Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El deseo de ser banderillero
D

avid Pandila El Fandi antes que torero seguramente su deseo primero fue ser banderillero que diría Machado. Tiene en su rostro sensualidad, fortaleza en el cuerpo y ansia conquistadora que, como un don ancestral de belleza le otorgó su cuna granadina y juguetona por los surtidores de la Alhambra, disociadas en sus pupilas por la trágica resignación de los banderilleros que, pese a ser el primero de ellos y torear 100 corridas al año no llegan a ser una figura del toreo. 

El Fandi sonríe desde que parte plaza hasta que se retira de ella. Sonríe con una sonrisa y un saludo melancólico en mezcla de una salutación alegre. No es el torero hondo, sino el chaval divertido que juega al toro colocándole palitos adornados de papeles de colores, como antes jugó en su infancia a corretear y ser correteado por las mosas granadinas de esas que guardaban el embrujo de los ojos moros. Más, los ojos del torero no han cambiado, conservan el mismo fulgor en lo alto del rostro cetrino. 

Sus pares de banderillas, esculturas de apasionado dinamismo emocional son de una externidad serena verdaderamente helénica. El Fandi no contorsiona la línea en efectismos fáciles, no grita, ni vocinglea su poder expresivo, los ofrece con un reposo tranquilo y permanente máxime con los novillones a los que se enfrentó el primero de ellos de una nobleza franciscana, o de madre Teresa de Calcuta, en el que él ponía la emoción que le faltaba al torito de San Isidro, lo mismo que a los de Garfias, los mejor presentados de la temporada. Su quehacer –quizá– monótono por repetido, de una pureza ortodoxa, una ponderación máxima y un equilibrio armónico y sosegado: lo mismo en los pares de banderillas de poder a poder, por la espalda, al relance o en los galleos o recortes. 

El Fandi genial banderilleo lo que se dice torear no ha progresado; al igual que sus alternantes; Ortega se llevó una paliza de órdago y Martínez se eternizaron en el pegapasismo; citar fuera del cacho al hilo del pitón, dar medios muletazos, rectificar los terrenos, alinearse con el pico de la muleta, etcétera. Todo lo cual lleva a El Fandi espectacular banderillero a aceptar corridas de segunda. Y es que hasta en ellas, para ser banderillero se necesita sentirse artista y transmitir ese juego de las banderillas recortando el aire, cual tijeras que se abren y cierran como el juego de la vida y la muerte que levantó al púbico de sus asientos.