12 de diciembre de 2009     Número 27

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Futuro de la interacción hombre-naturaleza

Siendo México un país capitalista dependiente, durante los próximos 50 años seguiremos auspiciando las tendencias actuales:

1.- Utilización de los recursos con el objetivo de lograr los máximos beneficios sin consideración de su conservación para el futuro. Para el caso, las mejores opciones de ganancia serán acaparadas por capitales extranjeros.

2.- La tecnología agrícola auspiciada será la de altos insumos, apoyados con elevados subsidios encubiertos, el uso de sustancias vedadas en los países industrializados, con alto grado de contaminación y elevado costo social.

3.- La competencia en los mercados internacionales hará cada vez más difícil lograr una autosuficiencia de alimentos básicos.

4.- La tecnología agrícola tradicional seguirá existiendo como opción de sobrevivencia de gran parte de la población rural y como chivo expiatorio de la degradación de nuestros recursos naturales y de nuestra incapacidad de autosuministro de alimentos básicos. Como resultado de la negación de nuestro pasado étnico, nuestra investigación se caracteriza por:

1.- Ser una copia de la investigación de los países dominantes con sus vicios y sus valores pero sin sus sistemas de evaluación, de análisis y de autocrítica.

2.- Desconocer que la aparente ausencia del hombre en la investigación de los países dominantes se debe al desarrollo más o menos continuo y unifi cado de la cultura occidental, fenómeno que no ha existido especialmente en un país como México.

3.- Menospreciar e ignorar los aportes técnicos de la agricultura tradicional.

De: “Interacción hombre-naturaleza en el futuro”, ponencia leída por EHX en el auditorio de la División de Ciencias Forestales, Universidad Autónoma Chapingo, o de México, el 11 de mayo de 1984; esta ponencia formará parte del Expediente sobre el maíz transgénico en su centro de origen: México, que publicará la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad-Siglo XXI en 2010.

Charlas con
Hernández Xolocotzi

Teresa Rojas Rabiela


FOTO: Ricardo María Garibay Velasco

Para mí, a la distancia, la figura de Efraím Hernández X. ha quedado intacta a pesar de que lo perdimos en 1991. De todos mis recuerdos visuales de él guardo en especial uno: el de la primera vez que lo vi, a lo lejos, caminando en compañía de alguien más, en un pasillo de la Universidad Iberoamericana, la de Cerro de las Torres (cuyo edificio se derrumbó con el sismo de 1979). Me llamó la atención su atuendo, sobre todo porque usaba sombrero de palma, una prenda por completo inusual en aquel ámbito. Me pareció un campesino desorientado, un personaje pintoresco, del que al poco supe que era un eminente botánico y agrónomo de la Universidad Autónoma Chapingo, que era amigo de los antropólogos Ángel Palerm y Arturo Warman, entonces profesores del Departamento de Antropología y la Escuela de Graduados de la Ibero. Eran los años 70s iniciales, época en la cual habíamos ido a parar allí no pocos antropólogos de distintas generaciones a raíz del movimiento estudiantil de 1968 y de la dispersión del profesorado y alumnado de la Escuela Nacional de Antropología que éste provocó. Varios de nosotros iniciamos ahí nuestros postgrados y con ello el contacto con nuevos condiscípulos y maestros de excepción, atraídos por esos dos personajes.

Fue a partir de entonces que escuché con frecuencia el nombre del maestro Hernández X., y luego de unos años, cuando emprendí mi investigación sobre la agricultura mesoamericana, me relacioné directamente con él, a quien siempre admiré mucho y temí un poco. Era una figura fuerte, carismática y fascinante, de la que resaltaban sus ojos intensamente azules y su hablar suave, pero enérgico. Tuve la fortuna de ser tratada siempre con deferencia por él, y disfruté de su plática y de sus conocimientos, desplegados en amenas charlas que tenían lugar en su cubículo de la Universidad Autónoma Chapingo. En los 80s lo visité algunas veces en su cubículo y recuerdo, como si fuera ayer, aquel espacio repleto de libros y de herramientas agrícolas colgadas en las paredes (algo que le he imitado en mi propio estudio por cierto). Allí dialogamos en varias ocasiones, memorables todas, sobre los temas que a ambos nos interesaban: las plantas, las prácticas agrícolas tradicionales, las fuentes históricas, los “fierros” y la diáspora tlaxcalteca. Coincidimos también en varios congresos de etnobotánica, en los que entonces participé y pude conocer así su faceta como polemista y crítico severo de no pocos de los famosos que allí exponían sus ideas. En esos ires y venires de Tlalpan a Chapingo fue que conocí, en gran parte gracias a él, a varios agrónomos y botánicos que eran sus alumnos o colaboradores, con los que guardo amistad hasta el presente.

El maestro propiciaba, con toda la intención posible, el intercambio entre nosotros, traducido en un diálogo entre los practicantes de la antropología y la etnohistoria, y los agrónomos y los botánicos. Esto se concretó y fue una realidad actuante en no pocos de los equipos de trabajo que organizó alrededor sobre todo del estudio de la agricultura tradicional y la etnobotánica. Así, de una u otra forma conocí a agrónomos y botánicos como Luis Arias, Jesús Ruvalcaba, Jesús Axacayatl Cuevas, Artemio Cruz, Rafael Ortega Paczka, Erick y Erin Estrada Lugo, Jorge Ocampo y Miguel Ángel Martínez Alfaro. Gracias al maestro Hernández participé como asesora, lectora o jurado de tesis de algunos de ellos; pero más que eso, pudimos establecer un diálogo fructífero que persiste hasta ahora, siempre con la figura del maestro Hernández X. presente. Aún hoy dicto cada año una conferencia en la Universidad Chapingo, a los jóvenes de la Preparatoria Agrícola, invitada por Jorge Ocampo, precisamente en un aula que lleva el nombre del ingeniero Hernández X., cuyo retrato a lápiz la preside.


Apuntes de Hernández X.
FOTO: Cortesía de la doctora Heike Bibrans, Colegio de Postgraduados

En todo caso lo interesante y digno de resaltar de estas experiencias reside en la forma sutil pero claramente intencionada del maestro al propiciar el contacto y el intercambio entre antropólogos y agrónomos y botánicos, todos ocupados y preocupados por la historia y la problemática de la agricultura tradicional y el campesinado mexicano. En todo caso, las experiencias habidas en esos diálogos y proyectos dio paso, en los hechos, a la interdisciplina practicada por muchos de nosotros.

Su interés por la historia de la agricultura y de las plantas, aunado al que tenía por la historia de sus paisanos tlaxcaltecas, lo llevó a iniciar un proyecto que seguramente traía entre manos desde años atrás, uno que me causó un enorme entusiasmo pero que por desgracia no pudo culminar, el dedicado al estudio de la herencia botánica y agrícola de los tlaxcaltecas en el norte de México. En eso se ocupaba cuando falleció.

De la obra escrita del ingeniero Hernández X., me he beneficiado en especial de algunos de sus trabajos, en particular de aquellos que pueden calificarse de puentes que unen intereses de varias disciplinas, tales como los dedicados al almacenamiento de granos entre los agricultores tradicionales, los maíces criollos y su conservación in situ en las milpas campesinas y la transmisión del conocimiento a las nuevas generaciones. Este último fue uno de los problemas que más le preocupó al final de su vida, al percatarse de la pérdida de no pocos de los saberes agrícolas ancestrales a medida que avanzaba la “modernización”, el cambio de ocupación, la desruralización y la emigración en el campo mexicano.

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)