Opinión
Ver día anteriorJueves 3 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ruta Sonora

Adanowsky: el arte de sobrepasarse

Foto
El cantautor Adanowsky
E

l cantautor franco-mexicano Adanowsky, cuyo álbum El ídolo (Noiselab, 2008) ha tenido buen recibimiento entre la prensa y público indie de la ciudad de México, ha decidido matar a su personaje, ese alter ego irónico que en escena efectúa los clichés de cualquier ídolo pop con estilo romántico, muy en la onda chanson y cabaret; un tipo atormentado que a la vez disfruta del reflector y la ropa brillosa. La muerte de tal personaje, que dará paso a uno nuevo (a ser desenmascarado en nuevo álbum, en marzo de 2010), será hoy representada en el Lunario, en un espectáculo que incluirá vudú, gallinas muertas, sangre, performance y demás excesos escénicos.

Adán Jodorowsky, su nombre de pila, nació y creció en París, como el hijo menor de una familia artística. No podía haberse dedicado a otra cosa más que al arte, dice en entrevista. Y aunque había siempre música en su casa, de sus hermanos es el único que eligió esta disciplina como camino definitivo, vital. A los seis años, relata, veía a su madre tocar el piano, la cual lloraba siempre que lo hacía, por lo que para él la música simbolizaba algo triste y melancólico. Sin embargo, después de que a los ocho años vio partir a su madre del hogar, cuando intentaba tocar ese mismo piano, algo lo bloqueaba. Así que enterró literalmente tal instrumento en el jardín, a los 12 años, y plantó un árbol encima, para que tal acto mágico y curativo, dice, fuera positivo: no quería hacer morir la música. Cuando la familia tuvo otro piano, Adán pudo al fin tocarlo y se sintió liberado. A partir de entonces, su aprendizaje en piano, guitarra, bajo y batería, fueron autodidactas. En su desarrollo, tocó ocho años en la banda de punk The Hellboys, la cual abrió conciertos a Joe Strummer y Rancid, entre otros. Igualmente, fue músico de sesión para varios cantantes franceses, entre ellos, Adrienne Pauly. Pero tenía necesidad de hacer lo suyo y la primera versión de El ídolo nació con composiciones propias, en francés, en 2006, con el nombre Étoile eternelle (estrella eterna), disco que recibió elogios de la crítica francesa, pero que no se vendió bien ni le procuró muchas actuaciones. Así que lo tradujo al español, para editarlo en España, Chile, Argentina y México, donde recibió mucha mejor respuesta.

Adán, quien radica en México hace tres meses, y gusta de efectuar shows teatrales, en voz tipo crooner, además de ser gran bailarín, expresa: “Hago conciertos exuberantes, pero para los franceses soy demasiado; la locura no les llama la atención. Prefieren cantantes torturados, que no se aman, cínicos. Pero no es lo mío. Yo en el fondo tenía una sensibilidad latina, pero no lo sabía. Mi mamá es mexicana y yo también tengo la nacionalidad. Ahora que estoy aquí es perfecto. Es un país caótico, surrealista, y yo me identifico mucho con el surrealismo. Además, desde que llegué sentí una conexión muy fuerte; me han recibido con los brazos abiertos. Y para mi creación es genial; me gusta la música popular, el mal gusto; odio lo in o lo fashion”.

Sobre ser un personaje y no él mismo, explica: “Lo hice por miedo. Si salía así normal no lo iba a soportar. Siempre me llamó la atención cómo se comportan los ídolos, y decidí hacer una visión sarcástica al respecto, un disco sobre sus estados de ánimo, humanizarlo. En escena brilla, baila, pero sin burlarse del público, sino muy en serio. Pero ahora va a morir porque los ídolos no son eternos, y para no quedar yo preso en el personaje. Aunque no me escondo del todo: todos usamos en la vida disfraces, así que decidí hacer del disfraz algo público. También hago todo esto porque busco la provocación, sobrepasarme. El arte está para shockear, causar conflicto, asustar. Es arte cuando haces algo que sobrepasa a quien lo percibe”.

Respecto de hacerse llamar Adanowsky y no usar su nombre, explica: Ese sobrenombre nació en México, para lo cual me ayudó un chamán. Me dijo que iba a morir pero que renacería de nuevo. Tras un largo ritual, me tronó el pecho como si se me abriera y sentí otro aire. No quería eliminar mi apellido del todo, pero tampoco tener el peso del mismo. Yo quiero mucho a mi padre (el cineasta y escritor Alejandro Jodorowsky), pero quería volar con mis propias alas. Sé que tengo algo que dar por mí mismo, y no quería que fuera fácil. Tenía que hacer mi propio camino, por mí mismo, no por mi apellido.

Así, remata: “si El ídolo era sexual, el nuevo personaje será emocional; me esconderé menos y hablaré de cosas que viví tras una separación. Está dedicado a un amor espiritual, místico… Tendrá un sonido más setentero… En él participa Robert Coudert, tecladista de la banda francesa Phoenix, y Noah Georgeson, productor de Devendra Banhart. Todos los temas son míos y toqué todos los instrumentos”.

La muerte del ídolo, espectáculo de Adanowsky, hoy en el Lunario del Auditorio Nacional. Banda invitada: Le Butcherettes. 20 horas, $200.