Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de noviembre de 2009 Num: 768

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El 7 de septiembre
AURA MARTÍNEZ

Mi testamento
MIJALIS KTSARÓS

Uno es muchos
RICARDO YÁÑEZ entrevista con ALBERTO ESTRELLA

La tía Lillian
JEANNETTE LOZANO

Antonio Cisneros: es animal el poema
JOSÉ ÁNGEL LEYVA

La conjura de los necios: cuarenta años de la muerte de John Kennedy Toole
RAFAEL REY

Umberto Eco: el poder de la insolencia
JORGE GUDIÑO

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
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Artes Visuales
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Directorio
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Luis Tovar
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Carnita fresca (II DE III)

Sin que llegue a ser todo lo completa o compacta que Uno quisiera –para lo cual, como es obvio, primero tocaría ponerse de acuerdo con Másdeuno, Muchagente, Unoscuantos y Todoslosdemás, respecto de qué quiere decir aquí completo o compacto–, la programación de la Muestra Internacional número cincuenta y uno de la Cineteca Nacional exhibe, con su veintena y pico de títulos, una verdadera muestra, vale decir un termómetro interesante, de aquello que en estos días se filma, se distribuye y se exhibe a nivel nacional e internacional.

Quizá nunca fue tan pertinente como ahora ser prolijo respecto de lo anterior, pues tal como en estos días se manejan las cosas, no basta con decir “aquello que en estos días se filma” sino, de manera preponderante, lo que “se distribuye y se exhibe”. Quizás el cine mexicano, con sus seis o siete decenas de filmes producidos anualmente en los últimos tres años, sea el mejor ejemplo para entender que no es lo mismo –o no basta con– filmar, cosa de suyo ardua, costosa y complicada, que llevar lo filmado al único sitio donde alcanza verdadero estatus de realidad: los ojos del espectador.

Por razones similares cuando no idénticas, una porción inconmensurable del cine que se produce internacionalmente jamás llega a las pantallas totonacas, que uno diría vírgenes de casi toda filmografía que no posea al menos uno de los siguientes requisitos: a) ser estadunidense, b) incluir uno o más “imanes de taquilla” en el reparto, c) haber ganado un premio cinematográfico pero no cualquiera, sino todo aquel denominado Oscar –puesto que Osos, Conchas, Palmas, Leones, Arieles y Diosas de Plata, entre muchos otros, poco o nada le dicen a las hordas capaces de hacer fila durante largas horas para ser de los primeros en ver, un día como hoy, el apocaliptismo efectista pero de todos modos ramplón de 2012, y d) estar proveída de una ingente o, de preferencia, apabullante campaña publicitaria de ésas cuya espectacularidad alcanza a disimular la pobreza irremediable del producto cinematográfico ofertado.

No hay nada más normal –aunque, como otras “normalidades”, ésta no necesariamente sea de signo positivo– que la cartelera cinematográfica comercial se rija por criterios pecuniarios. Ahí se distribuye y se exhibe con un solo propósito en mente: ganar lana. Paralelamente, se sobreentiende que, si bien tampoco es organizada pensando en pérdidas económicas, un evento como la Muestra Internacional de Cine no comparte la preeminencia de dicho criterio.

Este juntapalabras ignora si en la totalidad de las cincuenta ediciones anteriores de la Muestra las cosas han sido como ahora, pero lo que sí recuerda es que hubo un tiempo en que tanto la prensa especializada como algunos miembros del público ídem, deploraban, criticaban o mínimo se preguntaban en torno al hecho de que la Muestra incluyera películas que, más pronto que tarde, serían estrenadas a nivel comercial. Lo que Uno solía escuchar eran dudas como las siguientes: “si ya tiene distribuidor, ¿qué caso tiene que hayan metido tal película a la Muestra ?”; “¿y si mejor me espero a que la estrenen?”; “¿a poco no podían haber traído películas que no fueran a pasar luego en cartelera?”

Pensar que los intereses y las inclinaciones de las compañías distribuidoras han venido, con el paso del tiempo, emparejándose con la visión y la misión cinematográfica que, necesariamente, Uno presupone es la que permea y guía a todo aquel involucrado en la programación de una muestra de cine que se quiere amplia y diversa; pensar de este modo, pues, luce como un ejercicio de alto optimismo sin asideros, que este sumaverbos se sabe incapaz de realizar.

Considerando las actuales condiciones presupuestales, así como el hecho ineludible de que hay que trabajar con lo que hay –“con estos bueyes hay que arar”, como bien dice el refrán–, es comprensible que, si los tlacos no alcanzan para adquirir los derechos de exhibición de tal o cual cinta que Todomundo deseaba haber incluido, se recurra más bien a la disponibilidad del momento, pero un contexto de escaseces y recortes no debiera funcionar a manera de puerta falsa para que, a través de ella, las compañías distribuidoras aprovechen –mejor dicho, se aprovechen– de la Muestra, sirviéndose de la misma a manera de plataforma de lanzamiento, test screen o cosa parecida. El mejor ejemplo de lo anterior es quizá Los abrazos rotos, la más reciente película de Pedro Almodóvar, pues más allá de la reputación del realizador y de la medianía amelcochada que el filme ostenta, el hecho es que, según palabras de los propios responsables, Los abrazos... no forma parte de la programación, pero de todos modos fue la película que abrió la Muestra, un fin de semana antes de que este almodovarazo se estrenara comercialmente.

(Continuará)