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Premios nacionales 2009

Enrique de la Garza recibió la distinción nacional en historia, ciencias sociales y filosofía

Debe haber una reacción que lleve a los trabajadores por caminos más amables

Si no se actúa, se preve la imposición de fuerzas empresariales apoyadas por el Estado, advirtió

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En México impera el esquema de producción toyotista precario, sin los elementos japoneses de buenos salarios y seguridad laboral; más bien se orienta al desgaste físico y mental del trabajador, explicó Enrique de la Garza en entrevistaFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de diciembre de 2009, p. a14

Frente a la crisis económica que vive el país y con un sindicalismo postrado, el deterioro de las condiciones laborales en México puede ser aún más profundo, advirtió Enrique de la Garza Toledo, galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009 en la categoría de historia, ciencias sociales y filosofía, quien destacó que si no hay una reacción más contundente que lleve a los trabajadores a caminos más amables, es posible prever que se impondrán las fuerzas empresariales apoyadas por el Estado.

Catedrático del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y experto en estudios laborales, afirmó que la precariedad que enfrentan millones de trabajadores puede empeorar aún más, pues a pesar de que el modelo de producción existente ha llegado a su límite, no podemos asegurar que ha tocado fondo.

En entrevista con La Jornada, De la Garza Toledo, profesor distinguido de esa casa de estudios y pionero en la construcción de una nueva corriente latinoamericana de pensamiento en el campo de los estudios laborales, al investigar por más de tres décadas las relaciones industriales, los procesos de trabajo y la actividad sindical, destacó que en el caso del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) es una verdad a medias que los trabajadores sean responsables de la crisis que enfrentó la compañía de Luz y Fuerza del Centro. Fue una política gubernamental de congelamiento en la inversión lo que la llevó a las dificultades financieras y a una mala prestación del servicio.

–¿Cuál es el escenario laboral que enfrentamos?

–Es un tema que hemos investigado a raíz de los cambios productivos que se dieron desde los años 80 del siglo pasado, los cuales quedaron reducidos a las grandes empresas. Esto originó una fuerte polarización entre las más grandes contra las de menor tamaño, lo que propició un desarrollo muy desigual. Hemos llegado a la conclusión de que el modelo productivo dominante desde esa década llegó a su límite, pues impera un esquema productivo que no es el de las grandes empresas, sino el llamado toyotista precario.

Esto nos remite al modelo Toyota de producción que se difundió en el mundo en la década de 1980 y en el que se buscó, entre otros temas, alcanzar la calidad en todos los puntos de la producción. Si bien en México se extendió mucho esta fórmula, lo hizo sin los componentes japoneses, con empleados bien pagados, con seguridad en los puestos de trabajo y sin condiciones precarias.

–¿Qué impacto tiene este modelo?

–En nuestro país no predomina el modelo de productividad de las grandes empresas, como en Teléfonos de México o Cementos Mexicanos, que apostaron por la modernización. Por el contrario, después de muchos años de investigación encontramos que el modelo toyotista precario tiene muchas limitaciones para permitir a las propias industrias ser competitivas, porque se orienta al desgaste de la mano de obra en términos físicos y mentales. No es un proyecto de alta tecnología.

“Un primer límite es el aspecto físico, pues si se quiere ser más eficientes poniendo a trabajar a los empleados de manera más intensa y rápida, hay un punto donde ya no es posible ir más allá.

Otro aspecto es el límite social. Los trabajadores, al no sentirse motivados debido a los bajos salarios, la ausencia de una buena carrera dentro de la empresa o porque las prestaciones y capacitación son malas, no ponen mucho empeño. Surgen los fenómenos de sabotaje dentro de la producción, como descomponer la máquina para no trabajar. Hay resistencias colectivas y cuando no hay crisis, en algunos sectores productivos se presentan renuncias frecuentemente, como sucede en la maquila del norte del país.

Se van porque están hartos y cansados. La empresa pierde lo que acumuló de conocimientos y tiene que emplear a otros para volver a entrenarlos. Además, los trabajadores no confían en sus sindicatos y emprenden demandas individuales contra sus empleadores por cuestiones económicas, pero sin apoyarse en el gremio, y frecuentemente las ganan. Ésa es la paradoja.

–¿Cómo vislumbra el sindicalismo mexicano después del ataque al SME?

–Sigue postrado en su gran mayoría, pues 82 por ciento de los contratos colectivos son de gremios afiliados a la Confederación de Trabajadores de México o al Congreso del Trabajo; esto no ha cambiado con la existencia de la Unión Nacional de Trabajadores o el Frente Sindical Mexicano, porque el sindicalismo sigue sin proyecto propio, sin verdadera disposición de defender a sus agremiados y con líderes más preocupados por defender sus cotos de poder.