Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Y ahora con ustedes, el tercer año perdido

FCH: los peores resultados en 80 años

¿Habrá cuarta celebración?

¡Y

ahora con ustedes, distinguidas damas, gentiles caballeros, chiquillos y chiquillas, caramelos y bolitas: desde el más allá, el único, el innovador, el creativo, el carismático, el sorprendente cuentacuentos de Los Pinos, con su más reciente oferta para los tres años que le restan en la residencia oficial, si es que el país lo aguanta: más promesas –con aderezo de éxitos, logros y proezas en el año del catarrito y de la crisis que vino de afuera–, que se sumarán al abultadísimo inventario de compromisos incumplidos en su primer trienio de estancia en la ex hacienda de La Hormiga!

¡Que no le digan, que no le cuenten! ¡Pasen, pasen a verlo en su tercera fiesta en tres años –con cero resultados en un país que se desmorona– para conmemorar el haiga sido como haiga sido, celebrar lo inexistente, exaltar míticos avances y fortalezas, festejar el “vamos a…” y pronunciar su discurso número 5 mil millones, en medio de fingidos aplausos de los cínicos invitados especiales en Palacio Nacional durante la entrega de los Premios Mediocridad!

Cero y van tres: cero resultados, tres fiestas para celebrar su llegada a Los Pinos, aunque haya sido a empujones y por la puerta de atrás. El de ayer fue un discurso prácticamente igual a los que, con el mismo motivo, pronunció en 2008 y en 2007, aunque cada vez de forma más humilde y autocrítica: en síntesis, gracias a él –según su modesto dicho– el país no se nos fue de las manos, aunque cotidianamente los mexicanos se la pasen recolectando, aquí y allá, pedacitos de país regados por todas partes.

Ayer, como siempre, la práctica más acabada de Onán estuvo presente en el discurso calderonista (se respeta la palabra original): de hecho ya está ocurriendo (la recuperación) y eso es bueno. El tercer trimestre del año nuestra economía, finalmente, volvió a crecer y lo hizo, además, a una tasa muy importante, 2.9 por ciento de crecimiento trimestral. ¿Eso qué significa? Que a ese ritmo, si ese ritmo suponiendo, se siguiera todo el año, es una tasa de crecimiento anual de más de 12 por ciento; una tasa, además, que a diferencia de otras economías en el mundo, así como nosotros sufrimos más que muchas otras, ahora, en los últimos cinco meses, a diferencia de muchas economías, insisto, se está dando un proceso de creación neta de empleos, que suma ya 250 mil nuevos empleos netos en el sector formal, más de un cuarto de millón, sin considerar noviembre, que en la primera quincena ya registraba 45 mil más empleos creados (contra un aumento en el desempleo de un millón 400 mil mexicanos).

Qué bonito onanismo, pero en los hechos los resultados económicos del primer trienio calderonista ocupan el segundo lugar, entre los peores, para un periodo igual, de todo el siglo XX y lo que va del XXI, sólo superados por los de la dupla Pascual Ortiz Rubio-Abelardo Rodríguez (1930-1932, en medio de la gran depresión mundial). Así de sencillo, así de terrorífico. De entrada, el actual inquilino de Los Pinos ya le ganó, para mal, al desastre de Miguel de la Madrid, quien a la mitad de su sexenio reportó una tasa de crecimiento anual promedio de 0.7 por ciento; en igual lapso, pero de Carlos Salinas de Gortari dicho indicador fue de 4.5 por ciento; en el primer trienio de Ernesto Zedillo cayó a 1.9 por ciento, y en el correspondiente a Vicente Fox a 0.63 por ciento. Pero llegó Felipe Calderón e hizo la hombrada: desplome anual promedio cercano a 1.2 por ciento, algo no visto desde en casi 80 años.

De acuerdo con los indicadores históricos del Inegi, en los tres primeros años (siglo XX) del ideólogo panista Porfirio Díaz la tasa de crecimiento anual promedio fue de 4.1 por ciento (con todo y que la economía se desplomó 7.23 por ciento en 1902); en el primer trienio de la siguiente década, con el país convulsionado, ese indicador fue negativo en 1.14 por ciento, por debajo de Calderón, y en igual periodo de los años 30 el desplome fue de 5.96 por ciento. De 1933 a 1981 el crecimiento fue constante (alrededor de 6 por ciento anual), hasta 1982 cuando el PIB se redujo 0.52 por ciento, sacudidas petrolera y devaluatoria incluidas. A partir de 1983, con la tecnocracia instalada en Los Pinos, la Presidencia de la República remodelada como gerencia general, y el neoliberalismo rompiéndole la crisma a los mexicanos, la economía nacional ha ido de mal en peor, pero la cereza la ha puesto el señor de los discursos y las fiestas.

En la primera de ellas (2007), Calderón presumió que un año después de entrar por la puerta de atrás el panorama (es) verdaderamente distinto, por mucho que incumplió cinco de sus principales promesas de campaña para resolver de inmediato igual número de lacerantes problemas nacionales (seguridad, crecimiento económico, empleo, mayores beneficios sociales y combate a los monopolios), amén que a lo largo de esos 365 días tales problemas se exacerbaron. En aquel entonces comentamos que un solo dato desmoronaba el triunfalista discurso del inquilino de Los Pinos: de acuerdo con el Banco Mundial, en una escala donde 100 por ciento es la mejor calificación, México registraba un nivel de 32.7 en estabilidad política y ausencia de violencia. A lo anterior se sumaba un promedio diario de ocho asesinatos por narcoviolencia, medio punto porcentual de incremento en la tasa de desempleo, un crecimiento económico 40 por ciento menor al de 2006, mayor concentración del ingreso y la riqueza y fortalecimiento de monopolios y oligopolios, es decir cinco promesas, cinco incumplidas. Primer año perdido.

Segunda celebración (2008), y repitió el discurso: la satisfacción del deber cumplido nos alienta para acometer, aún con mayores bríos, las tareas por venir. Pero en los tiempos electorales el michoacano aseguraba que “hemos sido cuidadosos para no caer en la salida fácil de proponer acciones que no se puedan cumplir y comprometer el futuro y el patrimonio de los mexicanos. El 2 de julio celebraremos el triunfo de la opción del empleo, la estabilidad económica, la transparencia y la unidad de los mexicanos… Construiremos un México próspero, democrático, seguro, estable, limpio y con la capacidad de generar empleos bien pagados… para que vivamos mejor”. Dos años después, exactamente lo contrario: los mexicanos sobreviven en peores condiciones, y contando, bombardeados con discursos esperanzadores. Segundo año perdido.

Tercera (tercer año perdido), durante la cual refrendó su inagotable fuente de inspiración: ante ausencia de resultados, vigorosa presencia de promesas. ¿Habrá cuarta celebración?

Las rebanadas del pastel

Entonces, según su discurso, pobres, desempleados, empresarios que reventaron, expulsados de su tierra, etcétera, etcétera, deben estar agradecidos con el inquilino de Los Pinos, porque el país no se le fue de las manos.