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Bajo la Lupa

Climagate: los hackers descubren el fraude del calentamiento global

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Chimeneas de la termoeléctrica Pocerady, cerca de Louny, en la República Checa, país que depende en gran medida de plantas generadoras alimentadas por carbónFoto Reuters
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ería un grave error de juicio poner en tela de juicio un trascendental hallazgo científico como el calentamiento global, que obliga a transformar la vida en el planeta.

El problema ahora es que tal hallazgo, aplastantemente divulgado por la propaganda de los multimedia anglosajones, ha sido descubierto como un fraude científico: el climagate.

Antes del estallido del climagate, llamaba la atención que laureados académicos discordantes fueran boicoteados por los multimedia anglosajones volcados en sacralizar la bursatilización neoliberal del bióxido de carbono.

Era más que perturbador observar al polémico ex vicepresidente Al Gore, con antecedentes nada virtuosos (tanto en el ámbito bélico como en sus escabrosos negocios trasnacionales), adueñarse tanto de la agenda climática del planeta como de la teoría antropogenética del calentamiento global por exceso de consumo de hidrocarburos.

También era más que extraño que The Financial Times, portavoz del neoliberalismo global –un rotativo financierista a final de cuentas, con nula seriedad científica–, se haya consagrado en plenitud a defender el dogma del calentamiento global, con tintes apocalípticos. El apocalipsis adelantado ha generado jugosos dividendos a sus proponentes.

Siempre nos inquietó la postura antiambientalista de Baby Bush en contra del Protocolo de Kyoto, que le hubiera implicado a Estados Unidos un costo de alrededor de 30 por ciento (¡así, con dos dígitos!) de su PIB, para subsanar su desregulada emisión de gases de invernadero, en su calidad de primer contaminador del planeta.

En el ocaso del baby-bushismo, fue más sorprendente contemplar el giro de 360 grados cuando prácticamente todo el establishment de Estados Unidos adoptó el axioma teológico del calentamiento global, a grado tal que se convirtió en el icono estratégico del Pentágono y de Brent Scowcroft, el sereno ex asesor de Seguridad Nacional del daddy-bushismo.

Ahora resulta que los eminentes científicos en la supuestamente prestigiada Unidad de Investigación del Clima (Climate Research Unit, CRU) de la Universidad de East Anglia (UEA), de Gran Bretaña (but of course and curse!), manipularon y destruyeron los datos climáticos para ocultar el enfriamiento (¡extra-súper-sic!) global, según los mil correos (con 3 mil documentos) expuestos por los hackers.

Desde luego que no fueron unos vulgares hackers quienes penetraron los inexpugnables archivos de CRU y los colocaron en un portal ruso, que luego fueron ampliamente difundidos por Air Vent, portal de ambientalistas escépticos (y asépticos).

CRU, quien controlaba el engaño climático a escala planetaria, ha quedado desahuciada en su credibilidad.

Será histórico el jueves 19 de noviembre, cuando se expuso todo el engaño teológico detrás del calentamiento global en las comunicaciones por correo electrónico entre los investigadores y sus propagandistas, quienes discutían la forma de destruir las evidencias y los datos contrarios a su dogma.

Pese a que los iconos de los multimedia anglosajones han diluido, cuando no ocultado, el climagate, los blogs han demostrado su eficiente dominio ascendente, como genuina mensajería alternativa, al divulgar el contenido de uno de los mayores fraudes científicos de la historia, y que ha sacudido las entrañas del poder a los dos lados del Atlántico, específicamente a Londres, la matriz operativa del fraude, y Washington.

El blog de corte conservador Drudge Report (24/11/09) clama por una investigación del Congreso de Estados Unidos y denuncia el mayor escándalo de la ciencia moderna.

Quizá para intentar reparar los daños a la reputación británica, nada menos que lord Lawson –anterior secretario de Energía (sic), así como canciller durante el periodo de Maggie Thatcher– exigió una investigación pública independiente (sic), según The Daily Telegraph (23/11/09).

Tampoco es nada reconfortante que sea lord Lawson, furibundo privatizador vinculado a las depredadoras trasnacionales petroleras británicas y muy cercano a los Rothschild (acusados de banqueros esclavistas atávicos; ver Bajo la Lupa, 8/7/09), se autoerija en el estandarte del combate al engaño climático.

The Washington Times (24/11/09), muy cercano a la dinastía bushiana y al belicismo global, reseña ferozmente el ocultamiento de la evidencia sobre el enfriamiento global y coloca la frase indeleble, que ha causado furor galáctico, que procura Phil Jones, director de CRU, a su colega Michael Mann, de la Universidad Estatal de Pensilvania: “el truco (¡extra-súper-sic!)… para ocultar (sic) el descenso (sic) de la temperatura” mediante el pase de magia de manipular las ecuaciones de las series de tiempo desde 1961 (casi medio siglo). ¡Qué fácil!

The Washington Times, con justa razón, se va a la yugular de The New York Times, que compró aparentemente la explicación inexpiable del controvertido Michael Mann de que un truco, en la jerigonza científica, se refiere a la solución de problemas y no a un secreto.

Por cierto, hace mucho que The New York Times vende y compra muchas historietas inverosímiles en todos los rubros de la actividad humana (v.gr. las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak).

El rotativo filobushiano concluye que las revelaciones tendrán un efecto de enfriamiento sobre la histeria del calentamiento global y su alentada política de pánico.

El historiador de las ciencias Spencer Weart comenta que el climagate es inédito y que ni siquiera las trasnacionales tabacaleras se atrevieron a alterar los efectos del cáncer pulmonar (The Washington Post, 23/11/09).

Ha sido puesta en la picota la Cuarta Evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), mientras del lado estadunidense han quedado severamente mancilladas las reputaciones de varios académicos de renombre en la Universidad de Massachusetts (Amherst) y las otrora impolutas universidades de Arizona y Estatal de Pensilvania –for the time being.

Cabe recordar que en el México neoliberal, Calderón (al unísono del disfuncional Congreso) se ha exhibido en forma imprudente, para no variar, como un fanático del cambio climático. ¡En qué manos se encuentran los ciudadanos del mundo!

No se puede soslayar que detrás de la teología del cambio climático se resguardan omnipotentes intereses trasnacionales, de alcances geoestratégicos, que son susceptibles de transformar la vida en el planeta.

A nuestro humilde juicio, después de sus aparatosos descalabros en el Gran Medio Oriente, donde no pudieron apoderarse de los hidrocarburos como deseaban, Londres y Washington suspiran recontrolar, mediante la reconversión teológica, la agenda energética global por la puerta trasera del bondadoso cambio climático bajo el travestismo del incuestionable rigor científico.

¿Qué será peor: el fraude científico y/o la desinformación multimediática que de él emana? ¿Queda irreparablemente lisiada la cumbre de Copenhague sobre el cambio (sic) climático?