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José Emilio Pacheco y los lectores
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José Emilio Pacheco en el Palacio Real de Madrid, la noche del pasado 17 de noviembre, cuando recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Atrás del escritor su hija, Laura Emilia, y, a su izquierda, su esposa, Cristina, además de algunos integrantes del jurado que falló el galardónFoto Pablo Espinosa
H

ace 20 años, el 26 de octubre de 1989, Emmanuel Carballo lo consideró un poeta intrascendente y su discípulo Fernando García Ramírez, en enero de 1991, escribió que si el problema Pacheco (porque lo consideraba problema) es sólo cosa de creación de personajes, afectación, repetición de modelos, vicios del lenguaje, versos sin tensión, la mejor forma de hacer que el problema deje de serlo es volviendo el problema a su dimensión exacta: la literatura.

También en 1991 Christo-pher Domínguez había advertido que los errores de Pacheco no sólo provienen de una cada vez más alarmante falta de autocrítica. Según Domínguez, el autor de Tarde o temprano se había convertido en una bestia negra disfrazada de cordero, cuyos lamentos aburren por reiterativos, melodramáticos y fáciles, esquelas lacradas de pésame por la miseria, la corrupción y la inmoralidad de México.

Evidentemente los jurados de los premios José Asunción Silva (1996), José Donoso (2001), Octavio Paz (2003), Pablo Neruda (2004), Alfonso Reyes (2004), Federico García Lorca (2005), Reina Sofía (2009) y Cervantes (2009) no pensaron lo mismo que los críticos mexicanos antes referidos.

El jurado del Premio Cervantes reconoció en José Emilio un poeta excepcional de la vida cotidiana, por su capacidad de crear un mundo propio y por el distanciamiento irónico de la realidad que hay en su obra. José Emilio Pacheco se puede definir como el idioma entero.

¿Por qué la notable discrepancia entre los críticos nacionales y los extranjeros? ¿La crítica literaria en nuestro país no goza de buena salud? ¿O no será más bien lo contrario: que de tan robusta resulta más vigorosa y acertada que la extranjera?

Tal vez el éxito de José Emilio Pacheco con los jurados de los premios literarios y con miles de lectores comunes no sea hijo de la casualidad sino de algo más sencillo de lo que parece: que quienes lo leen encuentran en sus cuentos, ensayos, novelas y poemas sólo la mitad de un texto o de un verso que cada uno termina de escribir. Según el poeta no leemos a los otros sino nos leemos en ellos:

“Llamo poesía a ese lugar

de encuentro

con la experiencia ajena. El

lector, la lectora

harán o no el poema que tan

sólo he esbozado.”

El lector para Pacheco es también, entonces, autor de los textos que lee: los inventa. ¿Eso explicaría las diferencias de lectura de la obra de Pacheco entre unos críticos y otros?