Opinión
Ver día anteriorDomingo 6 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El drama del empleo en Estados Unidos
D

os dimensiones de la realidad ocupacional de Estados Unidos nos ilustran el drama económico que se vive en el vecino país: el nivel y la duración del desempleo. Los registros oficiales más recientes de estos dos indicadores fundamentales en los que se sustenta la evolución social de nuestros vecinos, señalan que en noviembre la tasa de desempleo fue de 10 por ciento, levemente inferior a la registrada en octubre (10.2 por ciento) y muy próxima al máximo histórico (10.80 en el invierno de 1982). Pero también señalan que el registro del tiempo promedio que tarda un desempleado en conseguir una nueva ocupación llegó en noviembre a su máximo histórico, 28.5 semanas, es decir, siete meses y medio.

Este impresionante dato contrasta con el anterior máximo en la historia de nuestros vecinos: cinco meses para conseguir empleo, en la primavera de 1983, hace 26 años. Pero también con el máximo más reciente después de aquel: cuatro meses en el invierno de 2003, hace seis años. Bueno, hay que decir que, efectivamente, al mes 325 mil estadunidenses abandonaron la situación de desocupación que, en promedio, tenían desde mediados de abril pasado. Asimismo, que en relación al cambiante total que conforma la fuerza laboral estadunidense (casi 154 millones de personas), los poco más de 15 millones que no tuvieron empleo en noviembre ya representan 10 por ciento de dicho total.

No me detengo en estos momentos a señalar las características de los nuevos empleos a los que se incorporan los estadunidenses que abandonan la desocupación. Pero –como ha sucedido en todas las etapas recesivas de la economía vecina (¿en la nuestra no?)– se trata de trabajos con condiciones de jornada e intensidad laborales más severas y con ingresos reales inferiores respecto al mismo empleo antes de la crisis. Y esto a pesar de que –por paradójico que parezca– el ingreso medio real de estas etapas recesivas tienda a bajar inicialmente para luego –ya en plena etapa recesiva– se eleve, fenómeno, por cierto, que se compensa severamente en las fases de recuperación. ¿Por qué? Dos hechos lo explican. Una caída mayor del número de ocupados en relación a las remuneraciones que dejan de pagarse. O, despedidos concentrados en trabajadores de menor remuneración, explicados por el ánimo de abatir al máximo el monto de liquidaciones a ofrecer, cuando se ofrecen. Estos hechos –sin duda– merecen también una presentación de detalles (ramas, edad y sexo de trabajadores, actividades específicas, niveles salariales, entre otros elementos) que –evidentemente– pudiera hacer en otro momento de profundización en el mundo del trabajo. Lo cierto es que –en general y casi siempre– se reingresa a ocupaciones con características más severas.

Termino subrayando la importancia de ser críticos cuando los personeros gubernamentales –de allá y de aquí, también y por cierto de manera más exagerada– hacen cuentas alegres sobre la recuperación –en este caso del empleo– evadiendo o ignorando sus características específicas.

Y si no me creen eso de las cuentas alegres baste señalar cómo se presentan los datos de ocupación –en nuestro país de manera por demás exagerada, insisto– sin especificar el tipo de empleo que, en teoría, recupera al anterior perdido. En el caso de nuestros vecinos, un indicador da muestra fehaciente de aspectos de los que prácticamente no se habla: el de las horas trabajadas por hombre ocupado, en este caso, en las empresas privadas. Pues bien, desde mediados de 2008, mes a mes se ha registrado un promedio semanal de horas trabajadas por hombre ocupado mayor al del mismo mes del año anterior. Y este promedio ha ido en aumento.

En noviembre cada hombre ocupado en esas empresas privadas del vecino país llegó a trabajar una jornada semanal con cuatro por ciento más de horas en relación con noviembre de 2008, mes en el que –a su vez– había realizado una semana laboral con uno por ciento más de horas en relación con noviembre de 2007. Así, el mes pasado, los ocupados en las empresas privadas estadunidenses trabajaron 5 por ciento más que en noviembre de 2007.

Es cierto, parte de ese incremento se da por medio del tiempo extra remunerado. Pero sólo parte, lo que –evidentemente– incrementa el desgaste personal de los ocupados. Despido masivo, mayor tiempo de desocupación, reingreso en condiciones inferiores a las anteriores, son algunas –sólo algunas– de las características del drama laboral que viven nuestros vecinos. El nuestro –se los juro– es peor. Lo veremos luego. Sin duda.