12 de diciembre de 2009     Número 27

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


Archivo Efraím Hernández Xolocotzi,
Colegio de Postgraduados
El maíz y sus investigadores

Rafael Ortega Paczka

Efraím Hernández Xolocotzi (1913- 1991) ha sido el más destacado estudioso del maíz en México hasta la fecha. Estudió y describió al maíz y a las culturas tradicionales que cultivan y viven de esta planta como algo vivo y en continua evolución. Su obra se explica en gran parte si se toman en cuenta: sus rasgos personales y de carácter, la sólida formación dentro de su familia y en las instituciones donde estudió, la existencia de instituciones que le permitieron desarrollar sus actividades y el haber conocido y estudiado por largo tiempo a un México en plena evolución, pero que aún conservaba, y en cierto grado aún conserva, gran parte de su rica cultura rural tradicional. Su obra es básica para entender la agricultura mexicana del siglo XX y a la vez tiene gran actualidad debido a que fue un profeta sobre muchos de los problemas que nos aquejan y sobre la manera más adecuada de abordarlos.

Entre los investigadores que más influyeron en sus trabajos sobre maíz se encuentran: Edgar Anderson, quien escribió obras fundamentales respecto del maíz de México y Mesoamérica anteriores a Razas de maíz en México; Paul C. Mangelsdorf, su profesor en la Universidad de Harvard y posteriormente asesor principal de la obra citada; el doctor Charles Gilly, quien trabajó sobre teocintle y maíz; Edwin J. Wellhausen, primer autor de Razas de maíz de México, y George Beadle y Jack Harlan, grandes investigadores sobre el origen de la agricultura y las plantas cultivadas a nivel mundial.

Entre las obras del maestro Hernández X. enfocadas al estudio del maíz, destacan:

Razas de maíz en México (Wellhausen et al., 1951). La obra más consultada y citada sobre el tema en México. A pesar de ello, me parece que tiene varias limitaciones que no corresponden a la cosmovisión y manera de escribir de Efraím Hernández X., pues se atribuye escaso papel consciente a los campesinos mexicanos en el origen, evolución y conservación de la diversidad del maíz. Esto se debe probablemente a la autoría principal de Edwin J. Wellhausen y la asesoría de Paul C. Mangelsdorf. Resulta interesante comparar esta obra con las que publicó Edgar Anderson sobre maíz en Mesoamérica, así como con Graneros de maíz en México, escrita por el maestro Xolo por ese tiempo, las cuales se pueden considerar obras maestras de la etnobotánica, campo científico que se consolidaría 20 años después.

Artículo sobre cinco nuevas razas de maíz en el noroeste de México (Hernández y Alanís, 1970). Aborda una región poco estudiada hasta entonces. Pone especial interés en estudiar y dar a conocer el papel central que han jugado las personas, particularmente los pueblos indígenas, en el origen, mantenimiento y la evolución de los maíces criollos del área, rectificando a Wellhausen et al. (1951). Su riqueza y profundidad de análisis es muy superior a muchas obras posteriores y actuales sobre diversidad de maíz en México. Aunque los autores de esta obra no lo indican, el noroeste constituye un tercer centro de diversidad de maíz en México, además de la meseta central y el centro de Chiapas, esto es necesario subrayarlo ante las autorizaciones para que se experimente con maíces transgénicos a cielo abierto en áreas del noroeste del país.

Exploración etnobotánica y su metodología (1971). Obra básica y fundacional de la etnobotánica. Además de su gran valor científico, tiene un gran valor literario. Recoge impactantes vivencias personales que tuvieron lugar durante sus trabajos de recolecta de maíces nativos y otras plantas durante sus recorridos intensos y profundos por Colombia y México (1968-71). Redescubre, es impactado y nos transmite la riqueza de plantas y de conocimientos en torno a ellas de las áreas rurales de estos dos países, muchas de las cuales recorría por primera vez gracias a la construcción de nuevos caminos y el uso de transportes no muy comunes ahora, como son viajes por ríos a bordo de lanchas y vuelos en avionetas.

Desafortunadamente no escribió una obra que abarcara de una manera profunda el conjunto de los trabajos sobre tecnología tradicional que coordinó en cinco regiones del país de 1976 a 1980; por el contrario, sus discípulos que laboraron en el proyecto “Dinámica de la milpa en Yucatán”(1979-2001) compilaron y publicaron en forma póstuma algunos de los resultados de esta larga experiencia.

Lo mejor que podemos hacer para honrar su memoria es: a) leer y releer con cuidado sus obras, seguramente cada vez que las leamos encontraremos nuevas facetas y aspectos fundamentales que en una lectura anterior no detectamos; b) profundizar en el conocimiento y mejor aprovechamiento de las plantas de interés a México, en particular del maíz y su diversidad, y c) formar recursos humanos que posean sólidos conocimientos de las ciencias y humanidades y que con base en ello pugnen por desarrollar al país, especialmente a sus comunidades rurales, con base en sus propias tradiciones.

Pilar de la etnobotánica mexicana

Patricia Colunga García-Marín y Daniel Zizumbo Villarreal


Archivo Efraím Hernández Xolocotzi, Colegio de Postgraduados
En 1971 el maestro Xolo dictó por primera vez su curso de etnobotánica en el Colegio de Postgraduados (CP) de Chapingo. En el mismo año publicó La exploración etnobotánica y su metodología y en 1973 definió formalmente el campo de enseñanza e investigación que quería impulsar en el CP: Etnobotánica: la interrelación hombre-planta en las dimensiones tiempo, geografía y cultura. Tres momentos históricos claves que lo llevaron a ser uno de los pilares de la etnobotánica mexicana, maestro e investigador cuya influencia ha permeado a todas las instituciones de donde han surgido etnobotánicos, hayan sido o no sus discípulos directos, creando una escuela y una influencia identificadas como el enfoque “xolocotziano” de hacer etnobotánica, que ha perdurado en el tiempo gracias a la actualidad y pertinencia nacional de su pensamiento.

Eran los años posteriores al 68; muchos de los estudiantes, profesores e investigadores de las ciencias agronómicas, biológicas y antropológicas buscaban el compromiso social de sus disciplinas. La etnobotánica brindaba esta posibilidad. En su Formulación de una tesis etnobotánica (1986) el maestro Xolo nos lleva brevemente a recorrer el camino que lo condujo “a plantear un enfoque variante del concepto de etnobotánica en México” y a establecer una cátedra de esta disciplina.

Sus estudios de agricultura práctica en la Universidad de Cornell; su maestría en artes en la Universidad de Harvard bajo la asesoría del doctor Paul C. Mangelrsdorf; seis años de experiencias con las comunidades ejidales de Tabasco, y la exploración etnobotánica en Latinoamérica de maíz, frijol y otros cultivos, bajo la guía del doctor E.J. Wellhausen, lo convencieron de que la gran riqueza cultural mexicana, estructurada durante los últimos diez mil años por los grupos humanos que constituyeron uno de los centros de origen de agricultura y domesticación de plantas más importantes del mundo, podría ser la base, junto con el aporte del conocimiento científico, para dar un salto cuántico a la solución de la problemática del uso de nuestros recursos naturales. Salto que sería incapaz de realizar el esquema oficial de investigación y desarrollo al partir de recetas desarrolladas principalmente en Estados Unidos bajo condiciones ambientales, culturales y sociales distintas.

Este convencimiento lo llevó a plantear un enfoque muy particular de la etnobotánica, caracterizado por: (1) un concepto amplio y novedoso de la agricultura, como “el manejo humano de los recursos naturales”, y de la Tecnología Agrícola Tradicional (TAT), como “los elementos culturales emanados del conocimiento empírico acumulado por las etnias rurales durante miles de años”; esta concepción, por su amplitud, lo llevó a plantear al estudio de TAT en el centro de la interrelación humano-planta. (2) Una metodología que parte del concepto fundamental de que TAT se da en tres dimensiones: tiempo, medio ecológico y cultura, por lo que los estudios forzosamente debían ser una tarea interdisciplinaria. (3) Que debía ser “investigación de huarache”, ir al terreno de los hechos, con la gente que está realizando las acciones. (4) Principios éticos que plantean que esta disciplina debe impulsar una identidad cultural que valore y desarrolle las aportaciones de nuestros pueblos. Y (5) que impulse un crecimiento material, con conservación sostenida de los recursos naturales, y que conlleve bienestar social, humanístico, con amplias posibilidades de desenvolvimiento cultural del segmento de nuestra población tradicionalmente marginado, desposeído y explotado: los campesinos tradicionales.

Su enfoque nos atrajo a numerosos estudiantes, a investigadores establecidos o en ciernes: agrónomos, biólogos, etnólogos, historiadores, sociólogos, economistas, etcétera, para ser discípulos directos o asesorados por él. Bajo su dirección se generó gran cantidad de información pertinente para su aplicación al desarrollo de TAT. El curso formal estaba estructurado por lecturas, prácticas de campo y ensayos de investigación. Las lecturas incluían temas básicos y aplicados, con gran cantidad de traducciones hechas por él. Las prácticas se enfocaban a conocer de manera directa la problemática agrícola, ambiental y sociocultural, mediante viajes a diferentes regiones del país. Los ensayos de investigación eran libres, según el interés del alumno. Pero lo central de su enseñanza era la parte no formal, “las terapias xolocotzianas”, que consistían en preguntarnos permanentemente ¿por qué?, ¿para qué? ¿para quién? Su trabajo de investigación siempre estuvo ligado a la enseñanza. Sus alumnos, directos e indirectos, su grupo de investigación de las décadas de los 60s, 70s y 80s, formados en diferentes especialidades, estamos hoy por buena parte del país, con la responsabilidad de seguir sus principios metodológicos y éticos.

Centro de Investigación Científica de Yucatán