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Chocan cifras de encuestadora y el TSE sobre índice de participación; 47.6% contra 61.3%

Fallas técnicas impiden al tribunal electoral confirmar amplia victoria de Lobo en Honduras

Zelaya asegura que el pueblo respondió a su llamado de no dar oxígeno a la dictadura

Reprimen marcha de la resistencia en San Pedro Sula; denuncian intimidación y cateos ilegales

¡El mundo tiene la obligación moral de reconocernos!, clama magistrado de órgano electoral

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Porfirio Lobo, candidato a la presidencia de Honduras por el opositor Partido Nacional y quien se perfila como ganador de los comicios con más de 55 por ciento de votos, según encuesta de salida, saluda a un soldado tras acudir a la mesa de votación en Juticalpa, en la región oriental del paísFoto Ap
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El presidente constitucional hondureño, Manuel Zelaya, ayer, en la embajada de Brasil en TegucigalpaFoto Ap
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Policías antimotines golpean un camión tras huir sus ocupantes que protestaban por el golpe de Estado ocurrido en junio pasado contra el presidente Manuel Zelaya y por las elecciones generales, ayer en San Pedro SulaFoto Ap
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Periódico La Jornada
Lunes 30 de noviembre de 2009, p. 21

Tegucigalpa, 29 de noviembre. Porfirio Pepe Lobo, que pasó la campaña lavándose las manos, puede mantener la sonrisa que muestra en los carteles, y en vivo, todo el tiempo: en una elección transparente como nunca, según el gobierno de facto, pero cuestionada por la mayor parte de los países del mundo, se impuso al candidato que antes del golpe de Estado le llevaba una amplia ventaja.

Desde hoy es el tercer presidente de Honduras, aunque por la noche las autoridades electorales le echan a perder la fiesta, porque tardan en salir a dar los datos de la elección y cuando lo hacen es para decir que se les cayó el sistema, que por fallas técnicas no pudieron realizar la segunda verificación de los datos. Así que un técnico, presentado por el presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), ofrece cifras aún no validadas por el propio órgano que las presenta, las cuales confirman un amplio triunfo de Lobo. Aunque no hay datos que puedan presentar como válidos según sus propias reglas, los magistrados informan que la participación fue de 61.3 por ciento.

El público que asiste a la presentación de los magistrados se levanta a aplaudir. El pueblo hondureño se ha volcado a las urnas, confirman las autoridades electorales lo que han machacado televisión y radio todo el día.

Sin embargo, enseguida presentan los resultados de la Corporación Hagamos Democracia, que el TSE autorizó para realizar una encuesta de salida, la cual da 55.77 por ciento de votos a Porfirio Lobo y 38.58 por ciento al aspirante del Partido Liberal, Elvin Santos.

El dato relevante, sin embargo, es que la muy confiable corporación ubica la participación en sólo 47.6 por ciento, contra 61.3 por ciento del dato no validado del tribunal electoral.

Nada por qué dudar

Ha habido una dificultad técnica, dice el presidente del TSE, Saúl Escobar. “Hemos ingresado más de millón y medio de votos del nivel presidencial. Se están haciendo todos los esfuerzos para corregir la falla técnica… Hemos tomado la decisión de contar exactamente lo que ha ocurrido… No hay absolutamente nada por qué dudar de estas elecciones”, se enreda el magistrado, y termina presentando cifras preliminares con 61.86 por ciento de las actas procesadas.

A pesar del desastre de un sistema que supuestamente era a toda prueba, el magistrado Enrique Ortez (hijo del canciller de Roberto Micheletti que llamó Negrito del batey a Barack Obama), se suelta una arenga patriótica y advierte al mundo entero: ¡Tienen la obligación moral de reconocernos!

Dice Ortez: ha hablado Honduras en elecciones libres, transparentes y cristalinas. No para ahí: Esta fecha quedará grabada en letras de oro en nuestra patria, dice, y le aplauden a rabiar.

Abstención sin restitución

Desde la embajada de Brasil, Zelaya se muestra cauto frente a los primeros resultados, que no ofrecen las autoridades del Tribunal Supremo Electoral (TSE), sino la Televisa hondureña, mediante una encuesta a boca de urna.

En horas de la noche, los datos proporcionados por la empresa contratada por el TSE se acercarán a la cifra de abstencionismo que proporciona Zelaya: 65 por ciento (52.4, admite Hagamos Democracia”).

Cuando Zelaya habla, los magistrados del TSE siguen encerrados. Más tarde admitirán que siguen debatiendo si informar o no sobre sus fallas técnicas, aunque durante todos los meses de la crisis prometieron que dos horas después del cierre de las mesas de votación darían resultados, a pesar de que gastaron miles de horas de televisión y toneladas de papel periódico para asegurar que estos comicios rechinarían de limpios.

Su ausencia hace crecer los rumores sobre posibles ajustes en la votación obtenida por cada candidato y también sobre el índice de abstención, la principal arma de Manuel Zelaya y el Frente de Resistencia en este jalón –el de las urnas, pero no el último– de la crisis hondureña.

En su primera reacción frente a los resultados, Zelaya asegura que el pueblo hondureño respondió a su llamado de no acudir a las urnas para no dar oxígeno a la dictadura.

Pero se niega a decir si impugnará la elección dado que el triunfador ha sido Porfirio Lobo, con quien, dicen sus cercanos, tendría posibilidad de un pacto político imposible con sus antiguos correligionarios del Partido Liberal.

Ese pacto ya no incluiría la restitución de Zelaya, puesto que el propio huésped de la embajada de Brasil ha dicho, desde hace unas semanas, que no aceptará su restitución una vez celebradas las elecciones. No la acepto, porque sería legitimar el golpe de Estado, vuelve a decir Zelaya.

“Estamos muy contentos porque el pueblo respondió al llamamiento del Frente de Resistencia, de no legalizar el golpe de Estado. El ‘toque de queda popular’ funcionó. Por la mañana calculábamos que el abstencionismo podría llegar a 60 o 65 por ciento, y creemos que esa tendencia se mantiene”, dice Rafael Alegría, miembro de la coordinación del frente.

Este lunes, la resistencia celebrará lo que considera su triunfo con una marcha hacia el centro de la capital y quizás ahí formalice su salto cualitativo: de coordinación contra el golpe de Estado a frente amplio político, como anticipaba hace un par de días el dirigente magisterial Eulogio Chávez.

“La lucha continúa. Este lunes con la caravana de la victoria, porque hoy no ha triunfado Pepe Lobo ni nadie, ha triunfado la resistencia”, sigue Alegría.

La derecha y la ultraderecha

Lobo se impone a Elvin Santos, el empresario de la construcción que se presentaba en campaña como el presidente del empleo. Como candidato del cambio, Lobo consigue la victoria que hace cuatro años no pudo obtener, por escaso margen, frente a Manuel Zelaya.

Yo soy de la oposición, los dos que están enfrentados son del Partido Liberal (PL), decía Lobo, una y otra vez, al pie del lavamanos, durante toda la inusual campaña electoral, en medio de toques de queda y suspensión de las garantías individuales.

De modo que este lunes Honduras amanece con tres presidentes: Manuel Zelaya, cautivo en la embajada de Brasil; Roberto Micheletti, de vacaciones que terminan el jueves 3 de diciembre, una vez que el Congreso decida sobre la restitución que Zelaya dice ya no aceptar, y Porfirio Lobo, el tercero en llevar al Partido Nacional (PN) al triunfo, desde que la democracia a la hondureña fue restaurada en 1982.

Como Zelaya, Porfirio Lobo, de 61 años, es un productor agropecuario, un rico del departamento de Olancho, donde tiene su hacienda La Empalizada, aunque nació en Colón. Es productor de granos en gran escala y un político que ha tratado de correr a su partido hacia el centro, hacia una postura socialcristiana, dice el analista Gustavo Irías.

En el PN, sin embargo, Lobo está eternamente bajo la presión de una corriente más conservadora, que emblematizan Ricardo Álvarez, hoy relecto alcalde de Tegucigalpa, y Óscar Álvares, ministro de Seguridad en el gobierno de Ricardo Maduro y sobrino del general y dictador Gustavo Álvarez Martínez, autor de frases que también deben estar en letras de oro en la historia de Honduras. Una de ellas reza así: Los subversivos no tienen derechos humanos.

Lobo es productor de granos en gran escala en Olancho y en Colón. Estudió en Miami, pero aquí muchos no le perdonan un desliz comunista en su juventud, y haber ido a un cursillo de varios meses en la desaparecida Unión Soviética.

Estados Unidos quiere cambiar de nombre

Hace veintitantos años, los invasores de estos terrenos decidieron que su colonia llevara por nombre Estados Unidos, con la esperanza, confiesan, de que “la embajada americana nos ayudara”. La maniobra fue en vano. Aquí seguimos tragando polvo, dice el albañil Oscar Armando Izaguirre, nacionalista y convencido de que en estas elecciones, presumidas como las más limpias en la historia del país, los liberales quieren hacer fraude. El albañil y otras señoras, también militantes del Partido Nacional, muestran las inconsistencias del proceso, pues es el mismo votante aparece en dos listas diferentes. “Quieren hacer el fraude, pero esperamos que Pepe Lobo se resista.”

En la escuela Inmaculada Concepción de la colonia Estados Unidos (ya le queremos cambiar de nombre) hay cuatro soldados y dos policías, sin contar los que patrullan y van y vienen todo el día. En el lugar hay 10 mesas electorales, una en cada aula, pero muy de mañana sólo en dos hay pequeñas filas de tres o cuatro electores. En las demás los votantes van cayendo a cuentagotas.

La afluencia es mayor en las colonias de clase media y ricas. Por ejemplo, frente a las instalaciones del diario El Heraldo, donde también hay más soldados y policías, además de un helicóptero que vuela bajo. Aquí votan, claro, personajes como el cardenal Óscar Rodríguez y el ex presidente Carlos Flores Facussé.

Gabriela Gómez, ingeniera industrial, vota en esta mesa. Vine a esta hora (las 10 de la mañana) porque esperé a ver que no pasaba nada y vine pues ocupamos nuevo presidente.

Mientras, para hacer tiempo, la radio presenta a los observadores internacionales. A Hubert Matos, por ejemplo, un hombre que ha luchado por la libertad y la democracia. Y al ex presidente de El Salvador Antonio Saca.

El candidato Elvin Santos, para no dejar dudas de sus padrinazgos, vota en compañía de funcionarios de la alemana Fundación Naumann, que hace poco, con la Internacional Liberal, confirió a Micheletti el título de Libertador de las Américas. Los buenos hondureños somos muchos más, dice Santos.

Rafael Pineda Ponce, ministro de la presidencia del gobierno de facto, vota en compañía del embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, quien, sin embargo, declara que su encuentro ahí fue casualidad, porque él acompañó a uno de sus guardaespaldas a ejercer el sufragio.

Al cierre de las casillas, el promedio de votación en las colonias ricas y de clase media ronda 65 por ciento, según consulta que hacen equipos de reporteros internacionales. En las colonias pobres, sin embargo, la participación anda entre 35 y 40 por ciento.

Hay también otras novedades. Las elecciones de Honduras siempre han sido una feria y ahora parecen un duelo, asegura el analista Manuel Torres, testigo de incontables procesos.

Los expertos y los ciudadanos comunes cuentan que este día solía ser de caravanas incesantes, unas de los colores rojo y blanco de los liberales, otras azules de los nacionalistas.

Esta vez, a juzgar por la gente en las calles y la presencia en los centros de acopio de los partidos, el Partido Nacional sí ha sacado a sus electores y el Liberal anda a medio gas.

Los hondureños votan por presidente, alcaldes y diputados. La boleta de diputados es enorme, porque no hay distritos electorales y se vota por la lista entera, por planchas. Cada candidato tiene una casilla a la que corresponde un número y se puede votar por aspirantes de distintos partidos. Una electora, por ejemplo, muestra el papelito que le dieron en su trabajo, en una institución pública: hasta arriba dice Elvin Santos presidente y luego las casillas correspondientes a 20 aspirantes a diputados, los que se eligen en el departamento de Francisco Morazán, pero de cuatro partidos distintos.

La boleta para la elección presidencial, en cambio, es más flaca porque las autoridades electorales guillotinaron la fotografía del aspirante independiente, Carlos Humberto Reyes, quien renunció a participar en la farsa electoral hace unos días.

Los observadores y el Mel azul

Se nos acabaron los hoteles, presumen las autoridades electorales, y por todas partes se puede ver a los observadores internacionales con chalequitos mandados hacer ex profeso. También hay miles de observadores nacionales, que en realidad son miembros de los partidos tradicionales con otra cachucha.

Por la noche abarrotan el hotel donde se instala el tribunal electoral.

Los internacionales, la mayoría políticos y empresarios de la derecha continental, siguen el guión que resume Ana Vilma de Escobar, vicepresidenta de El Salvador con Antonio Saca: Vemos un proceso ordenado, tranquilo, una lección de Honduras al mundo.

En las mesas de votación, los que mandan son los militares. A qué hora se cierra, se abre, quién pasa y quién no, todo lo deciden ellos. En San Pedro Sula reprimen una marcha de la resistencia. En barrios de la capital disuelven manifestaciones antes de que arranquen. Los organismos de derechos humanos denuncian detenciones, cateos ilegales, intimidación. Ya ve que Amnistía Internacional siempre miente, dice el comisario Daniel Molina, vocero de la poli-cía, quien dice que dieron la orden de no aprehender a nadie porque todos sus elementos tenían que estar concentrados en cuidar los centros de votación y no a prisioneros.

Molina habla en un pasillo repleto de observadores. En ese mismo pasillo, Laura Carlsen, directora del Programa de las Américas del Centro de Po-lítica Internacional, es entrevistada por la televisora qatarí Al Jazeera. Algo dice sobre que estas elecciones no terminan con la polarización del país y, por lo tanto, no resuelven el problema de fondo. Los observadores nacionales la escuchan y comienza el linchamiento: ¡Fuera!, ¡Mentirosa! ¡Quién te dio esos datos!, le gritan, la arrinconan. Carlsen tiene que ser escoltada fuera por los guardias de seguridad del hotel, y viene el segundo linchamiento, en la televisión, donde la presentan como periodista venezolana (Carlsen es estadunidense y reside en México).

Poco antes del linchamiento de los observadores camina por ahí la principal guerrera de Micheletti, su vicecanciller Martha Lorena Alvarado, derrotada como todos los liberales partidarios del golpe.

–¿Cómo van a reconstruir al Partido Liberal? –se le pregunta.

–Volviendo a sus raíces, a su doctrina, que respeta la libre empresa.

Para Alvarado, esta elección confirma que el bipartidismo sigue siendo una realidad en Honduras. Y el que quiera realmente llegar al poder tendrá que buscarlo por alguno de los dos partidos.

–Muchos liberales dicen que Porfirio Lobo es un Mel azul.

–No sé si será el Mel azul. Creo que es una expresión que no tiene cabida ahorita. Creo que Mel quiso ir en contra de la democracia y Pepe está dentro del proceso democrático.

–Lo ven ranchero, olanchano, con un toque populista.

–Bueno, pues al primer movimiento que haga hacia la izquierda, que espero en Dios no se dé, porque tiene un grupo asesor muy importante que no permitirá eso.

–Y a ustedes del otro lado.

–Sí, en la calle, marchando, nosotros, la verdadera resistencia.