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El periodista Alejandro Páez usa la ficción para registrar lo que su oficio no le permitía

Corazón de Kaláshnikov retrata una Ciudad Juárez que se perdió

Las historias de tres mujeres se entralazan y le sirven para hablar de lo que le tocó vivir

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Juárez es una ciudad de mujeres; ellas nos han sacado a todos adelante, dijo el autor en entrevista. Arriba, representación de los feminicidios, en una muestra que se realizó en el Claustro de Sor Juana en 2006Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de diciembre de 2009, p. 4

La violencia en la que vive Ciudad Juárez es cotidianamente relatada por la prensa escrita y los medios electrónicos. Pero hay cosas que el periodismo –atado a los hechos concretos– no puede decir, no le corresponde. Para eso está la literatura, que mediante la ficción suele indagar en las razones y sinrazones profundas de los seres humanos para actuar como actúan.

Así lo entendió el periodista Alejandro Páez Varela (Ciudad Juárez, 1968) cuando sintió la necesidad de contar cosas de su ciudad natal que el periodismo no le permitía. Volteó entonces hacia la literatura y escribió la novela Corazón de Kaláshnikov, recientemente publicada por Editorial Planeta. Ahí, el autor da espacio y contexto al ambiente social en que se desarrolla la violencia; rastrea historias de vida, pensamientos, ilusiones y frustraciones de aquellos que en las páginas de los periódicos sólo alcanzan el estato de víctimas o victimarios.

Páez Varela nació, pasó toda su infancia y adolescencia, y vivió parte de su vida adulta en Ciudad Juárez. Lo que registra en su novela es la sociedad juarense de los años 80 y principios de los 90 del siglo XX: No pretendo denunciar, eso lo he hecho a través de mi oficio como periodista; lo que quería era dibujar esos ambientes de los que se alimenta la vida cotidiana de una sociedad y al mismo tiempo recordar una ciudad que se perdió.

Sin embargo –aclara Páez Varela– la violencia en esa ciudad fronteriza no es reciente. Tiene cuando menos 50 años. La novedad es la forma en la que ahora se manifiesta: “Ciudad Juárez no se entiende hoy sólo en el contexto local, sino en el nacional. La violencia actual tiene que ver con una matanza por encargo, una guerra de exterminio de un grupo criminal contra otro, derivada de la decisión poco razonada, del tremendo error de Felipe Calderón, de sacar al Ejército a las calles.

Lo que estamos viendo es un ajuste más sanguinario, porque sabemos el tamaño del negocio y que va a derivar en una masacre que al final del sexenio va a alcanzar 30 mil muertos. Quiero ver qué va a suceder cuando termine el sexenio: si los que desataron todo este desmadre se va a poder ir tranquilamente a su casa.

La referencia a la actualidad era obligada en la entrevista, pero no se refiere a ella la novela de Alejandro Páez. Corazón de Kaláshnikov es una historia de amor, dividida a su vez en tres historias –de tres mujeres– que se entrelazan y sirven para hablar de la ciudad que le tocó vivir al periodista y escritor.

A pesar de todo –dice Páez en entrevista– “en Ciudad Juárez hay lugar para el amor, para vivir, para trabajar. Yo le recuerdo al país que Juárez tiene 50, 60 años con esta violencia, pero ha aprendido a amar, a convivir, a llevar a los hijos a la escuela.

Juárez es una ciudad en la que convergen muchos aspectos, muchos factores: la migración, los grupos de migrantes establecidos, la oportunidad para el tráfico. Esta ciudad expulsó a mi familia hace 12, 15 años, y, eventualmente, cada 30 años expulsa a una clase media, media alta, porque simplemente se vuelve inhabitable para muchos estratos.

Por medio de esas historias, Alajandro Páez también quiere hablar de lo que llama un país de en medio, territorio integrado, de un lado por Coahuila y Chihuahua, y del otro por Texas y Nuevo México.

Es un país de en medio que no hemos terminado de comprender, que comparte muchas cosas, que tiene una dinámica social, cultural y económica propia: No hay que olvidar que hace 150 años a Juárez le arrancaron una colonia, Paso del Norte, que durante 300 años fue mexicana y hoy es una ciudad estadunidense. Es decir, es más el tiempo que fue mexicana que lo que lleva siendo de Estados Unidos, y muchos habitantes de ciudades fronterizas hemos vivido de un lado y de otro, indistintamente.

Narcoliteratura

Las historias de Corazón de Kaláshnikov transcurren en ese país de en medio y lo retratan. El tema no es el narcotráfico, pero aparece porque ese el contexto: “Dentro de 10 años le voy a preguntar a la literatura de Michoacán si no se ve impactada por el fenómeno del narcotráfico que ahora tiene lugar ahí.

“Me rehúso a pensar que se esté haciendo una literatura del narco, eso no existe, lo que hay es una literatura, buena literatura, que se está alimentando de lo que hay alrededor. Por ejemplo, yo no hablo de descabezados, porque esos empezaron a aparecer después; yo narro los años 80 y situaciones muy particulares de ese momento a través de historias de amor de mujeres generosas, luchonas, trabajadoras, mujeres partiéndose la madre.

Juárez es una ciudad de mujeres, por la industria maquiladora, por la prostitución, por los algodonales; todas esas mujeres nos han sacado adelante, han sacado adelante a una ciudad que estaba en el culo del mundo. Al final son historias trágicas, pero me interesaba contarlas.

–La opinión pública del centro, los medios, ¿entienden a ese país de en medio?

–No, estamos muy lejos de entenderlo porque no lo conocemos. Por ejemplo, tanto el indio Ju como Jerónimo anduvieron durante mucho tiempo peleando contra los ejércitos gringo y mexicano, defendiendo su derecho a quedarse en sus tierras, y sus tribus estuvieron durante mucho tiempo en Ojinaga. Sin embargo, no hay una sola línea sobre ellos en los libros de texto de México. Y eran mexicanos y sus descendientes lo son. Y ahí viene otra vez el reclamo: ni el norte ni el sur han sido escritos y reconocidos por la historia oficial.

Entre las razones que impulsan a Ajandro Páez a contar sus historias, está haber nacido en un barrio, del cual “gran parte de sus miembros ya no está. Hace poco conté la historia de un chavo con el que crecí, de pronto su novia le gustó a uno de los jefecillos de por ahí y lo desaparció. A todo el barrio le dolió.

“En otra esquina había una familia de gente buena, que de una u otra manera se fue involucrando con el narco, primero a través del consumo, después de la venta. Ahora algunos están presos y otros ya no están. Cuando volteo y veo hacia atrás, hacia esas familias de gente buena y responsable, en una situación ya incontrolable, me siento obligado a contarlo.”