista durante su última comparecencia en el Palacio Legislativo. (En cuanto a arrogancia, Lozano confirmó esa característica al aconsejar a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, como abogado y como secretario del Trabajo, que era inútil acudir a instancias legales para impugnar el decreto presidencial: ¿un secretario del Trabajo, que es además abogado, recomendando a trabajadores agraviados que se abstengan de defender sus derechos? Con esas inauditas declaraciones el abogado Lozano confundió también las funciones otorgadas por la Constitución a los poderes Ejecutivo y Judicial.)

En mi participación decidí quedarme con la definición de fascismo incluida en el Diccionario de la Real Academia: adjetivo despectivo y coloquial para describir a personas de ideología política reaccionaria: éste es el significado actual del término. En el caso de Estados Unidos me referí al brote de fascismo provocado por la administración de George W. Bush. Sus políticas alentaron el surgimiento de una ultraderecha retrógrada, racista, evangélica y nacionalista que hoy disfraza su racismo (una de las características del fascismo) con falsos argumentos de seguridad nacional. Para ellos, guardianes de la ortodoxia americana, Obama es percibido como comunista emboscado o caballo de Troya del fundamentalismo musulmán. (Dick Morris, autor de la frase: López Obrador es un peligro para México, insinúa ahora, frente a la matanza de soldados en Fort Hood a manos de un oficial estadunidense de origen musulmán, que tal vez Obama sea también un peligro para Estados Unidos.)

En el tema de Honduras leí a los asistentes algunos párrafos de mi artículo Honduras, ¿rebelión en la granja? (La Jornada, 7/8/09). Al hablar de México comenté la inútil guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón y concluí que la militarización, el autoritarismo, los golpes de timón a la derecha, los acuerdos nebulosos con Estados Unidos, la inclinación por privatizar recursos naturales, la ausencia de solidaridad con los pobres, y la paulatina erosión del Estado laico, nos apartan de la transición democrática y nos acercan cada vez más, si no al fascismo, por lo menos a un claro y definido totalitarismo de derechas.