Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de diciembre de 2009 Num: 773

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La Trampa: Alva y López
CHRISTIAN BARRAGÁN

Ballagas o el hedonismo sensualista
JUAN NICOLÁS PADRÓN

El último libro de Emilio Ballagas
ENRIQUE SAÍNZ

Emilio Ballagas: desde su prosa, la poesía
CIRA ROMERO

Poemas
EMILIO BALLAGAS

Rock09. Quince discos para soportar malos tiempos
ROBERTO GARZA ITURBIDE

Leer

Columnas:
Galería
ANDRÉS VELA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Manuel Stephens

Cano, primer bailarín

Jorge Cano, personaje fundamental de la danza clásica mexicana, fue homenajeado por sesenta años de trayectoria artística. El homenaje se llevó a cabo en la Sala Miguel Covarrubias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en él se le entregó la medalla de oro del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el máximo galardón que éste otorga.

El bailarín, coreógrafo, maestro, repositor y régisseur es considerado el Primer bailarín de México, título con el que sólo Cano y Laura Urdapilleta –quien fuera su partenaire –han sido identificados. El maestro Cano adquiere este nivel a muy temprana edad y es considerado como el único y real primer bailarín que produjo México entre las décadas de los 1950 y 1970.

Cano se retira de los escenarios como primera figura en 1972, después de haber sido la estrella de varias agrupaciones que desembocarían en la Compañía Nacional de Danza (CND), así como de compañías extranjeras como el Ballet Nacional de Cuba, mas continúa desempeñándose como bailarín de carácter, maestro y régisseur.

A seis décadas de su debut con el Ballet Chapultepec, con una ovación de pie que duró varios minutos, se hicieron manifiestos la admiración, el respeto y la gratitud que le rinden generaciones de artistas de la danza por haberles transmitido sus conocimientos, por su gran generosidad y bonhomía.

El acto protocolario del homenaje fue seguido por una función de la cnd compuesto por obras de George Balanchi ne y Alberto Méndez. Serenata (1934) es la primera obra que Balanchine (cuyo estilo y técnica están reguladas por The George Balanchine Foundation y son una especie de marca registrada) monta en Estados Unidos. La pieza es estrenada por sus alumnos de la American School of Ballet, que fundó con Lincoln Kirstein y Edward M. M. Warburg en Nueva York.


PIotr Ilich Tchaikovsky

Balanchine va componiendo la obra de acuerdo con los alumnos que llegan a los ensayos y con incidentes que suceden en éstos, como la caída y llanto de una de las bailarinas. Por esta razón, el coreógrafo subraya la naturaleza no anecdótica del ballet: “Mucha gente piensa que existe una historia escondida en el ballet. Pero no la hay. Se trata simplemente de bailarines en movimiento siguiendo una bella pieza musical. La única historia es la contenida en la música, una serenata, una danza, si les place, a la luz de la luna.”

Sin embargo, Balanchine utiliza elementos ya codificados del repertorio clásico que producen en el espectador el impulso de crear una narrativa. El escenario nocturno bañado en azul, los blancos tutús románticos (que llegan a la pantorrilla), la presencia del personaje masculino que irrumpe en un universo femenino, los encuentros y separa ciones entre mujeres y hombres, y una simbólica y demi trágica ascensión de la bailarina principal como corolario, conectan de inmediato a Serenata con los ballets blancs . Pero la genialidad de Balanchine hace que estos elementos sean como brillantes guiños inmersos en un tejido coreográfico dinámico e incesante que se impone por el rigor en las formaciones y las composiciones “escultóricas” de los bailarines.

Otro de los elementos que hacen de Serenata un ballet en que la dramaturgia está trabajada como una insinuación es el tono. La contención de las bailarinas en los ballets blancs se transforma en el placer del movimiento que llena de diseños el escenario. El tono sentimental de la obra lo proporciona la Serenata en c mayor para orquesta de cuerdas , de Piotr Ilich Tchaikovsky, como apuntó el propio Balanchine.

La reposición de Serenata es un encomiable acierto de la cnd , los bailarines muestran el gozo de bailar una obra maestra del creador del neoclasicismo y, por ende, de nue vos paradigmas de la danza en el siglo xx. Balanchine ha sido maestro y guía para numerosos coreógrafos, siendo el más importante William Forsythe quien, ya en los ámbitos de la contemporaneidad, lo considera su mentor.

A pesar de abrir el programa, Serenata constituyó el clímax de la función. Las obras que le procedieron, Rara avis (1981), del cubano Alberto Méndez, y Tema y variaciones (1947), de Balanchine (que Jorge Cano estrenó en México en 1967), mostraron una compañía técnicamente desigual y con falta de unidad y compromiso con la escena. Un par de solistas fallaron y el cuerpo de baile, termómetro de la calidad de las agrupaciones de ballet clásico, no cuenta con el equilibrio que debiera. ¿Por qué unas obras sí y otras no? es la pregunta.

Por lo pronto celebramos a Jorge Cano, pilar del clásico nacional.