Cultura
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El peregrinaje de la artista le ha servido para aprender más de su cultura madre

No hablar con los negros era como vivir en la oscuridad, dice Annabella Eatherley

El contacto con la otredad la indujo a investigar el pasado colonial de Sudáfrica, expresa

Mediante la pintura y la escultura entabla un diálogo con sus raíces en ese país

 
Periódico La Jornada
Jueves 17 de diciembre de 2009, p. 5

La pintora y escultora Annabella Eatherley nació en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), vivió en Zimbawe (antes Rhodesia), a los 18 años se fue a estudiar a Londres y llegó a México en 1970, para quedarse. Reside en Tepoztlán, Morelos, desde 2006. Ha aprendido más de su cultura madre en su peregrinaje por el extranjero que durante el tiempo que vivió en su tierra.

A pesar de las condiciones ventajosas que implicaba pertenecer a la minoría blanca en la Sudáfrica del apartheid, Ea-therley cuenta que siendo niña no entendía por qué no podía hablar con la mayoría de las personas.

“Mi papa era ingeniero civil, inventor, y supimos esto... inventaba muchas cosas, era creativo; mi mamá pintaba cuando podía.

No me tocó ver conflictos ni manifestaciones, pero nos enseñaban a no hablar con los negros; era como vivir en la oscuridad. La gente trabajaba para los blancos y Sudáfrica era uno de los países más productivos del continente, pero debido a la estructura social que había, no podíamos hablar con ellos. Eso era la vida en un país colonial.

–¿Fue doloroso?

–En realidad sí. Cuando uno vive al lado de gente con la que no se puede comunicar, hay un sentimiento de frustración.

Con estos antecedentes y este contexto vital, Annabella Ea-therley canalizó en el arte sus dudas e inquietudes.

Arte marcado por dos culturas

Cuando sale de Sudáfrica, y sobre todo cuando llega a México, se sorprende al ver que todos podían hablar con todos. Por contraste, empezó a hacerse preguntas sobre Sudáfrica, sobre la gente, la cultura.

“En este contacto con la otra parte del mundo, con la otredad, con gente extraña para mí, me puse a investigar sobre el pasado colonial de mi país, sobre el equivalente al mundo prehispánico, y al mismo tiempo empecé a reconocer las similitudes.

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Annabella Eatherley, quien desde 2006 reside en Tepoztlán, Morelos, durante la entrevista con La JornadaFoto Francisco Olvera

También me doy cuenta de que hay gente que ahora está luchando por recuperarse, no sólo económicamente, sino sobre todo su identidad.

Por ejemplo: así como aquí hubo una mujer –La Malinche– que se alió con los extranjeros y les sirvió de intérprete, allá existe la leyenda de una mujer que hizo lo propio con los fenicios que circunnavegaron África: también allá hablamos de una cultura que estuvo largo tiempo oprimida, primero por los fenicios y después por los ingleses.

Así, a la distancia, Annabella Eatherley empezó un diálogo con sus raíces, y encontró en la pintura y la escultura el camino para expresarse. Pero no puede decir que su arte sea sudafricano propiamente dicho, sino que ya está marcado por las dos culturas: Los dos países siempre están presentes en mi pensamiento; he vivido dividida y ahora empecé a integrar aquella otra parte de mí.

Esa doble influencia está presente en su obra. Por un lado, los pictogramas y paisajes africanos, y por otro las montañas y la arquitectura rural de México.

Eatherley ha tenido distintas exposiciones individuales y colectivas y considera que la realización del Mundial de Futbol en Sudáfrica el año próximo permitirá que el resto del mundo conozca y entienda mejor a los sudafricanos, más allá de los estereotipos.

Porque se trata de un país cultural y étnicamente diverso y plural: hay africaans, blancos, indios, malasios, y todos aman mucho al país que es su patria.

La artista prepara varios proyectos pictóricos y escultóricos para contribuir con su arte a ese diálogo entre Sudáfrica y el resto del mundo.