Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tercera, última llamada
E

ste miércoles 30 empezará en San Cristóbal un seminario internacional de reflexión y análisis. Se presentará ahí el libro que recoge las intervenciones en el coloquio internacional en memoria de Andrés Aubry que tuvo lugar hace poco más de dos años. Se prolongará hasta el 2 de enero, por lo que es también, sin proponérselo, una celebración del aniversario zapatista.

En el inmenso legado de Andrés destaca especialmente Chiapas a contrapelo, que es sobre todo una agenda de trabajo. La publicó en 2005 –dos años antes del infortunado accidente, el 20 de septiembre de 2007, ocurrido cuando se aprestaba a viajar 3 mil kilómetros, manejando su automóvil, para asistir al Encuentro de los Pueblos de América, en Vícam, Sonora, y alcanzar a la otra. Estaba celebrando sus 80 años…

Acostumbrado a empacar en el presente el pasado y el futuro, Andrés tenía de por sí anticipaciones notables. Vio con claridad lo que se venía.

Estos tiempos terribles y militarizados dibujan una crisis. Nada funciona porque nada puede funcionar como antes; esta crisis no se parece a las muchas en que la pericia del sistema supo sortearlas, ya tiene visos de estar en la fase terminal. No sabemos si es solamente un escalón del declive caótico del sistema, el anuncio de un colapso, o la lenta agonía de los robustos longevos, piensa Andrés. Pero sabemos que es un tiempo de transición y que ya se divisa un después.

Son instantes de peligro, un trágico momento de oscilación, porque algo que era indispensable para el funcionamiento del sistema se está quebrando o desestabilizando. Se trata, empero, de dolores de parto. Viene algo nuevo, tierno, vulnerable, frágil, pero inevitablemente otro: un mundo nuevo.

El viento sopla a nuestro favor. Estamos ante el relámpago “que ilumina al sujeto histórico en el instante de peligro, porque son tiempos en los que la libertad y la iniciativa tienen más oportunidad exitosa que en las crisis rutinarias de los periodos de robustez sistémica. Este momento fugaz e irrepetible solicita la responsabilidad y el compromiso, porque es el de la elección… que normará otro orden mundial, aquel del cambio social”. Todo depende de que se logre la elección que se hace colectivamente. Todo es cuestión del tino con que se viva este tiempo irrepetible.

Es hora de Chiapas, Chiapas pivote, Chiapas bisagra, Chiapas puente ístmico… Lo que será es imprevisible, tan sólo se puede inferir que el futuro de Chiapas, y de todos los Chiapas del mundo, depende del tipo de mundo elegido en este momento excepcional.

Necesitamos como nunca la memoria. Tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo si éste vence. Si se apaga nuestra memoria, los muertos que construyeron nuestra historia no tienen cómo interpelarnos.

Para tomar con tino la decisión en este tiempo único, necesitamos pensar el mundo desde el sujeto histórico formado en el lento proceso de acumulación de fuerzas. Entre quienes lo forman están algunos que han vivido siempre en crisis: han participado activamente en la guerra más larga de la historia, una guerra de 515 años. Otros son recién llegados: fueron creados por la estrategia neoliberal. Sus memorias son diferentes, pero su experiencia es similar. El grado de destrucción y estupidez a que ha llegado el sistema no tiene precedentes. La degradación moral de las clases políticas alcanzó ya extremos insoportables.

El sujeto histórico, esa agregación variopinta y multiforme de los oprimidos de siempre, enfrentó en los 90 otro instante de peligro. El alzamiento zapatista fue el relámpago que le permitió despertar, como reconocieron todos los movimientos antisistémicos en Seattle, hace 10 años, cuando tomó la calle una peculiar coalición de anarquistas, ambientalistas, sindicalistas, monjas, gays, chicanos, indígenas y muchos más. Parecían venir de ninguna parte, pero procedían de multitud de movimientos sociales bien experimentados que empezaron finalmente a vincularse, sufrieron sus propias crisis internas y preparan ahora, desde sus tejidos locales, nuevas propuestas de acción.

La segunda llamada llegó en 2005. El zapatismo puso en riesgo cuando había conseguido para impulsar una alternativa eficaz a la obsesión electoral, que atraía de nuevo la atención pública en México y otros países latinoamericanos. Contra toda experiencia, se abrigaba de nuevo la ilusión de que bastaba un líder carismático y un diseño de ingeniería social para generar el cambio. Parecía posible renovar la desprestigiada tradición estatalista. Fue una llamada urgente y ruda que muchos no quisieron escuchar, entretenidos con el canto de las sirenas electorales.

Ha llegado el momento de la tercera y última llamada. Es la hora de comenzar. Como dijo el Sup, al menos una vez, cada siglo, el pueblo mexicano dice No.