Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de noviembre de 2009 Num: 767

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La porfiada memoria de Dedé Mirabal
JOCHY HERRERA

Juan Manuel Roca: la poesía en cuadros imaginativos
MARCO ANTONIO CAMPOS

Un ojo de la cara
EDITH VILLANUEVA SILES

Galería Uffizi: metamorfosis
ALEJANDRA ORTIZ

Dubravka Ugresic: escribir desde el exilio
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Dubravka Ugresic: escribir desde el exilio

Adriana Cortés Koloffon

Exiliada en 1993 por motivos políticos, Dubravka Ugresic (Zagreb, Croacia, 1949) reside en Holanda. Ha obtenido numerosos premios por sus ensayos y novelas, entre otros, el Heinrich Mann (2000) y el Premio Feronio en 2004. No hay nadie en casa (Anagrama, 2009), su más reciente publicación, constituye un híbrido de géneros compuesto de artículos, viñetas, ensayos, crónicas, diarios de viaje y autobiografía.

–¿Cuál es su experiencia al escribir desde el exilio?

No sé si existe la categoría de “literatura del exilio”; de ser así, estoy en contra de ella. Cada escritor tiene su propio procedimiento creativo. Es cierto que experiencias como la del exilio han marcado mi escritura. Comparar a los escritores que escriben en el exilio es válido, como lo es comparar la narrativa femenina o la indígena o la homosexual, pero ese tipo de crítica reduce el texto literario a una orientación temática, de género, étnica o sexual. La literatura siempre ha consistido más sobre cómo se narra que sobre lo que se escribe. Como sea, pienso que la experiencia del exilio es muy importante en tanto que los escritores exiliados sientan las bases para una literatura transnacional. Yo me ubico en una zona literaria “libre de impuestos”, en un espacio “irregular”, una zona “fuera de nación”. Cada vez hay más escritores que viven y escriben en esa “zona”; me atrae ese dinamismo por ser el espacio donde se originan los mayores cambios literarios.

–¿Piensa, como Heidegger, que el lenguaje es la casa del ser?

–Si el lenguaje es la casa del ser, yo vengo de una casa problemática. Al ser demasiado vieja cuando dejé mi país, era incapaz de adoptar otra lengua para escribir. Antes de establecerme en los Países Bajos, estuve varios años en distintos países. Tenía cincuenta años cuando finalmente decidí radicar en Amsterdam. Adoptar el holandés como lenguaje de escritura me pareció no sólo imposible, sino inútil, en términos prácticos. Con todo, para sobrevivir como escritora debía apegarme a lo que tenía: la lengua croata. Cuando Yugoslavia se dividió, se “divorciaron” las diversas lenguas. El número de lenguas oficiales equivale a los nuevos estados: esloveno, macedonio, croata y serbio. Después de este divorcio, el croata experimentó una arcaización. La paradoja es que ahora soy más “moderna” con mi antigua lengua serbo-croata y más emancipada lingüísticamente que los escritores croatas que intentan adaptarse a las nuevas tendencias de “purificación” de las lenguas nacionales. Así que también estoy exiliada de esta nueva y “correcta” lengua croata. La historia del lenguaje en Yugoslavia es intraducible, pues está hecha de muchas mentiras, de muchas implicaciones políticas dentro de un pequeño territorio.

–En No hay nadie en casa dos metáforas se oponen: la maleta, asociada con el viaje, y la cama, con la inmovilidad, ¿por qué?

–En el exilio se experimenta una situación de total abandono en la que uno sólo tiene su maleta. Se quiera o no, se cambia una estructura de vida segura por otra extraña. La metáfora de la cama se refiere, en mi libro, a una pareja de emigrantes rusos [en Estados Unidos] que decidieron permanecer acostados en la cama como un gesto de resistencia contra la ideología estadunidense de trabajo y progreso. Los rusos habían huido de lo mismo: una ideología comunista de trabajo y progreso. Hay una novela maravillosa de Ivan Goncharov, Oblomov, que pretendía ser una sátira sobre el ocio de la nobleza rusa y devino en una apología de la resistencia contra la actividad, la razón y el concepto convencional sobre la felicidad.

–¿A qué se refiere en su libro cuando habla de la arqueología de la vida cotidiana registrada como “memoria secreta” que no se encuentra en un álbum de familia?

–En mi novela El museo de la rendición incondicional abordo uno de los temas más fascinantes en literatura: la memoria y el olvido. En El ministerio del dolor también lo hago, desde otra perspectiva. La arqueología de la vida cotidiana equivale en nuestras vidas privadas a la historia de las grandes comunidades, estados y naciones. El territorio de la vida cotidiana es íntimo, emotivo y muy engañoso. Los pequeños objetos: la música, los objetos, la comida, resguardan y a la vez destruyen nuestra memoria. Los frescos desaparecen cuando se exponen al oxígeno igual que los objetos llenos de una carga emotiva, guardianes de nuestra memoria, pierden su contenido mágico cuando los coleccionamos y poseemos.

–¿Su escritura es desterritorializada?

–Aunque juego con distintos géneros (cuento, novela y ensayo) y estilos literarios, no escribo textos que encajarían dentro de las expectativas de un lector ordinario. Prefiero utilizar el recurso del extrañamiento de lo esperado en un estilo o género narrativo “correcto”. Inclusive en el ensayo, un género más directo, juego con máscaras narrativas de una autora “ingenua” o “no confiable” para evitar un tono autoritario.

–¿Qué postura han adoptado los intelectuales en Croacia después de la división de la ex Yugoslavia?

–Los intelectuales serbios y croatas que en su mayoría apoyaron o iniciaron la guerra y un movimiento nacionalista en la ex Yugoslavia, constituyen ahora una fuerza conformista en los nuevos Estados. Se adaptan a los cambios y los apoyan, son “pericos y sacerdotes” de sus propios gobiernos. Antes, la elite cultural mostraba una cara democrática y antitotalitaria. Ahora, como se vive en una democracia, no tienen nada que mostrar. Tienen un pretexto “democrático” para todo lo que hacen y esas son las reglas del Santo Mercado. La censura no se considera política sino como un error cometido por alguien dentro del mercado.

–¿Qué opina sobre el dominio de las nuevas tecnologías?

–Entramos a una era digital y tenemos un nuevo Dios: internet. Las nuevas tecnologías cambian nuestra percepción, nuestros valores y percepción del tiempo, nuestras relaciones. El cambio es serio, masivo, “tectónico”, pero aún no somos capaces de articularlo.